El éxito, la noche de los martes, de la nueva serie de Telecinco Lo que escondían sus ojos, rememora los amores fuera de sus respectivos matrimonios del que fuera todopoderoso ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Suñer, a comienzos de los años 40, con la marquesa de Llanzol. Fueron sólo cinco años los suyos de activa vida política cerca de su cuñado, el general Francisco Franco, del que se convirtió en su más próximo asesor. Su influencia fue extraordinaria, lo que le originó no pocos enemigos, dentro de su propia familia y desde luego en los aledaños del Régimen que él, por su brillante carrera como profesional del Derecho, ayudó a perfilar con normas y leyes que fueron los pilares del franquismo. Franco era un militar, desconocía los mimbres para programar sus líneas de Gobierno y esas carencias fueron aprovechadas por quien estaba tan cerca de él por lazos familiares, el citado Serrano Suñer, del que en los cuatro capítulos de que consta la mentada serie televisiva, además de su historia sentimental, se reflejan siquiera superficialmente los rasgos de su fuerte carácter, sus dotes de mando, y algunos de los episodios más importantes en los que tuvo un máximo protagonismo histórico.
A título meramente curioso apuntemos que su segundo apellido, de procedencia catalana, se castellanizó y él mismo trataba de corregir, cuando le era posible a sus conocidos, que debía pronunciarse con acento prosódico en la última sílaba, y no como todo el mundo hacía, y sigue haciendo. Fue compañero de carrera universitaria de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, uno de sus amigos íntimos, que además ofició de padrino de su boda con Zita Polo, cuyo fusilamiento le produjo una profunda conmoción. Perdió a dos hermanos durante la guerra, y él mismo estuvo preso y logró evadirse recurriendo a una treta en la que fue ayudado por el doctor Gregorio Marañón, saliendo de su brazo de la cárcel disfrazado con ropas femeninas. Se fue derecho a Salamanca donde se encontraba el Cuartel General del General Franco. Y así, a partir de 1937 se estableció una mutua colaboración entre ambos. Se habían conocido en Zaragoza, de donde él era natural, cuando Franco dirigía la Academia General Militar. Serrano Suñer, ya decíamos, se casó con Ramona Polo, a la que siempre llamaron Zita, hermana de Carmen, la esposa de aquél. En principio, los dos matrimonios mantenían relaciones cordiales.
Serrano Suñer se hizo cargo de la FET y las JONS (Falange Española Tradicionalista y las Juntas Ofensivas Nacional-Sindicalistas). La unión de ambas fuerzas significaría que el pensamiento joseantoniano se iría poco a poco diluyendo. Franco no quería banderías a su alrededor, y Serrano Suñer se ocupó de que no hubiera resquicios en ese sentido, poniendo las bases de lo que se acabó llamando Movimiento, es decir el pensamiento por el que iba a transcurrir la política franquista. Acabada la guerra civil fue nombrado ministro de la Gobernación. Después sería encargado de la cartera de Exteriores. Ejerció un decisivo papel en las conversaciones que, iniciada la II Guerra Mundial, mantuvo con Adolf Hitler y los preparativos para las que, en su presencia, realizó Franco con el Führer, en Hendaya, y con Mussolini, en Civitavecchia. En esas gestiones se trató fundamentalmente de ir dando largas al entonces "amo de Europa", quien pretendía que España entrara en la contienda. La decisión de Franco fue siempre ésta: nuestro país salía de una guerra civil en condiciones de pobreza y múltiples necesidades vitales y no estaba en condiciones de acceder a los deseos de Hitler. En esas dilaciones es cuando Serrano Suñer fue el principal valedor de la denominada División Azul, compuesta por voluntarios que acudieron a unirse a las fuerzas alemanas al grito de "¡Rusia es culpable!"
Vestía Ramón Serrano Suñer vistosos uniformes, que obedecían a diseños aprobados por él mismo, sin ninguna correspondencia con los habituales del Ejército. Al punto que el conde Ciano, su colega en la Italia fascista, le pidió un día la dirección de su sastre. En las reuniones sociales donde el ministro de Asuntos Exteriores despertaba la natural expectación (en una de ellas fue cuando conoció a la marquesa de Llanzol y se enamoró desde el primer momento que cruzaron sus miradas), se le tenía por hombre temido y muy influyente. Si en los círculos femeninos dieron en jugar con su apelativo motejándolo, gracias al atractivo de su físico, de "Jamón" Serrano Suñer, en los ambientes políticos le adjudicaron el alias de "Cuñadísimo", en razón a que el Jefe del Estado se había autotitulado Generalísimo. Toda esa aureola de poder que emanaba de la figura de Serrano Suñer se estrellaría poco a poco en su contra. Por un lado se le conocían sus simpatías por el fascismo y de alguna manera era complaciente con el nazismo también. Sus enemigos, si tenemos en cuenta lo que concluida la II Guerra Mundial contó él mismo en su libro Entre Hendaya a Gibraltar, le habían atacado asegurando que desde un primer momento del conflicto él era partidario de que España se uniera a las fuerzas alemanas e italianas. Serrano se defendió al manifestar todo lo contrario, que gracias a sus gestiones pudimos librarnos de participar en la guerra. Su ideología falangista lo había enfrentado con algunos significados jefes militares, como el bilaureado general Varela, y asimismo vigilaba de cerca a los monárquicos, muy en concreto a quienes soñaban con el regreso de Alfonso XIII. Cuantos se oponían en la retaguardia política a Ramón Serrano y no cesaban de buscar la fórmula para que fuera destituido por Franco, lograron al fin su propósito. Pero no está del todo claro si realmente fueron todos ellos quienes se salieron con la suya, o el círculo de El Pardo. Lo que creemos fue más decisivo. Y diremos por qué.
La influencia que, a todas luces, ejercía Serrano sobre Franco era perfectamente conocida por doña Carmen Polo. Y hasta su hija, familiarmente llamada Nenuca, llegó un día, cuanto tenía quince años, a decirle: "Mamá, pero aquí ¿quién manda, papá o el tío Ramón?". Por detrás, Carrero Blanco maniobraba para que Serrano saliera del Gobierno y así convertirse él como la eminencia gris del Régimen, lo que así sucedería. Lo que fue ya definitivo resultaría ser la indignación de doña Carmen, no sólo harta de que su cuñado pareciera ser quien gobernaba en España, sino que le había puesto los cuernos a Zita, su hermana, con una aristócrata de dudosa conducta moral, la marquesa de Llanzol, con la que había tenido una hija. Y al día siguiente de haber celebrado su onomástica (no quiso amargarle la festividad de San Ramón Nonato), Franco llamó a su despacho de El Pardo a Serrano Suñer: "Con todo esto que ha ocurrido, te voy a sustituir".
Oficialmente la destitución apareció en el BOE el 2 de septiembre de 1942. En el libro Conversaciones privadas con Franco, su primo, el teniente general Salgado-Araujo recoge el testimonio del Jefe del Estado sobre Serrano Suñer: "Cambiaba de chaqueta y vivía al sol que más calienta". No por su caída del Gobierno dejó Ramón Serrano Suñer de seguir viéndose a escondidas con su amante, la marquesa de Llanzol, pues sus relaciones durarían quince años.
Tuvo otras novias. Su esposa, Zita, que no era agraciada físicamente, no se las tuvo en cuenta. Sí que se ofendió profundamente al conocer que la engañaba con la marquesa de Llanzol. Pero a él le dio igual. Mantuvo su matrimonio y continuó sus amores adulterinos. Ciertamente, Zita fue mujer de gran paciencia y comprensión. Pero ¿qué podía hacer, separarse, con el consiguiente escándalo? Se había casado muy enamorada de Ramón, al que había conocido con diecisiete años, once menos que él. Tendrían seis hijos. El tercero, Ramón, fue quien estuvo a punto de casarse con Carmen Díez de Rivera, ajenos ambos a que eran hermanos.
Después de 1942 Ramón Serrano Suñer no volvió a relacionarse con Franco hasta tres años después, y de un modo displicente. Sólo se verían en lo sucesivo en acontecimientos de índole familiar. No tuvo actividad política alguna en adelante aunque apoyó un movimiento político clandestino de su gran amigo, el disidente Dionisio Ridruejo (Unión Social-Demócrata de España). Era propietario de Radio Intercontinental (hoy Intereconomía), que dirigía su hijo Fernando. Se dedicó a su prestigioso bufete de abogado, a dar conferencias y a escribir sus memorias. Crucé una brevísima conversación con él, ya cerca de su ancianidad. Mantenía su elegancia y el brío de su talante. Rota su relación con la marquesa de Llanzol nunca quiso después ver a su hija, ni siquiera cuando fue informado de la grave enfermedad que padecía Carmen Díez de Rivera. Aunque mantuvo con ella de vez en cuando conversaciones telefónicas, donde le recordaba el gran amor que había sentido siempre por su madre, la marquesa de Llanzol. Ramón Serrano Suñer falleció en Madrid el 1 de septiembre de 2003. Once días más tarde hubiera cumplido ciento dos años. Con sus luces y sombras no nos cabe ninguna duda de que, amén de sus amores, de su singular biografía, fue un personaje importante de la Historia de España.