La noche televisiva de los jueves sigue teniendo a Cuéntame cómo pasó como la comedia de situación más vista. Si bien al inicio en enero de la décimo octava temporada de la serie más veterana se contabilizó una caída en la audiencia, estimada con respecto a la anterior en ochocientos mil telespectadores menos, en el más reciente capítulo, que hace el cuarto este año, la productora pudo frotarse las manos, al recuperar trescientos mil telespectadores. En total fueron dos millones ochocientos mil los que contemplaron las peripecias de la familia Alcántara, que en su traslado de vivienda a una zona residencial acaeció que la abuela Herminia, no contenta con ese cambio, optó por irse inesperadamente a una residencia para la tercera edad regida por unas monjas. La actriz María Galiana mostró su mejor vena dramática, registro interpretativo que no le es ajeno.
Cuenta ochenta y un años esta sevillana que para quienes la siguen semanalmente en Cuéntame da la impresión de ser una perfecta ama de casa, amén de su condición de abuela. Esto es: que borda su papel y habrá quien piense que, en su casa, es más o menos lo mismo. O algo parecido. Sin duda lo es en lo que respecta a la sencillez, al sentido común que, en la mayoría de los casos, preside su conducta. "Intento la mayor sinceridad posible·, dice sobre su trabajo ante las cámaras. Pero resulta, para quienes lo ignoren, que es Licenciada en Filosofía e Historia, asignaturas que impartió hasta su jubilación en el año 2000. ¿Y cómo es que una profesora, con otras vestimentas claro está, se ha dedicado a la enseñanza, y al tiempo ha venido ejerciendo de actriz? Siempre, desde que era niña, le fascinó el arte de fingir, sentirse otra y representar funciones teatrales. Y en el T.E.U (Teatro Español Universitario) es cuando alternó libros de texto con libretos escénicos. Y por hacer un favor a unos alumnos, embarcados en la producción de la película Madre in Japon, año 1985, aceptó un papel allí, lo que marcó el inicio de su filmografía, hoy ya con veintitrés títulos (Pasodoble, Belle Époque, Suspiros de España (Y Portugal), Más allá del jardín, Yerma…), prácticamente todos en calidad de actriz secundaria. Salvo el de su inmensa interpretación como protagonista en Solas, que el año 1999 le valió el premio Goya. No le han vuelto a ofrecer otro personaje que encabece el reparto, acaso porque no los hay o no son comerciales para una mujer de su edad, que no de su talento más que probado.
Hija única de un empleado de Campsa y de una mecanógrafa, nació en Sevilla el 31 de mayo de 1935. Se casó en 1961 con un compañero de estudios, Rafael González Sandino. Ambos, profesores de Universidad. Cuando él aceptó un puesto en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, el matrimonio hubo de asentarse en la capital un tiempo, hasta 1964, periodo que la actriz rememoraba en un libro de recuerdos, La vida por delante, como el peor hasta entonces de su vida, pues hubo de ejercer sobre todo de ama de casa. Madre de cinco hijos, tres de ellos varones, siempre consideró no haberles prestado la atención precisa, sujeta a sus deberes docentes. El caso es que los crió y educó, sin desatender su papel de profesora. Enseñar, transmitir sus enseñanzas, es lo que ha llenado siempre su vida. Y cuando le fueron ofreciendo más oportunidades en el cine y el teatro, ella supo siempre combinar sus quehaceres, pero insistimos poniendo por delante en todo momento sus compromisos en las aulas.
Resulta anecdótico que desde mucho tiempo atrás abominara de la televisión. Decía en el año 2000, nada más jubilarse como profesora: "No veo jamás las series, ni siquiera sé de qué tratan, no he visto nunca por ejemplo un capítulo de Médico de familia. Y, ya ven: un año después, en la primavera de 2001, le ofrecieron para la pequeña pantalla, esa misma, insistimos, que no era de su agrado, un personaje entrañable, que ella ha dotado de humanidad, ternura, complicidad con el telespectador: el de abuela de una familia de clase media, la de los Alcántara. Esta Herminia de la televisión es "la abuela más querida" para los millones de españoles que la ven cada siete días. Piensa María Galiana que si Herminia desapareciera, la serie adolecería de un personaje imprescindible en ese clan. La actriz se levanta todos los días a las cinco y media de la mañana, la recoge un coche de la productora Ganga a las seis para ir al estudio de grabación en donde, antes de que amanezca ya está todo dispuesto para grabar un nuevo capítulo, de lunes a viernes. Diecinueve están programados para la presente temporada, que hace la número dieciocho. En total, son quince los años que ella lleva asumiendo maravillosamente su papel. Con una vitalidad extraordinaria. Llevada por su amor al teatro ha estado representando los fines se semana hasta el pasado 4 de febrero una obra clásica, La asamblea de las mujeres, a las órdenes precisamente de Juan Echanove, al que considera "su sexto hijo" desde que coincidieron en el reparto de Cuéntame.
María Galiana enviudó en 2008. Superó esos malos momentos refugiada en el rodaje de la serie, Y en la constante lectura de textos. Nunca presume de cuánto sabe, que es mucho. La cultura que atesora no tiene en ella por qué chocar con la sencilla condición de su personaje en Cuéntame. Comenta que en algunas ocasiones ha de rectificar a los guionistas algunas frases que tiene que aprender y repetir, al considerarlas improcedentes en el tiempo en el que van desarrollándose los capítulos. Expresiones que hace cuarenta, treinta años, no se decían tal como hoy. Tal actitud revela el grado de implicación que tiene con la Gramática, la sintaxis y la Historia. En apariencia, la tal Herminia viene a representar una abuela conservadora, cuando en la vida real María Galiana dice haber sido siempre una mujer bastante liberada en sus años jóvenes que siguió con su rebeldía conforme iba cumpliendo años. Y aún hoy puede sorprender por su concepción sobre la sociedad actual. Tal vez lo único que en la actualidad la aleje de costumbres y usos sean las nuevas tecnologías. Por lo demás su pensamiento no es el de una mujer retrógrada, aferrada al pasado. De ideología izquierdista, votó en el pasado al PC por no fiarse del PSOE. Una vez, siendo presidente José María Aznar, fue invitada a un almuerzo en el Palacio de la Moncloa. Quedó complacida con las atenciones que le prodigó el matrimonio, aunque decepcionada por la comida que le sirvieron: unos espárragos de lata y una carne al horno no muy convincente. No sabe estar con las manos cruzadas, sin hacer nada. Por eso su cometido en Cuéntame llena su vida, aunque tenga que darse esos citados madrugones y vivir lejos de su adorada Sevilla, adonde vuelve en cuanto tiene un día libre o los fines de semana. Prefiere el cine al teatro. Katherine Hepburn e Ingrid Bergman continúan siendo sus estrellas favoritas. Del mundillo artístico no le apetece alternar en actos ajenos al propio trabajo: detesta los cócteles, las fiestas, los festivales, las entregas de premios… ¿A que no la han visto nunca en los Goya?
Lo que gana en Cuéntame es secreto del sumario, aunque si nos guiamos por las bases acordadas en la Unión de Actores, un actor secundario en series televisivas ha de percibir alrededor de quinientos cincuenta euros por sesión. Si rueda varios días a la semana, su caché quizás ronde entre los tres mil o cinco mil euros mensuales, brutos. La productora para la que trabaja es generosa, al margen de esos mínimos acordados entre los profesionales. Nada que ver con lo que se embolsan los protagonistas, en este caso Imanol Arias y Ana Duato, que temporadas atrás, oficialmente al menos, se decía que setenta y dos mil euros por capítulo. Incluso puede que una cantidad muy probablemente superior, sobre todo desde que la productora de la serie negoció el pasado año la continuación del contrato. Se tiene la impresión que Cuéntame no tiene por ahora fecha de caducidad, al punto de que se rumorea que los directivos de TVE están pensando en renovar pronto otra tanda de historias. En ese caso María Galiana asegura que "hay Herminia para rato".