Érase una adolescente madrileña que soñaba con ser una estrella de la pantalla. Con frecuencia, la mayoría de jovencitas se despiertan y observan que la realidad es muy distinta. Pero para María Valverde sus ilusiones se cumplieron muy pronto cuando vivía en la barriada madrileña de Carabanchel, en su mayoría habitada por familias obreras de clase media y baja. Tenía sólo dieciséis años cuando, con su primera película, La flaqueza del bolchevique, le otorgaron el premio Goya a la mejor actriz revelación. Era el año 2003. Desde entonces, su carrera ha ido en ascenso. Su filmografía alcanza veintiocho títulos, entre ellos recordamos La mula, hasta rodar en escenarios fuera de España: en Italia, Melissa P, con un argumento acerca del despertar sexual de una muchachita. Y a las órdenes de Riddley Scott en el remake de Exodus, donde incorporaba el personaje de mujer de Moisés (Christian Bale). Ahora mismo tiene un agente artístico en Londres, y otro en Los Ángeles, porque pasó una larga temporada en Hollywood. A la chita callando se está labrando un porvenir en la Meca del Cine.
No aparenta físicamente María Valverde los treinta años que va a cumplir el próximo 24 de marzo. Le asiste un halo muy juvenil en su rostro, de aire entre cándido y sensual. Como una Lolita de nuestro tiempo, capaz de interpretar papeles muy por debajo de su edad. El maquillaje hace milagros, desde luego y puede convertirse en una dama de un tiempo ajeno al suyo real. En su inmediata película será una aristócrata italiana, la condesa Renata, que se siente atraída por un oficial norteamericano recién terminada la II Guerra Mundial. Es el caso de un coronel estadounidense, Richard Cantwell, quien de regreso a su país acusa de pronto nostalgia de sus días bélicos vividos en la hermosa Venecia. Y decide retornar a la ciudad de las góndolas, donde conocerá el amor. La historia está basada en una novela, poco conocida creemos, de Ernest Hemingway, Across the River and into the Trees (Al otro lado del río y entre los árboles). Y en esos papeles protagonistas figuran el antiguo actor que dio vida a James Bond, el británico Pierce Brosnan y nuestra compatriota, María Valverde, para quien ese filme constituye una oportunidad de oro con la que rubricar su carrera internacional.
Si esos amores en el celuloide nos cuentan serán de alto voltaje erótico entre ambos, en la vida real María Valverde los siente al lado del director de orquesta Gustavo Dudamel, quien dirigió la Orquesta Filarmónica de Viena en el último concierto de Año Nuevo en la capital austriaca. Allí estaba ella, entusiasmada, en aquel ambiente de ensueño, sin perder la atención al estrado desde donde batuta en mano su amor llevaba el compás de la gala. Nunca podía imaginarse que iba a introducirse en un mundillo bien distinto al suyo, al de sus gustos musicales hasta hace poco bien alejados de la música clásica que cultiva su novio. Es ahora cuando el amor ha obrado ese milagro de que se interese por unas partituras que le eran ajenas.
Se ha contado ya, pero abundamos en ello, de cómo se conocieron: hace un par de años, en el rodaje de Libertador, película cuya banda sonora había compuesto Dudamel, en la que la actriz personificaba a la mujer de Simón Bolívar, el héroe venezolano. Entonces, cada uno tenía su respectiva pareja: él, casado con Eloísa Maturen, bailarina clásica con quien tiene un hijo; ella, profundamente enamorada de un galán "cachas", Mario Casas, de quien se prendó rodando La mula. Pero poco después, éste le puso los cuernos sin ningún disimulo. Con Berta Vázquez. Y María Valverde, sin comprender absolutamente nada de ese inesperado comportamiento cayó en una depresión, que le hizo marcharse a Londres para recuperarse del mazazo: "No me lo esperaba de Mario… Lo quise mucho, pero ahora, de repente, se ha convertido para mí en un desconocido". Estas cosas, pasan, que es un tópico muy recurrido en tantas decepciones sentimentales.
Gustavo Dudamel no es tan atractivo como Mario Casas, desde luego. Incluso quizás no sea guapo, que uno no opina sobre el físico de los varones. Pero María Valverde ha encontrado en este director musical, considerado un tanto heterodoxo con respecto a otros colegas más clásicos, al hombre que en estos momentos la hace feliz, con el que convive en Los Ángeles, y tal vez tengan también en Madrid su nidito de amor. Los dos viajan constantemente, pero para dos enamorados, las distancias no existen. Estoy resultando un pelín cursi, lo reconozco, mas me pongo en el lugar de ambos, que dan gracias a Cupido, porque lo suyo fue un "flechazo". Y María Valverde no ha dudado en decir esto: "He recuperado la ilusión que había perdido".
Mario Casas también ha vuelto a cambiar de acompañante, dicho sea de paso. Y la carabanchelera, que hoy ya dispone de un nutrido vestuario porque también luce de vez en cuando modelos de grandes firmas (Dior, Chanel, Louis Vuitton) y ha merecido elogios de Karl Lageferld, ese tío del pelo blanco, los guantes puestos aunque sea agosto y abanicándose aunque estemos en invierno, cuida al máximo su físico, como hemos comprobado en Facebook en un vídeo donde aparece "machacándose" su cuerpo serrano para estar en plena forma. Lo mismo nos anuncia su boda durante este 2017, cuando Gustavo consiga el divorcio.