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Rosa Belmonte

Gilda se hace youtuber

El Youtuber llamado GranBomba llamó cara anchoa a un repartidor que le había ayudado y recibió una buena torta.

El Youtuber llamado GranBomba llamó cara anchoa a un repartidor que le había ayudado y recibió una buena torta.
El vídeo de GranBomba | Youtube

En un país donde a los padres les parece mal que sus hijos tengan deberes cualquier cosa es posible. También que un tipo que llama a otro cara anchoa y recibe una torta (¡una torta!) se cargue de razón y se ofenda como si hubiera recibido una paliza por ayudar a cruzar a un ciego. Ya saben que un youtuber llamado GranBomba hizo por la calle una broma con cámara oculta. Se acercó a un repartidor para preguntarle por la zona de las tiendas y el otro amablemente le dio las indicaciones necesarias. El gracioso le llamó cara anchoa y el otro, tras un momento, le dio una bofetada. Una bofetada más floja que la que Glenn Ford da a Rita Hayworth en Gilda. Aunque el youtuber no tenía esa melena que queda tan bien para el movimiento de cara tras el tortazo. Gilda no fue al médico, el youtuber sí. A por su parte de lesiones para denunciar al agresor. Tócate.

Al conocer esta historieta, la primera tentación es preguntarse si no podríamos organizar una cola como la de Aterriza como puedas cuando esa señora se pone histérica en el avión. Yo me pediría la llave inglesa. O los guantes de boxeo. O el bate de béisbol. Venga, vamos con la no violencia. Gandhi decía que podía zarandear el mundo. Si eso es lo que queremos, zarandear a este tipo. Pero sobre todo por el discurso que luego suelta amenazando al repartidor con un juicio (y no quiere dinero, que lo donaría a Cáritas). Hay quien sostiene que hay un linchamiento al youtuber con el hashtag #caraanchoa. Hombre, cuando los linchamientos por Twitter tengan las consecuencias de la última temporada de Black Mirror ya hablamos. ¿Pero cómo no se va a reír uno del youtuber? ¿De su palabrería llorica posterior? ¿En qué mundo vivimos? Seguramente en ese en el que si los profesores te riñen, van tus padres al colegio a reñir a los profesores en lugar de cruzarte a ti la cara. Lo normal antes, vaya.

Eso no quita que el repartidor sea la peor persona del mundo. No lo conocemos. Lo mismo no saluda a los vecinos, ni recicla, ni le gusta Cinema Paradiso, ni pediría matrimonio como Morata, ni daría dinero al padre Ángel. Cara Anchoa tampoco parece un insulto de rebotarse más allá de llamar gilipollas al graciosote. Estamos mal acostumbrados a la civilización, a que la gente se trague las gracias televisivas, telefónicas y radiofónicas. Pero este presunto linchamiento no es ni el Furia de Fritz Lang ni La jauría humana de Arthur Penn. Es un tonto que hace una tontería y recibe una respuesta bastante comedida, aunque a muchos nos resulte extraña porque no vamos pegando por ahí.

Hace poco hemos visto como unos salvajes daban una patada a una chica en las escaleras del metro. Porque sí. Porque el ser humano puede ser repugnante. Hace meses un tipo con pinta de pijo que se hizo grabar por otro dio una terrible patada por detrás a una señora que esperaba un taxi en Barcelona. El animal se preparó como si fuera a ejecutar un ‘yurchenko’. La pobre tuvo un esguince pero se podía haber quedado ahí o en una silla de ruedas. La línea entre el bien y el mal está en el corazón de todos los hombres (Solyenitzsin). La línea entre un tortazo merecido y una verdadera agresión debería estar en el corazón, en el cerebro o en alguna parte sensata de las personas. Incluso de los youtubers.

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