El principio del fin de Luis Miguel: un ídolo caído
Las autoridades de EEUU buscan al cantante mexicano Luis Miguel, enfangado en luchas judiciales y personales.
Escribimos estas líneas cuando la Policía Federal de los Estados Unidos sigue los pasos del cantante mexicano Luis Miguel, por no haberse presentado ante la juez de Los Ángeles Virginia Philips en una vista por la que se le acusa de no haber satisfecho a su anterior representante artístico, William Brockhaus, una serie de impagos correspondientes a sus porcentajes de actuaciones correspondientes al periodo comprendido entre 2013 y 2015, cifrados en un millón de dólares de adeudos.
Se encuentra Luis Miguel estos días de visita en Hollywood donde trata de negociar una serie de televisión sobre su vida, que él no interpretaría, limitándose a hacer la introducción, valiéndose de un doble. De ello ya les informamos no hace mucho, cuando les poníamos al corriente del incierto futuro que se cernía sobre la carrera musical del ídolo, al que apodan el Sol en tierras aztecas. Sobrenombre debido a su habitual modo de ser, altivo, por encima de los demás, como si nadie pudiera hacerle jamás sombra. No le llega esta cita con la justicia norteamericana por circunstancias gratuitas. Al menos desde hace algo más de un año a esta parte el caprichoso intérprete de melodías románticas, adorado absolutamente en toda Hispanoamérica, también con muchas admiradoras españolas, venía incumpliendo algunos contratos, cuando no en pleno escenario detenía su "show" mostrando su impotencia para seguir cantando. Sus desmayos, las pérdidas de memoria, no se debían a problemas de salud, tampoco al cansancio que pudieran producirle sus desplazamientos: todo ello consecuencia de una desordenada vida en la que han aparecido pruebas más que suficientes para saberlo adicto al consumo de ciertas sustancias, que vienen trastornando su personalidad.
Pero nadie de su entorno, dado el carácter soberbio de Luis Miguel, ha podido frenar esa vida disipada, echando por tierra años de esfuerzo, de sacrificio por mantenerse como un ídolo del pop romántico de habla española. Por supuesto que tiene suficientes medios económicos para hacer frente a ese millón de dólares que le reclama, con documentos fehacientes, su ex representante. Pero se empeña en no reconocerlo. Entre tanto lleva tiempo disipando su incalculable fortuna millonaria. Un muchacho mimado por la suerte, consagrado por su bella y potente voz en el Olimpo de los grandes de la canción melódica, que no ha sabido, o podido, controlar su desorbitado ego, un divismo que nadie comprende. Me cuentan desde México que últimamente quería acercarse a sus "fans", soportar la invasión de admiradores en demanda de los "selfies" agotadores, pero eso no es suficiente para de golpe y porrazo cambiar de modo de ser. Lleva años sin querer saber nada de sus admiradores, rodeado siempre de un "clan" que lo lleva de un lado a otro como un pelele, o un "gángster" del pasado preservado de la multitud por "gorilas" a sueldo fijo.
No es sólo que el mencionado "mánager" le reclame un millón de dólares. Es que su antiguo amigo y colega, Alejandro Fernández también lo ha demandado. Le pide que le devuelva siete millones de dólares que le adelantó para organizar una gira entre ambos, con el título Alejandro Fernández and Luis Miguel Worldwide Tour, en la que cantarían al alimón y cada uno por su cuenta, a razón de tres días a la semana. Para acabar el asunto, la casa discográfica de Luis Miguel, la multinacional Warner Music, también tiene pendiente con su pupilo un contrato incumplido para grabar discos, razón por la que le solicita como indemnización y devolución de anticipos la elevada cantidad de tres millones seiscientos cincuenta mil dólares. Hay que pensar que estas cuentas con la Justicia tienen una base suficiente para que tarde o temprano el todavía joven ídolo dé con sus huesos en la cárcel, amén de hacer frente a tan serias deudas. Con tales antecedentes, insistimos como otras veces en lo difícil que va a serle conseguir actuaciones y responder ante millones de personas que lo admiran.
Es un caso digno de estudio psicológico, tal vez, si se recuerda su pasado. Hijo de un oscuro intérprete aflamencado, Luisito Rey, gaditano que se ganaba la vida en tierras hispanas con su repertorio de coplas, y de una italiana, Marcella Bastieri, hermana de la actriz Rosanna Podestá, vino al mundo en San Juan de Puerto Rico el 19 de abril de 1970. Luego estos días celebra su cuarenta y siete cumpleaños. Ya resulta algo excéntrico que su progenitor decidiera bautizarlo con ese nombre compuesto en razón a que era un furibundo seguidor del torero Luis Miguel Dominguín.
Su padre se ganaba la vida como un mediocre cancionero y tenía mucha fe en su hijo, al que aleccionó pronto para que cantara. Y como niño precoz, Luis Miguel fue dándose a conocer en México, donde sus padres terminaron por sentar sus reales. Viéndose sin contratos, Luisito Rey dedicó todo su tiempo en ocuparse del muchacho hasta convertirlo en un ídolo de la juventud mexicana. Para ello utilizó toda suerte de trucos e influencias hasta dar con un influyente miembro de la vida política local, el jefe de la policía Negro Durazo, quien introdujo a Luis Miguel en un importante evento: la boda de una hija del entonces presidente López Portillo. Tanto gustó Luis Miguel a sus importantes invitados que, de esa actuación donde interpretó la "Malagueña", de Ernesto Lecuona, le vino un ventajoso contrato discográfico y su debut en la televisión mexicana. Y de allí, poco a poco, llegaría a ser el número 1 de la canción romántica, con sus baladas, con sus versiones de clásicos boleros. Entre tanto, su papá estaba a todas horas incordiando a su alrededor, al punto que los responsables de la carrera de Luis Miguel, con el asentimiento de éste, fueron quitándoselo de en medio. Hasta que finalmente quien se ocupaba de las cuentas del cantante, ya multimillonario, descubrió que Luis Gallego Sánchez, padre del divo, venía lucrándose de su hijo desde que se hizo cantante profesional, apropiándose de una cantidad imposible de calcular aunque desde luego muy importante. Desde entonces, Luis Miguel rompió con su progenitor y no quiso saber nada de él hasta que fue informado en 1992 que agonizaba en Hospitalet de Llobregat. Hasta allí voló en su avión privado con tiempo aún de despedirse de él pocas horas antes de que falleciese. Esa sórdida historia marcó de alguna manera el devenir personal de Luis Miguel, al que se le veía en esa década de los 90 muy serio en los escenarios, triste y melancólico. A ese estado depresivo contribuyó no poco la desaparición de su madre, de la que nunca volvió a saberse nada, creyéndose estar muerta, bien por causa de un accidente o tal vez de un asesinato por encargo. Episodio lleno de negrura que acentuó aún más su soledad.
Asediado por miles de mujeres, guapo, con rostro aniñado, Luis Miguel cayó en las redes amorosas de incontables mujeres de todas las edades, pues lo mismo se desvivían por él adolescentes colegialas que damas cincuentonas. Pero con su inestable personalidad le fue difícil mantener un hogar, permanecer al menos unos años junto a una misma fémina; picaflor incesante, seductor inseguro, y acaso seducido la mayor de las veces. El caso es que se nos hace difícil hacer recuento de sus amores más importantes. En ese trance apuntamos el nombre de Stephanie Salas, hija de la gran actriz mexicana Silvia Pinal, con quien tuvo una hija, Michelle, que en la actualidad cuenta con veintisiete años. Luego, rota ya esa pareja, tuvo otro amor que lo convirtió en padre de Miguel, que tiene hoy diez años, y finalmente pareció asentar su vida sentimental con la actriz Aracely Arámbula, que le dio un varón, Daniel, que ha cumplido ocho años.
No hay constancia de que el cantante se haya ocupado mucho de su descendencia y las madres de esos niños coinciden en decir que Luis Miguel es un hombre irresponsable. Que ha seguido conociendo a más enamoradas, la más reciente una chica rubia, con la que se ha paseado estos días de atrás en Los Ángeles, de la que dicen se parece mucho a otras anteriores conquistas: Mirka Dellanos, Daisy Fuentes y Alicia Machado. Ha engordado más de la cuenta, no se cuida lo debido y ya vemos que ha ido perdiendo el control de su carrera musical, mientras su último disco, "Labios de miel" no ha alcanzado las ventas de otros anteriores, y lo que es peor: el desorden con el que viene comportándose, que está arruinando su reputación y su vida.
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