Francisco Rivera, que desde hace un par de temporadas decidió anunciarse en los carteles con el mismo apodo que su padre, Paquirri, se cortará la coleta allá a primeros de septiembre, en la plaza de Ronda donde hiciera su primer paseíllo sin caballos la tarde del 7 de agosto de 1991, en presencia de su abuelo, Antonio Ordóñez, que fue quien lo inició en los ruedos. Hasta entonces, todavía su mujer, Lourdes Montes, tendrá que vivir momentos de incertidumbre puesto que es deseo del torero de irse despidiendo de las plazas que le son más queridas. Comenzando por la de la Maestranza sevillana, donde tomó la alternativa en la feria de 1995, y en donde está anunciado el próximo 1 de mayo junto a su hermano Cayetano. Luego, le quedarán más contratos pendientes, uno muy especial si es que llega a entenderse con la nueva empresa de la Monumental de Las Ventas, en cuyo serial de mayo, la feria de San Isidro, quisiera estar presente.
No ha sido Francisco Rivera un diestro con suerte en este coso, en donde desde luego los aficionados no lo han echado nunca de menos. Con ser valiente, pundonoroso como lo fue su progenitor, su toreo no ha calado en el sentir de buen número de espectadores de esta rigurosa plaza. Lo que no se le puede regatear tampoco son los veintidós años que lleva de matador de toros, con el riesgo que ello comporta, como acaeció en la tarde del 7 de agosto de 2015 en la feria de Huesca donde sufrió una gravísima cogida. Estuvo a las puertas de la muerte, en vísperas precisamente de ser padre de su hija Carmen, que vino al mundo el 14 de septiembre, ya recuperado de aquel durísimo percance. Precisamente había reaparecido aquella temporada desde que en la feria del Pilar de 2012 optara por hacer un paréntesis en su carrera taurina. Ya se sabe que algunos toreros se retiran mas luego reaparecen al poco tiempo, no una sino dos o tres veces (los casos, por ejemplo de Antoñete y Ortega Cano). Esta vez, Francisco Rivera insiste en que dice adiós al toreo para siempre. A primeros de septiembre, queda dicho que en Ronda.
Torero mediático que se dice ahora, por el interés que suscita dentro y fuera de los ruedos muy en particular entre las mujeres, y no precisamente por la excelencia de su toreo. Les remito a quienes encabezan hoy el escalafón, que no son en general objeto de la misma expectación femenina: Enrique Ponce, Alejandro Talavante, Miguel Ángel Perera, El Juli, López Simón… Si acaso, José María Manzanares puede parecerse en algo a este "Paquirri" en cuanto a que exhibe trajes de algún modista famoso o anuncia algún artículo como relojes él. Quiero insistir que hay miles de espectadoras que en su justo derecho acuden a las plazas donde se anuncia Francisco Rivera, que resulta ser taquillero en ese sentido, como también Manuel Díaz el Cordobés, con quien se encartela a menudo. Y no es que pongamos en duda que tal cantidad de féminas no entiendan de toros. Pero a nadie se le escapa que les atrae mucho por otras razones este ya algo talludito diestro que cumplió en enero cuarenta y tres años.
Porque es guapo, nadie lo pondrá en duda. Tiene una sonrisa arrebatadora. Y una preciosa mirada. (No me confundan, que no soy experto en belleza masculina). Y está reconocido como un seductor impenitente, un donjuán del toreo. Como lo fue su mismísimo padre, Paquirri; como también su tío Luis Miguel. Y eso, precisamente eso de que un hombre tenga tanta admiración femenina, concita todavía más el interés de ellas. Y si no, me permito hacer recuento de algunas de las mujeres que han pasado por la vida de nuestro personaje, incluyendo sólo las que aparecieron en las revistas del corazón y no cuantas sobre todo en la América taurina lo perseguían hasta esconderse debajo de la cama de los hoteles o en los siempre oportunos armarios, o bien, sencillamente, presentándose en su habitación.
Si hablasen los mozos de espadas de los toreros tendríamos otra enciclopedia como el Cossío, sólo que referida a asuntos de cama y faldas. La primera mujer conocida con quien se le relaciona es Lolita, en el año 1996. Lo negaría ésta. Pero que hubo algo más que roneo es algo que supo Charo Vega, íntima amiga suya. Y así lo contó en un programa televisivo en 2011. ¿Cómo podría definirse aquel romance? Porque no podemos olvidar que Lolita estuvo enamoradísima de Paquirri padre, con quien convivió varias semanas en su finca de Constantina. ¿A que hay algo de eso que llaman morbo al saberse que Lolita precisamente tenía una aventura con el hijo de quien fue su gran amor? Si realmente fue así no hay guionista de culebrón alguno que mejore esa historia. Pero Francisco Rivera no olvidaba una amistad juvenil con la hija menor de la Duquesa de Alba, María Eugenia, muy aficionada a la fiesta y sobre todo a relacionarse con algunos toreros. Pero no se decidieron en un principio a formalizar aquellos devaneos, y entre medias, Miguel Báez Litri, que venía de una relación con una hija del rey Hassan de Marruecos, ocupó un breve periodo el corazón de la aristócrata. No pasó de amigable aquel contacto y en tanto él acabaría casándose con la hija de Carolina Herrera, María Eugenia Martínez de Irujo terminó también desposándose. Y el torero Francisco Rivera se convirtió en Duque de Montoro consorte.
Cierto que aquello le traía sin cuidado. Su boda en la Catedral de Sevilla fue de esas que las revistas rosas califican como "del año", o "del siglo". No fue para menos: mil cuatrocientos fueron los invitados. Pueden suponer que pertenecientes a la nobleza, el mundo de la cultura, la empresa, la vida social… Proliferación de chaqués, cuellos de pajarita, pamelas a porrillo, peinetas, mantillas, vestidos de las más importantes firmas… Quien no estuvo en aquel enlace puede decirse que contaba poco. La Duquesa de Alba sonreía, felicísima. Ella había estado también enamorada en su día de un par de toreros. El principal, Pepe Luis Vázquez. Pero el Duque de Alba impidió aquel noviazgo. Otro diestro que encandiló a la siempre atrevida Cayetana fue Manolo González: rubio, de mediana estatura, que toreaba de capa como los ángeles. Y a Francisco Rivera la duquesa lo quiso más que como yerno casi como hijo propio. Ya les contaré después cómo cambiaría de opinión, poniéndolo verde de arriba abajo. Pero cerremos el capítulo de ese matrimonio de los Duques de Montoro que acabó muy malamente, entre disputas constantes, motivadas por los celos más que justificados de María Eugenia. En las corridas de México, Perú, Colombia y algún otro país donde toreaba en invierno a Francisco Rivera lo asediaban encendidas mozas. Y como sucediera que él se dejaba querer… Harta de ser coronada fuera de su condición de noble, la duquesita puso fin a aquella unión matrimonial tras cuatro años de pareja, entre 1998 y 2002. Antes de que firmaran el divorcio trascendió un fuerte rumor que relacionaban a la presentadora de televisión Anne Igartiburu con el torero. Si hubo o no hubo roce quedó en la duda. Secreto del sumario para ambos.
Y nos situamos en 2004 año en el que el espada dio en acompañar asiduamente a Carla Goyanes. La jovencita se hizo muchas ilusiones, que hizo partícipe a su madre, la encantadora Cari Lapique, que fuera muy buena amiga de Carmen Ordóñez. Por eso sentó mal que Francisco Rivera jugara un poco con los sentimientos de Carla, habida cuenta que las familias de ambos se conocían desde hacía mucho tiempo. Más sorprendente fue lo ocurrido un año después, 2005, cuando este imparable conquistador se fijó en Blanca Martínez de Irujo, prima hermana de su ex María Eugenia, sobrina por lo tanto de la Duquesa de Alba. Mayores de edad desde luego a ambos no les importó hacer lo que les vino en gana, con cierto escándalo entre los allegados a la novia de turno del torero. Mucho duró esta pareja habida cuenta los cambios en la vida sentimental de Francisco Rivera: casi tres años. Quien dejó a Blanca deslumbrado por una miss, Elisabeth Reyes, que permaneció a su lado escasos meses.
Curiosamente en una de las fiestas a las que solían acudir ella le presentó a la bailaora Cecilia Gómez, quien sería su sustituta en el corazón del rey de espadas del toreo. Cecilia parece que atemperó mucho los siempre excitados ánimos del torero y él también la correspondió brindándole su ayuda cuando ella iba a estrenar "La Duquesa", espectáculo de ballet basado en la figura de Cayetana de Alba. Le presentó a la Duquesa y ésta se mostró muy interesada por asistir al estreno. Adviértase que hacía cinco años que Francisco Rivera se había divorciado de María Eugenia y aún así la Duquesa mantenía su trato familiar con el matador de toros, su ex yerno. Otra cosa fue cuando más adelante éste quiso llevarse a su hija Tana a vivir con él a Sevilla. María Eugenia no estuvo de acuerdo y la insostenible situación entre ambos acabó en un litigio, que ella ganó para mantener en Madrid la custodia de la hija. La ira que la Duquesa mostró hacia su antiguo y querido pariente se dejó sentir tanto en los corredores del palacio de Liria como el de las Dueñas. Sentimentalmente, él se entretuvo un corto tiempo con la cantante Rebeca y llegada la inmediata ruptura ella, algo enfurecida y desolada le compuso la canción "Matador".
Fue en la feria de abril de 2011 cuando por fin Francisco Rivera sintió encontrar el verdadero amor en la persona de una guapa abogada, Lourdes Montes, casándose en 2013 y siendo padres de una niña. Ella se ocupa ahora diseñando trajes de flamenca al frente de la empresa Mi Abril, en tanto al regreso de México Francisco Rivera se dispone a entrenar, para estar a punto, en buena forma para su última temporada en los ruedos.