Una historia amarga, dramática vivió la ahora tempranamente fallecida Bimba Bosé cuando era una niña. Episodio muy duro también sin duda para la madre de Bimba, que hoy llora amargamente junto a toda la familia: Lucía González Bosé, a quien unas veces la llaman por el apellido materno y otras por el mote de su padre, Dominguín.
Lucía hija conoció en uno de sus frecuentes viajes juveniles a un italiano llamado Alessandro Salvatore, ingeniero de carrera, con quien contrajo matrimonio. Tuvieron dos hijos: Eleonora, familiarmente llamada Bimba, y un varón, Rodolfo, al que empezaron a llamarlo Rudy para ser desde hace pocos años conocido por el apelativo de Olfo. Poco le duró la felicidad a Lucía, quien acabó separándose de su marido, al que las leyes italianas otorgaron la tutela de los pequeños. Normalmente, si éstos tienen poca edad, los jueces suelen inclinar la balanza hacia la madre, pero no fue aquí el caso.
Los padres de Lucía, aunque ya separados desde hacía tiempo, procuraron cada uno por su lado arropar a la segunda de sus hijos. Pero no valían sólo palabras cariñosas. Sabedora Lucía de la influencia que pudiera tener su padre, el torero Luis Miguel Dominguín, le rogó entre sollozos que mediara en su favor para que pudiera recuperar a sus hijos. Que estaban, de alguna manera, secuestrados por el padre, el tal Sandro, quien no quería que Bimba y el chico se reunieran con su mamá. Y ésta, sumida en el dolor, llevaba ¡año y medio sin verlos! Luis Miguel, decidido, tomó inmediatamente cartas en el asunto en cuanto su hija se lo pidió, reuniéndose con su cuñado, Juan Manuel Sáinz de Vicuña, que se encargaría de contratar a un bufete de importantes abogados norteamericanos. Para que el asunto pudiera arreglarse lo más rápidamente posible, Luis Miguel Dominguín, en compañía de quien fue la última mujer de su vida, la elegante dama Rosario Primo de Rivera y de su propia hija Lucía, viajó hasta la localidad tejana de Mac Allen, en los Estados Unidos. Desconocemos más detalles del por qué fue en este lugar donde, celebrado un nuevo juicio, la hasta entonces desconsolada madre de Bimba y Rodolfo pudo recuperar la tutela de éstos, sus queridos hijos, con quienes volvió felizmente a Madrid.
Aquel marido de Lucía, Alessandro, terminaría casándose nuevamente, se instaló en Puerto Rico, tuvo otros hijos, y falleció en 2008. Se cuenta que Bimba tenía buenas relaciones con él. Como también se ha dicho que con Lucía, su madre, vivió algunos desencuentros. La enfermedad de Bimba, que le detectaron en 2014, parece que acercó más a madre e hija.
En cualquier caso, el relato de aquella separación de Lucía de sus hijos marcó buena parte de sus años jóvenes. Luego, se enamoró del actor Carlos Tristancho, ya retirado del cine, con quien también volvería a fracasar sentimentalmente, pese a los veintiséis años de convivencia y los dos hijos que tuvieron, Lucía y Jara, separándose en 2011. Gran parte de culpa de esa ruptura pudo tener su epicentro en el desastroso negocio en el que se embarcó Tristancho en su tierra extremeña. De acuerdo con Lucía le compró a una señora llamada Josefa Méndez Iciarra un antiguo convento de franciscanos, por la cantidad de un millón de pesetas. Que con ayuda económica de algunos socios lo convirtió la pareja en un hotel que tomó el mismo nombre que el monasterio, Rocamador, en el término pacense de El Almendral. Por mucho que publicitaron el establecimiento, y hasta pidiendo ayuda a Miguel Bosé para que lo promoviera llevándole amigos, aquello no funcionó y la pareja Tristancho-Dominguín se arruinó. Lucía acusaba a su pareja de engañarla, de no decirle a tiempo los problemas que les acuciaban, por mucho que ella no ignorara que el hotel estaba vacío la mayoría de los días. Lo que no sabía era el estado de cuentas. Y cuando el antiguo actor no tuvo más remedio que anunciarle que no tenían un maldito euro y que las deudas les sobrepasaban, Lucía sintió que el mundo se le venía encima. Bien se lo había anticipado su hermano Miguel, que aquella empresa no le parecía tan saludable como el ingenuo y fantasioso Tristancho proclamaba al principio.
Poco después Lucía volvía a Madrid, reuniéndose luego con su madre, la siempre maravillosa "mamma" Lucía Bosé, a la sazón entonces en Turégano, donde también se había empeñado en otro ruinoso sueño: el de su Museo de los Ángeles. Que tuvo que cerrar, ante la falta de ayudas oficiales, la escasez de ingresos y la abundancia de gastos. A finales de 2013 Lucía hija no tenía ya casa ni siquiera para comer y vestir. Tuvo su madre que dejarle que habitara el citado Museo, ya cerrado al público. Si Miguel Bosé se hizo un poco el loco con aquellos problemas de su hermana mayor, pienso que luego le echaría una mano, aunque nunca se ha sabido de qué manera salió adelante Lucía. Para embrollar más su adversa situación anímica y económica, su hijo Olfo hizo unas declaraciones poniendo verde a su tío Miguel, del que entre otras lindezas afirmó que desafinaba en algunas de sus canciones. Ignoramos si Bimba, metida en sus variopintas actividades, pudo ayudar a su madre en tan tristes circunstancias: sin pareja, tras su segundo fracaso, con otros dos hijos, sin techo, sin dinero ni porvenir…
Resulta lamentable escribir estas cosas de una mujer a la que conocimos de adolescente en su chalé madrileño de Somosaguas, cuando en alguna ocasión acudimos bien a entrevistar a su madre o a su hermano Miguel. Por allí estaba la menor, Paola. Y Camilo Sesto y algún otro personaje conocido, como la poeta Gloria Fuertes. Improvisaban bailes, canciones, siendo Lucía hija una chica divertidísima, simpática con todo el mundo. Menos agraciada físicamente que sus hermanos, en cambio creo que les ganaba en eso, en ser tremendamente afable y risueña. Había nacido el 19 de agosto de 1957 en la clínica Rúber, de Madrid. Luis Miguel toreaba ese día en Tarragona, como nos recordaba su biógrafo, el excelente periodista y conocido taurino Carlos Abella. Disfrutó junto a su familia de algunos veraneos en la Costa Azul, en casa de Pablo Picasso. Abella refería que en su estudio, el gran pintor les facilitaba lápices y cuadernos, sobre los que garabateaban lo primero que se les ocurría. Y luego, Picasso proponía cambiarles esos monigotes por dibujos suyos, a lo cual, la muy decidida Lucía hija se oponía, terminando por arrojar a un rincón los dibujos picassianos, "que eran horribles", en expresión de ésta. No contenta, le espetaba: "Pablo, tú no sabes dibujar".
Solía la pequeña levantar el teléfono cada vez que escuchaba una llamada, en espera de que al otro lado del auricular se escuchara la voz de su padre, que una noche le dijo que había cortado esa tarde cuatro orejas. Noticia que transmitió inmediatamente a Picasso y éste le regaló una cartulina con un toro ¡con cuatro orejas!
Luis Miguel Dominguín opinaba así de su hija Lucía, siendo ya esta mayor: "Es encantadora… a pesar de su metro noventa. Tiene una gran personalidad. Es ama de casa, guisa, cuida a sus niños, diseña joyas… Yo creo que lo hace al saber los éxitos de sus hermanos. No quiere quedarse atrás, a pesar de que es hasta ingenua, pero tremendamente afectiva". En los años 60 se fue a vivir a Londres y compartió apartamento con Miguel, su hermano. Estudiaba inglés en una academia. Y quería triunfar a toda costa. Fue modelo durante un tiempo. Y además pintaba y hacía esculturas. Pero, ya les he contado esos fracasos terribles en su vida. Y ahora este tremendo trago para una madre que ha de enterrar a una hija, la muy querida Bimba, que tan feliz parecía siempre… mientras por dentro trataba de superar la cruel enfermedad que la ha llevado a la tumba.