Puede que Jack Nicholson haya sido una de las últimas grandes estrellas del cine norteamericano, cuando ya en la década de los 70 el llamado "star system" iba desvaneciéndose. Poco queda hoy de ese "glamour". De ellos, si nos olvidamos de Brad Pitt, George Clooney y algún otro, nos encontramos con un Hollywood desvaído, sin galanes que nos hagan olvidar los de hace sesenta o setenta años. En el caso de Jack Nicholson vino a ser, con las diferencias que quieran encontrar, una continuación del mito rebelde encarnado por James Dean.
Lo conocí cuando vino a Madrid a presentar una de sus grandes películas, Chinatown, allá por 1975. Nada más entrar en la "suite" que ocupaba en un hotel cinco estrellas advertí que tenía sobre una mesita un volumen de Nietzsche. Y me dijo esto: "En principio, a mí me apasiona conocer todo, la vida, el estudio, cualquier conocimiento. Nietzsche es una figura trascendental de la filosofía, que ahora interesa más que en su época, por cierto. Afirmaba, junto a Bernard Shaw, que la sociedad era un entramado de decepciones, causadas porque lo que se da en las relaciones humanas son respuestas fáciles, cuando lo que hay que dar son respuestas difíciles". Ciertamente el actor siempre fue tenido por hombre culto, de los más preparados de su generación. Parte de su gran fortuna, por ejemplo, la invirtió en pinturas de Picasso, Matisse, Magritte… De aquella entrevista sólo voy a recordar su respuesta a mi pregunta de si era consciente de haberse vendido alguna vez a la todopoderosa industria del cine: "Una sola. Hice una película porque necesitaba dinero. Me arrepentí. Nunca más me sucedería". No me contó qué cinta fue aquella, pero ahora que ha aparecido una biografía escrita por Mark Eliot he podido colegir que era "Vuelves a mi lado", que rodó al lado de Barbra Streisand y costó doce millones de dólares, entonces una cifra elevada.
Jack Nicholson, dejando aparte sus amplios conocimientos, su vasta educación, fue durante gran parte de su vida un tipo atormentado, obsesionado por el sexo, asiduo consumidor de drogas, incapaz de mantener relaciones estables con las muchas mujeres que adornan su pasado sentimental. Puede que su voluble carácter se deba a las circunstancias de su nacimiento, asunto turbio del que tardó en enterarse y por supuesto de lo que nunca quiso hablar con ningún periodista. Siempre creyó ser hijo de John Nicholson y Ethel May, quienes tuvieron una hija, June. Ignoraba el actor que un amigo de su familia, Don Furcillo-Rose, se entrometió en sus vidas, manteniendo relaciones amorosas con Ethel, pero también con June. Y un día, a poco de estrenarse Chinatown, confesó en las páginas de un suplemento de prensa, Parade, que Jack era hijo suyo… ¡y de su hermana June! Una historia incestuosa que, al conocerla, sumió en un comprensible dolor a quien de alguna manera siempre pensaba que su madre le ocultaba un gran secreto. Y lo era, vaya si lo era…
Antes de que conociera tan dolorosa realidad, Jack Nicholson consumió cuantas drogas le apetecieron. A ellas se aficionó muy concretamente durante el rodaje de la película que lo dio a conocer en todo el mundo, Easy Rider, que dirigió su amigo de juergas Dennis Hopper. Sólo en una secuencia donde aparecía una fogata, se fumó un centenar de porros. Parece que los estimulantes favorecían su libido, lo que experimentó con quien fue su única esposa Sandra Knight. El matrimonio se casó en 1962 y aunque tuvieron una hija no duraron juntos ni siquiera cuatro años.
Los amores compulsivos de Jack Nicholson a lo largo de más de tres decenios es posible tengan relación con esa oscura circunstancia de su llegada al mundo. Tuvo sucesivos romances, a saber: con Winnie Holman, Rachel Ward, Candice Bergen, Joni Mitchel… Apareció en el Festival de Cannes del brazo de Michelle Phillips, componente del cuarteto The Mamas and the Papas, quien se había separado de John, su marido para casarse con Dennis Hopper, al que abandonó a la semana de casados. Aquello sentó a cuerno quemado a este último quien para vengarse se fue derecho a la cama con la última novia que había tenido Nicholson, Mimi Machu. Estas cosas parecen de vodevil. Rodando El resplandor, Jack se ligó nada menos que a la mujer del premier ministro canadiense, la muy liberal Margaret Trudeau. Para ampliar sus conquistas con damas de renombre cayó en sus redes la muy voluble Cristina Onassis, quien pese a sus millones siempre fue una mujer infeliz en el amor. Pasó luego a encamarse nuestro buen hombre con Melanie Griffith, quien antes de ser esposa de Antonio Banderas parece tuvo más de un amante. Anoten también que Jill St.John, otra que tal, que iba de alcoba en alcoba, se sumó a la lista de romances de Jack Nicholson. Para ser sustituida por Bianca Jagger, quien tras ser despachada por el bocazas del rolling Mick, lo reemplazó con quien se le puso a tiro. Llegó luego a los brazos del galán antidivo una entonces espléndida Diane Keaton, quien no siempre se fijaba en la belleza de sus amantes, juzgándola al emparejarse con Woody Allen, que a lo mejor la divertía más con sus ocurrencias.
Contaba medio siglo Jack Nicholson cuando se deslumbró ante Meryl Streep, y a la recíproca, tras coincidir como protagonistas de Tallo de hierro. Curioso resulta leer en el libro biográfico sobre el actor que una conejita de la revista Playboy, llamada Karen Mayo Chandler dio con la mejor definición acerca de las prácticas amatorias de este personaje: "Es un cachondo en la cama, ¡una máquina del sexo!" Se cuenta también que entre los placeres ocultos de Nicholson cuando estaba a gusto con una mujer se complacía con ciertas prácticas fetichistas y sadomasoquistas, ayudándose de un buen látigo a mano y unas esposas. De las usadas por la policía, vamos. En Hollywood, todas esas perversiones se saben, claro. Lo mismo que entre los astros de la pantalla se suceden comentarios sobre quién es más seductor. Recuerdo haber leído en más de una ocasión que Warren Beatty se las llevaba de calle y ellas lo consideraban el mejor de los amantes. Pues, bien, según el productor y director Bob Evans, Jack Nicholson le mojó más de una vez la oreja, en presencia del aparentemente eterno adusto Clint Eastwood y el ahora ya envejecido pero en tiempos admiradísimo por las féminas Robert Redford.
También hay un oscuro episodio que le complicó la vida, siquiera lateralmente. Recordarán que Roman Polanski fue acusado en los Estados Unidos de mantener relaciones sexuales con una menor en su casa de Mulholland Drive, siete años después de aquella monstruosa matanza en la que perdió la vida su esposa, Sharon Tate. Aquella adolescente de trece años, Samantha, volvió a encontrarse un mes más tarde con Polanski, pero en otra mansión, de la que era propietario Jack Nicholson. Éste le había dejado las llaves de la residencia, aunque parece ser ignoraba que iba a ser utilizada por su amigo Roman para acostarse con una menor. El caso es que, ausente él quien apareció en la casa fue Anjélica Huston, ajena a que allí estuviera el célebre director polaco con una chiquilla, la que de pronto salió de un dormitorio en paños menores. Imagínense la escena… Otra de vodevil. La tal Samantha confesó luego a su novio haber practicado sexo con Polanski, y entonces vino la denuncia ante el juez que de acuerdo con la policía dictó aviso para detenerlo. Pero Polanski, toda vez que compareció ante el juez, tuvo tiempo para salir de Los Ángeles rumbo a París y jamás ha vuelto a poner los pies en Norteamérica. Y el caso, por lo referido, salpicó de alguna manera a la reputación de Jack Nicholson.
Dejamos para el final el nombre de la mujer que acaso haya sido quien mejor comprendió a Jack Nicholson: Anjelica Huston. Al menos fue la que más tiempo lo aguantó, desde 1973 y 1989. Padre de cinco hijos con diferentes mujeres, da la impresión de haberse ya jubilado de sus andanzas sentimentales, de igual modo que lleva desde 2013 completamente retirado del cine y la televisión. Entonces se divulgó que padecía "el mal de Alzhéimer", aunque poco después lo desmintiera. El caso es que, cuando en la primavera próxima cumplirá ochenta años, ha dejado atrás una interesante producción cinematográfica que, iniciada en 1958 ha concluido en 2010 con su último largometraje. He contado sesenta y tres títulos, entre los cuáles es de justicia enumerar, éstos, aparte de los citados, líneas atrás, en nuestro artículo: El cartero siempre llama dos veces, El honor de los Prizzi, Al filo de la noticia, Batman, Lobo… Un tipo que durante la hora de conversación que mantuvimos, no dejó de enarcar sus cejas, como un guiño, un tic imposible de controlar, que hemos visto infinidad de veces en la pantalla. Como tampoco dejó de sonreir, entre sarcástico y cercano.