Asunto menor, si se quiere, que abordo a continuación recordando algunos episodios que me contaron sus propios protagonistas, perjudicados por la decisión de Fidel Castro al expoliarle las cuentas que tenían en varios bancos cubanos, a poco de alcanzar el poder e imponer su revolución a partir de enero de 1959.
El caso más concreto que conocí fue el de mi amigo Luis Aguilé, quien había recalado en Cuba, a finales de los años 50, donde gozaba de buen cartel. Cuando sucedió la caída del general Fulgencio Batista en la Nochevieja de 1958, Aguilé comprendió que lo mejor que podía hacer era abandonar la isla. Pero antes fue a retirar sus ahorros bancarios, con la desagradable sorpresa de que sus cuentas estaban bloqueadas. Como las de todos los cubanos y residentes. Movió Roma con Santiago y lo único que logró fue que le devolvieran una pequeña parte de lo allí depositado, que era mucho. "Y hasta me confiscaron un disco de oro que me habían entregado por las ventas de mis discos", me confió Aguilé.
Otro asunto es que se sintió también preocupado por las relaciones que sostenía con una joven cubana, que había sido amante de Fidel Castro. Puso el cantante pies en polvorosa y ya tranquilo, viviendo en un piso del madrileño barrio de Chamberí dio en componer una romántica melodía, que rezaba: "Nunca podré morirme / mi corazón no lo tengo aquí. / Allí me está aguardando / que vuelva allí. / Cuando salí de Cuba / dejé mi vida, dejé mi amor. / Cuando salí de Cuba, / dejé enterrado mi corazón…". Consiguió el mayor de sus éxitos. "Cuando salí de Cuba" se convirtió en una especie de himno para los exiliados cubanos en Miami.
Una situación parecida a la de Luis Aguilé tuvo que vivir a la fuerza otro cantante llamado José de Aguilar. Fue quien estrenó el primer himno del Real Madrid. El "¡Hala, Madrid" que se inicia con aquello "De las glorias deportivas / que campean por España / va el Madrid con su bandera / limpia y blanca que no empaña…". En la década de los 50 este tomellosero recriado en Albacete tenía amplio crédito como intérprete melódico especializado en boleros. Y en Cuba, este género está siempre vigente. Para allá se fue y gozó del éxito en las más importantes salas y Casinos de La Habana. Me confió cuanto sigue: "El mismo 8 de enero de 1959, el día que entró Fidel en la capital, yo lo vi en un bar protegido por tres o cuatro miembros de su escolta. Me acerqué a saludarlo y me invitó a una copa de coñac. No era entonces difícil tropezarse con él por las calles de La Habana, aun estando protegido por su guardia personal. Volví a encontrármelo: "¿Qué tal, gallego? ¿Cómo te van las cosas?", me dijo. Pasado un tiempo, por ciertos problemas familiares, planeé mi regreso a España, me dirigí a mi banco a sacar mis ahorros y no me dejaron llevármelos. Eran diez mil pesos. Y el peso estaba entonces a sesenta pesetas. Un dineral. Fui en busca de Fidel, me recibió, me escuchó contestándome que para ese asunto debía dirigirme al Director del Banco Nacional, que era el Ché Guevara. Y éste me devolvió la pelota respondiéndome que nada podía hacer por mí para recuperar cuantos ahorros poseía, pues el único que tenía poderes para autorizarlo… era Fidel. Volví pero el Comandante me dio largas. Y tuve que venirme a España casi con lo puesto, con lo poco que pude recuperar en aquel 1961".
Testimonio que asimismo pude obtener fue de parte de la voz femenina de Los Rivero, trío cubano que aterrizó en Madrid huyendo del régimen castrista, afincándose entre nosotros y ganándose el calor del público español en la década de los 60, con canciones tan conocidas como "Frenesí", "Duerme, negrita", "Lamento borincano"… La noche histórica del 31 de diciembre de 1958 estaban actuando en la más famosa sala del Casino "Tropicana" de La Habana. Me rememoraba Elba Montalvo: "Algo extraño percibimos entre el público sin poder imaginarnos lo que ocurrió. No se creía que las huestes castristas de Sierra Maestra llegaran a la capital. "Tropicana" estuvo cerrada un tiempo, luego reabrió sus puertas más adelante pero nada sería igual. Esas salas de fiesta se mantenían gracias a que estaban dentro de los Casinos, y el juego era lo que hacía posible su mantenimiento, la actuación de grandes orquestas y atracciones. Castro prohibió el juego y entonces esas salas entraron en decadencia. Los Rivero nos tuvimos que venir a España, exactamente el 4 de abril de 1960 y gracias a Dios que pudimos sacar de la isla a nuestros familiares".
También con música afrocubana en su repertorio llegaron a Madrid en la primavera de 1960 las Hermanas Benítez, que disfrutaron también del éxito en nuestro país con muy pegadizas canciones caribeñas, caso de "Corazón de melón" y "Pepito de mis amores". Un quinteto, con el tiempo terceto, que con sus bien conjuntadas voces y el atractivo de sus componentes femeninas atrajo pronto la atención de la clientela de salas de espectáculos. Ya en la segunda mitad de ese decenio se quedaron a vivir entre nosotros después de incontables giras por México y otros países. El padre de aquellas populares Hermanas Benítez había sido ministro en los gobiernos de Grau Sanmartín y Pío Socarrás. Tuvo que abandonar sus cargos políticos, la estabilidad económica de la familia se tambaleó y entonces sus hijas dieron en formar ese quinteto musical para salir del bache en que se hallaban con sus padres. Pronto fueron aclamadas en "Tropicana", "Sans-Soucí", "Montmartre", las salas de moda en La Habana. Pero ya con el régimen castrista les fue imposible seguir ganándose la vida y fue cuando optaron por volar a España. Una de ellas, Haydée, era la que me contó todas esas peripecias, maldiciendo a Fidel, naturalmente. Lo que le acaeció a otras grandes figuras del mundo del espectáculo cubano. Empezando por el más importante compositor de aquella isla, el renombrado maestro Ernesto Lecuona. Supongo que sabrán que entre otras piezas universales de su creación están "Siempre en mi corazón", "María la O" y sobre todo la inmortal "Siboney". Visiblemente contrariado por los desmanes de Fidel Castro nada más llegar al poder, juró no volver más a su país mientras gobernara, exiliándose en 1960 en Tampa. Padecía asma. En el otoño de 1963 viajó a nuestro país. En Málaga recibió un cariñoso homenaje por ser el feliz autor de "Malagueña". Antes de regresar a América decidió pasar unos días en Santa Cruz de Tenerife, la tierra de su progenitor, donde repentinamente le sorprendió la muerte el 29 de diciembre de 1963.
No hará falta decirles quién fue Celia Cruz, la gran intérprete de sones y guarachas. De gira fuera de Cuba con La Sonora Matancera, en 1960 decidieron no volver más a la isla mientras viviera Fidel Castro. Y ella se fue a los Estados Unidos. Trató de volver a La Habana en 1962 al enterarse de la muerte de su madre, pero los castristas le impidieron la entrada. ¿Se pueden ser tan miserables? Cuando falleció en 2003 de un cáncer encefálico el periódico Granma despachó el óbito con solo dos líneas. ¡Y era la voz cubana más universal…! Me la encontré en Miami, en una fiesta que dio Julio Iglesias en su casa. La sorprendí sola en un rincón poniéndose morada de jamón pata negra: "¡Qué rico! Es una de las mejores cosas que tenéis en España", me dijo. A ciento cincuenta kilómetros de Cuba, miraba hacia el mar y sentía la nostalgia infinita de no poder pisar más la isla.
No menos dramática fue la vida de Olga Guillot, la más apasionada voz del bolero cubano. Su oposición pública a la política castrista la llevó a abandonar la isla hasta que desapareciera el dictador. Saquearon su casa habanera y sus asaltantes con auténtica furia hicieron añicos cuantos discos de ella encontraron. Por supuesto estaría prohibida en las emisoras de la isla, lo mismo que le ocurrió a Celia Cruz. En la calle 8 de La Pequeña Habana, en Miami, los exiliados le dedicaron una estrella de cerámica incrustada en el suelo. Nunca pudo ver la Cuba Libre que soñaba, yéndose de este mundo en el verano de 2010. Hablé con ella en Madrid y en Miami. Desbordaba simpatía. Y pena cuando se le nombraba Cuba.
Otros artistas españoles tuvieron mejor opinión sobre el Comandante que acaba de morir a los noventa años en la cama. Uno de ellos Joselito. "El pequeño ruiseñor" era un ídolo en Cuba, adonde viajó en sus años de mayor popularidad, los primeros 60, siendo recibido por Fidel Castro, que le colmó de elogios pues confesó haber visto todas sus películas. También Carmen Sevilla me contó su encuentro con el líder cubano cuando coincidieron en el mismo hotel que ocupaban entonces, el Hilton. "La gallega", como la llamó Fidel, subió invitada a la "suite" de éste. "Mañana debuto en el teatro Nacional (hoy teatro Martí) y me gustaría contar con su presencia". Y Castro, aun halagado, se disculpó: "Es un momento delicado el que estamos atravesando. Mañana precisamente he de viajar a mi ciudad, Santiago. Pero , si puedo, iré con mucho gusto a verla otro día". Besó su mano y comentó al despedirse que ni siquiera podía dormir todos los días en el mismo sitio. Por razones de seguridad, cambiaba de cama y lugar periódicamente. ¿Temía por su vida, yendo como iba bien protegido por los suyos? Y, ya ven: si aquello sucedía en 1959, hasta este final de noviembre de 2016 no le ha llegado la hora final.