El encuentro de Manuel Díaz 'el Cordobés' con su hermano Julio Benítez
Primero en un hotel esta semana y el 11 de marzo torearán juntos.
Este jueves, 16 de febrero, se verán las caras por primera vez, si no hay cambios de última hora, fundiéndose en un emotivo abrazo, dos hermanos que hasta la fecha rehuían conocerse personalmente: Manuel Díaz el Cordobés y Julio Benítez (el menor de los hijos de Manuel Benítez Pérez el Cordobes). Recordemos que hace unos meses los tribunales dictaron sentencia mediante la cual quedó establecido que el primero de los citados era hijo de Benítez, fruto de sus relaciones extramatrimoniales con María Dolores Díaz, una sirvienta que conoció en Madrid en el domicilio de unos amigos donde ésta trabajaba.
Esa primera cita entre los dos hermanos tendrá lugar en un hotel de Sevilla, durante un acto en el que se hará público el cartel en el que están anunciados ambos diestros, que lidiarán cada uno dos reses la tarde del 11 de marzo en la plaza sevillana de Morón de la Frontera. Hasta el momento Manuel Benítez se había negado tajantemente a que su hijo Julio alternara en los ruedos con quien todavía no había sido reconocido oficialmente como su hermano. ¿Qué ha ocurrido para que Benítez haya cedido en sus pretensiones?
Hagamos historia. Retirado de los ruedos desde el año 2000, tras unos años ausente de los ruedos en los que logró consagrarse como una gran figura a partir de mediados los años 60 durante una veintena larga de temporadas, Manuel Benítez trató, inútilmente, de que el apodo de el Cordobés no fuera usurpado por nadie más, salvo que alguno de sus hijos quisiera seguir la profesión paterna. Y ocurrió que a principio de los años 80 surgió un muchacho llamado Manuel Díaz González dispuesto a ser torero. La aciaga tarde en la que murió Paquirri, 26 de septiembre de 1984, en Pozoblanco, el diestro brindó la faena del primero de sus toros a ese prácticamente desconocido novillero, Manuel Díaz, que se había anunciado en la feria del citado pueblo cordobés con el poco taurino sobrenombre de el Vinagre. Nunca olvidaría este muchacho haber sido el último en recibir un brindis de Francisco Rivera, ni la escena terrible de la cogida mortal. El Vinagre continuó con su afición, sus enormes ganas de debutar en Córdoba, lo que sucedió al año siguiente.
Tenía interés en que Manuel Benítez supiera de su existencia. Nos consta que se interesó por el muchacho, quien pasados los años, con el apoderamiento de Paco Dorado, viejo zorro del negocio taurino, pasó a anunciarse en los carteles como Manuel Díaz el Cordobés, y así tomó la alternativa de manos de Curro Romero en Sevilla el 11 de abril de 1993. Manuel Benítez puso el grito en el cielo, removió Roma con Santiago, pretendiendo que nadie más que él pudiera usar ese mote. Pero los jueces no le dieron la razón, y sí a Manuel Díaz a seguir utilizándolo. ¿Por qué? Benítez tenía que haber renovado el uso y disfrute del sobrenombre de el Cordobés, con las oportunas diligencias oficiales en el Registro correspondiente. No lo hizo y perdió sus derechos. Pensó entonces que alguno de sus hijos varones pudiera ser torero y entonces anunciarse el Cordobés, hijo.
Sus dos primeros varones, Manuel María y Rafael, azuzados por su progenitor, se enfrentaron varias veces a las vaquillas que éste les proporcionaba en la plaza de su finca de Villalobillos. Pero ambos renunciaron finalmente a ser toreros. Y, a la tercera va la vencida: el quinto de sus vástagos, Julio (nombre con el que fue bautizado porque su padrino fue Julio Iglesias), terminaría siendo matador de toros. Nacido en Córdoba el 1 de mayo de 1985, debutó como novillero en 2004. En algunas plazas, detrás de su nombre y primer apellido, fue anunciado tal y como quería su padre, como el Cordobés, hijo. Una manera, insistimos, en reivindicar un apelativo que sin duda Benítez padre había llenado de gloria para la historia del toreo. En los últimos tiempos ya sólo se le conoce como Julio Benítez. El doctorado como matador lleva fecha del 25 de mayo de 2007, en la feria de Córdoba, donde ocurrió algo curioso: el primer espada del cartel, Finito de Córdoba, era quien según las reglas debía darle la alternativa tras el ritual del intercambio de muleta y espada. Pero en la plaza estaba Manuel Benítez, quien entre aplausos y ruegos, saltó al ruedo y asumió ese compromiso de "alternativar" a su hijo. El presidente del festejo, sin duda, se dejó llevar por la emoción del momento, desentendiéndose del reglamento taurino.
Como matador de toros, este Julio Benítez ha desarrollado una discreta carrera, sin que hasta la fecha decidiera confirmar su alternativa en Las Ventas, ritual que tarde o temprano realizan casi todos los matadores, salvo los que no son del interés de la empresa madrileña. Si quisiera, el menor de los hijos de el Cordobés padre podría pisar el ruedo de la Monumental en inmejorables condiciones. Pero ni su progenitor quiere que dé ese paso ni el propio torero, conscientes ambos de sus limitaciones. Terco, Benítez se había negado como decíamos a que se enfrentara en alguna plaza con Manuel Díaz. Pero desde que se separara el último verano de Martina Fraysse, con quien llevaba cincuenta años de matrimonio, su relación con Julio es distante y parece que desde entonces se hablan poco o nada.
Por otra parte Julio Benítez es mayor de edad, cumplirá treinta y dos años en mayo, es dueño de sus actos y no necesita pedirle permiso alguno a su padre para hacer lo que le venga en gana. Y eso es ahora torear mano a mano si es posible con quien ya está reconocido como su hermano, Manuel Díaz el Cordobés. Diecisiete años se llevan de diferencia, amén de que este último le gana en catorce años más de alternativa como matador. Treinta y dos años vistiéndose de luces, en tanto Julio Benítez lo hace desde hace sólo trece. Si decimos que Julio Benítez no ha despuntado entre las figuras surgidas en los últimos años, Manuel Díaz el Cordobés sí está reconocido como un torero mediático.
Abomino de ese vocablo, pero con él se le vincula a aquellos profesionales que despiertan el interés de un público no precisamente de su propia profesión. Y aunque así sucede también, se le considera diestro voluntarioso, muy valiente, ayuno de arte, que no es del gusto de los buenos aficionados, los que velan por un toreo ortodoxo. Y él, como algunos otros que no queremos citar aquí, son objeto de la atención de las revistas y los programas televisivos del corazón, más por su vida fuera de los ruedos que por lo que ejecutan en ellos. Repite "el salto de la rana", que popularizó su padre. Almorzando con él, habida cuenta que yo publiqué su primera biografía en varios capítulos en la revista Diez Minutos, se sinceró así conmigo: "Mira, yo no soy torero de arte como pudiera serlo Rafael de Paula, Curro Romero o Morante de la Puebla. Tengo que satisfacer a mi público y sé cómo hacerlo". De esa manera ha conquistado una gran popularidad y ha ganado mucho dinero. El suficiente para tener una ganadería y un magnífico chalé (como exhibió en el programa de Bertín Osborne) donde es muy feliz con Virginia Troconis, su segunda esposa, con quien tiene dos hijos. De su primer matrimonio con Vicky Berrocal, es padre de una niña.
La corrida en la que se enfrentarán Manuel Díaz el Cordobés y Julio Benítez constituye un acontecimiento más social que taurino. Le interesa a las publicaciones rosas, a los programas de ese corte y a tal fin apuesto que a Morón de la Frontera acudirán no pocos reporteros especializados en ese mundillo "del famoseo", y dudo que estén presentes los críticos taurinos de los más importantes medios. Porque ese supuesto duelo carece del más mínimo interés para el aficionado. Los dos diestros ya se presupone qué harán esa y otras tardes, lo que no ha de inquietar a ninguno de los primeros espadas del grupo especial del escalafón taurino. Podrá frotarse los dedos el empresario cordobés Antonio Sanz, arrendatario de la plaza de toros de Morón de la frontera, cuyo propietario es el alcalde de la ciudad sevillana, taurino de pro amén de ganadero y antiguo apoderado de Enrique Ponce y otras grandes figuras, Manuel Morilla. El coso tiene una capacidad para cinco mil espectadores. El lleno parece asegurado. Es posible que toreen en otras plazas y consigan un buen dinero por la publicidad que de antemano ya disfrutan.
Otra cosa será si el abrazo de hermanos que se den tenga en adelante el refuerzo de un lazo de sangre y no un simple acto emotivo que sirva más para las revistas que para su condición fraternal. ¿Asistirá Manuel Benítez? Es esa pregunta que los amantes de los tópicos dicen "del millón" para elucubrar si con su presencia estará dispuesto a abrazar a ese hijo del que nada ha querido saber hasta la fecha, o sólo preferirá mantenerse cerca del otro, viéndolo vestirse de luces en su habitación. Porque si Manuel Benítez no va a Morón de la Frontera ese día y prefiere quedarse en Villalobillos, la finca cordobesa en la que convive con otra mujer desde su separación de Martina, habrá perdido una hermosa ocasión para reconciliarse con alguien de su propia sangre, abrazar a sus dos hijos y ayudarlos si es menester en cuanto lo necesiten. Lejos de herencias y mezquinas disputas.
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