Ya han transcurrido cinco años de aquello. La cantante Blanca Villa hubo de desprenderse del piso de su propiedad en Madrid, que fue subastado en cerca de cuatrocientos mil euros, cantidad con la que pudo hacer frente a la demanda que le puso María José Cantudo, quien ganó en la primera y en la segunda instancia aquel juicio. Blanca Villa había sido acusada por la actriz de difamación, calumnias, intromisión en la intimidad y derecho al honor. La actriz, a su vez, insistió siempre en que era su voz la que sonaba en un álbum de María José Cantudo, y no la de ésta pese a que así parecía ser en la portada del disco, y asimismo en algunas canciones de varios espectáculos, utilizando el procedimiento del "play-back". Con aquella sentencia, Blanca Villa quedó arruinada, en la calle. Rogó, imploró, lloró ante una María José Cantudo indiferente, que hizo saber una vez más a su antigua amiga que así pagaba ante la justicia por haber atentado a su honor.
Porque se conocían, eran amigas, según me insiste Blanca Villa: "Me invitó a su casa varias veces, y hasta en una ocasión me quedé a dormir en su vivienda. No me esperaba esa reacción de ella hacia mí". Dejando a un lado el asunto de que María José Cantudo pudiera supuestamente servirse de la estupenda voz de Blanca Villa en beneficio artístico propio, la intérprete onubense, sin pretender acaso herirla, pronunció ciertos innecesarios comentarios en diversos programas de radio y televisión y otros medios informativos, que un juez estimó lesivos para la demandante. Y ese error llevó lamentablemente a Blanca Villa a su desgracia.
Ya pasado ese quinquenio, me entero de que tuvo que marcharse a su pueblo, del que tomó su sobrenombre artístico, Villa Blanca, en la provincia de Huelva, donde sigue viviendo en la casa de sus padres, ya fallecidos: "No tuve otro remedio, me había quedado sin donde ir. Nunca quise ofenderla con mis palabras, pero ella me hizo mucho daño, más del que nunca pudiera haberle hecho yo, destrozando mi familia, desmembrándola, porque esa necesidad de irme hizo que me separara de mis hijos, que se quedaron a vivir en la sierra madrileña". Esos hijos son Blanca y Juanma, fruto de su convivencia con quien fuera su representante artístico, Manuel Rubio, al que estuvo unido durante quince años. Así es que sola, después de pagarle a María José Cantudo la cantidad de su demanda, con lo justo para comer, Blanca Villa hubo de replantearse su futuro.
"Afortunadamente no me falta trabajo. Hago galas, sobre todo por Andalucía, también en Madrid y alrededores. He presentado un espectáculo con una selección del mejor repertorio de Rocío Jurado, a quien conocí y con la que tuve trato pues mi entonces compañero era quien le firmaba contratos por mi tierra. Y también, además de seguir cantando coplas y algo de flamenco que nunca dejaré de lado, como los fandangos de "mi" Huelva, he ampliado mis actuaciones con rancheras y boleros".
Mantiene Blanca Villa una espléndida voz, de elevada tesitura. Cuando interpreta a las clásicas de la copla, desde Concha Piquer a Marifé de Triana, no cae en la tentación de imitarlas, lo que ya es un difícil reto. De su generación, es una de las mejores artistas de la canción española. Estos días pueden gozar de su buen gusto en ese género en el madrileño teatro Muñoz Seca donde rememora "El día que nací yo", de Imperio Argentina, a la vez que de su garganta fluyen las letras de dos temas inolvidables que estrenara Juanita Reina, "Y sin embargo te quiero" y "La Lola se va a los Puertos". Pertenecen a una parte del espectáculo "Café de Chinitas", en el que se evoca superficialmente aquel célebre local malagueño del siglo XIX, situado al final de la calle de Larios. Con Blanca Villa encabezando ese divertido espectáculo destacan Eva Santamaría y Carlos Vargas, también excelentes intérpretes andaluces, el otrora galán televisivo Juan Carlos Naya y el muy desenfadado cómico Tony River, sobrino de aquel gran caricato llamado Roberto Font, que dirige ágilmente la función. No hay en la cartelera madrileña estrenos de parecido corte, que recomendamos vivamente a los aficionados a la copla, y de paso a los que echan de menos sainetes andaluces del pasado, pues en "Café de Chinitas" se incluyen unos pasajes de los hermanos Álvarez Quintero, lo que obliga a los cantantes citados a ejercer también la faceta de actores.
Blanca Villa era la primera vez que se sometía a la interpretación de un texto teatral, saliendo airosamente de la prueba. Cuando caminábamos a su vera, desde la madrileña plaza del Carmen, donde está situado el teatro Muñoz Seca, que fuera antaño el edificio propiedad de aquella legendaria cupletista apodada la Chelito, acertamos a llegar al mismo centro de la Puerta del Sol, cerca de las nueve de la noche, momento en el que un mariachi de una docena de componentes alegraba la tarde a un centenar de curiosos transeúntes. Con la vocación de quien lleva más de treinta y cinco años ejerciendo su profesión y tras pedirle permiso a los músicos mexicanos, Blanca Villa se arrancó por "México, lindo y querido" y "Cucurrucucú, paloma", ante la complacida audiencia callejera. No importaba que hubiera estado hora y media en un escenario. Le puede más siempre su pasión musical. Dada mi dudosa habilidad, fue mi mujer la que, en esa improvisada actuación, tomó su teléfono móvil para registrar las imágenes y la voz de esta gran artista, llena de simpatía.