Es Inés Sastre un caso peculiar en la nómina de las actrices españolas que han desarrollado su trabajo fuera de nuestras fronteras. Cumplió este veintiuno de noviembre cuarenta y tres años, de los que ha vivido los últimos veinticuatro en París. Más que por sus películas –alrededor de veinte- su notoriedad la ha ganado como modelo, preferentemente para las más importantes revistas europeas, anunciando marcas de perfumes y de vestidos de exclusivas firmas. No obstante ha sido dirigida en la pantalla por grandes realizadores, como Antonioni y Sidney Pollack, teniendo ocasión de codearse con indiscutidas estrellas como Dustin Hoffman, Bill Murray, Andy García, Gérard Depardieu, Christopher Lambert, Jon Malkovich… Y todo esto sin que aquí hayan trascendido mucho tales trabajos cinematográficos. Más bien la proyección popular de Inés Sastre se la ha proporcionado no sólo su frecuente aparición publicitaria a través de costosos y elaborados reportajes gráficos, sino sobre todo sus múltiples amores, publicitados periódicamente en los semanarios del corazón. Y hay que señalar, haciendo un rápido recuento de sus aventuras sentimentales, que su biografía en ese terreno ha sido intensa hasta nuestros días.
Conocí a Inés Sastre durante un almuerzo en el Club Internacional de Prensa, allá por el año 1987 cuando el productor Andrés Vicente Gómez, muy bien relacionado con la cúpula socialista de la época logró reunir un elevado capital para financiar su película El dorado, cuyo presupuesto de mil millones de pesetas, entonces cifra nunca manejada por ningún otro en España, no sólo se disparó durante el rodaje, que se retrasó más de la cuenta por las dificultades que reunía la trama argumental, sino que después, cuando se estrenó el filme, resultó ser un fracaso de crítica y de taquilla. En aquella comida que recuerdo, compartí mantel con el director de la ambiciosa cinta, Carlos Saura y con hasta entonces una desconocida para nosotros jovencita llamada Inés Sastre, que se mostró durante las dos horas del ágape silenciosa, tímida y encantadora por sus gestos. Realmente nos fascinó su ingenuidad y su belleza. Ni ella ni nadie de nosotros podíamos intuir lo que sería después su vida y su carrera profesional.
Nacida en Valladolid, tuvo que enterarse de la separación de sus padres por boca de las monjitas en el colegio donde estudiaba. Su madre se ocupaba de ella, y fue quien más la animó a que trabajara de modelo siendo una adolescente de doce años: anunciaba una campaña publicitaria de McDonalds. Hizo otros trabajos similares. Después de El Dorado, cuando no había cumplido los quince, estaba decidida a ser actriz: le encantó el papel que le encomendaron, el de Elvira, hija del conquistador Lope de Aguirre. Fijó su residencia en París, donde inició unos cursos de Filología Francesa en la Universidad de La Soborna. La década de los 90 es cuando se destapa como una modelo internacional. Mediada esa década sustituyó a Isabella Rosellini para promover los productos de la importante firma de cosmética Lancôme, a la que estaría unida durante varias temporadas, alternando ese quehacer con sus apariciones en la pantalla.
Respecto a su vida sentimental no es fácil que precisemos fechas y nombres, así es que nos referiremos a sus amores sin asegurar su orden cronológico. En España se la relacionó con Colate Vallejo-Nájera y con Antonio Fournier Conde. Y en París y Londres, con el aventurero británico Giles Thorton, que murió asesinado en 1998, lo que le supuso a Inés Sastre un doloroso golpe del destino, al estar muy enamorada de él. Otros romances fueron con el empresario Michael de Maleingram, un tal Nick Taylor y un cantante francés de nombre Gregoire. Parecía llevar Inés una vida algo inestable en esa espiral de "ligues" y enamoramientos fugaces, hasta que pareció hallar en el empresario italiano Alex Corrías el hombre con quien alcanzaría el sosiego hogareño con el que soñaba. Y se casaron en Londres en 2006. Al poco tiempo nació Diego. La pareja "hizo aguas" apenas dos años después. Ella creyó que el hijo del matrimonio fue el que puso distancia con su marido. Diego es muy importante para Inés Sastre y con él viaja todos los veranos a Sotogrande (Cádiz), donde tiene una propiedad.
Más adelante, de un modo casual, se vio fortuitamente retratada en la portada de la revista francesa Gala, cuya dirección creyó atractivo reunir a la actriz y modelo junto a un periodista, presentador y productor de una cadena de televisión francesa, Jean-Luc Delarue. De aquel encuentro propiciado por el semanario pasaron a mantener una feliz convivencia, rota en 2010, porque Inés se cansó, creyéndolo siempre un manipulador. Delarue, envuelto en algún turbio escándalo de drogas, moriría poco después. Inés Sastre siguió apareciendo de vez en cuando, tanto en París como en la capital londinense, fotografiada con otros novios ocasionales hasta que en 2012 conoció a otro empresario italiano, Michele Alfano, que es con quien comparte su vida desde entonces. Él se dedica a unos negocios madereros. A lo largo de todo el rosario de amantes de Inés Sastre en los medios periodísticos y sociales franceses le han endilgado la etiqueta de ser una cazafortunas, lo que a ella, cada vez que lo lee o escucha le pone de malhumor, pues no cree serlo. Admite desde luego que se ha enamorado con facilidad en más de una ocasión. Eso es evidente, repasado su historial, en el que sin duda faltan más nombres.
Lleva tiempo alejada de los estudios cinematográficos; exactamente desde 2007. En España sólo ha rodado una película, en realidad una colaboración el año 2000, a las órdenes de Santiago Segura, que la contrató para Torrente 2, donde encarnó el papel de una cantante de cabaré. Pero a lo que no ha renunciado es a seguir posando para las revistas de moda, a cambio de un buen caché. Veremos por otro lado si su aparente tranquilidad actual con el mentado dueño de la industria Alfano Legnami le dura mucho tiempo. A Madrid viaja de vez en cuando, invitada a algún evento relacionado con la moda y de paso se reúne con su madre. No así con su hermana Candelas, mayor que ella, diseñadora de joyas, con la que hace muchos años no se habla. Y es que aquella modosita, ingenua, tímida Inés Sastre es ahora mujer de carácter, de gran personalidad, que entre otras cosas viene manteniendo su independencia desde que vive en París y hace lo que le viene en gana y le dicta su conciencia.