La boda que no pudo celebrar Máximo Valverde
Con las invitaciones repartidas se enteró de que su "novia" estaba casada y tenía dos hijos.
Máximo Valverde cumple 72 años este miércoles, 16 de noviembre. Su biografía amorosa, de contarse con pelos y señales, dejaría en mantillas la de muchos "donjuanes" de pacotilla. Pero él es un caballero. Ha de admitir sólo los romances que vieron la luz pública, a saber: con la cantante Jeanne Manson, las copleras Eva Santamaría, Isabel Pantoja, y Rocío Jurado; Rocío Martín, que fue Miss España y la mujer que más amó, viéndose correspondido, que fue la infortunada Amparo Muñoz, con la que viviría una auténtica odisea. Fue a recogerla a Nueva York cuando la malagueña estaba dispuesta a regresar a España abandonando sus compromisos profesionales recién elegida Miss Universo, y de parte de los mafiosos organizadores de aquel evento recibió una monumental paliza, a punto de ver destrozada su cara, con la que ha venido ganándose la vida en el cine. Si el actor sevillano contara sus memorias con todo lujo de detalles daría para un culebrón de varias semanas, aunque dudo de que llegue a publicarlas. Es "buena gente", que dicen en el Sur, y no es amigo de meterse en líos. Sabemos que lo han engañado varias productoras de cine, que no le han pagado lo prometido; que un importante galán del teatro lo vetó en una serie de televisión, privándole de ganar millones… Pero Máximo Valverde prefiere mantener su boca callada. ¡Ay, si declarara el nombre de las damas importantes que han pasado por su cama!
Pese a las ciento de bellezas con las que ha vivido historias apasionadas de amor jamás ha tenido nunca intención de casarse. Pero, ojo, que nunca las ha engañado, o eso es lo que a mí me confesó en muchas de las entrevistas que sostuve con él. Cuando ha iniciado una relación sentimental siempre ha puesto en claro a la fémina de turno que él no quiere compromiso serio alguno. Así es que ninguna de ellas ha podido llamarse a engaño. En cambio, el robacorazones, donjuán, Casanova andaluz Máximo Valverde estuvo una vez, la única de su vida, presto a pasar por la vicaría… y resulta que la presunta novia y la que parecía iba a ser su esposa le gastó, no sé si calificarla como una broma, pero desde luego si resultó ser burla que no firmaría ni el mejor guionista de cine. Se lo cuento porque aquella aventura la viví muy de cerca.
Me avisaron de que Máximo Valverde estaba preparando su boda. Era una mañana de verano, de primeros de septiembre de 1982, y aun escéptico y sin creerme absolutamente nada esa posibilidad, me cité con el actor, que como en tantas otras ocasiones tenía alquilado un modesto apartamento porque su economía no era entonces muy boyante. Me negó varias veces que tuviera previsto un inminente casamiento, pero como lo acorralé con algunos datos de los que iba provisto, acabó por admitirme que, en efecto se casaba el mes siguiente. Ya estaban repartidas las invitaciones de boda, para el 2 de octubre, en la Basílica de El Escorial. Como respuesta a ellas la pareja había recibido algunos regalos de los invitados más madrugadores. Y Máximo, que por amistad y por su carácter bonachón siempre fue sincero conmigo, me añadió con palabras tiernas que a su madre le había hecho mucha ilusión saber que se casaba, y que se había hecho ya confeccionar su vestido de madrina aprovechando unas telas que él le había regalado en uno de sus viajes. Con mi información y cuanto le sonsaqué al novio obtuve la identidad de la novia: Rosa María, rubia de 27 años (dos menos que él), Licenciada en Filosofía y Letras, con negocios en el mundo de las subastas de arte. Hija de una acomodada familia con intereses en un Banco y varias sociedades mercantiles. Un "pelotazo" para él, con menos pedigree monetario. Se habían conocido pocos meses atrás en la discoteca Joy-Eslava durante una fiesta en honor del célebre cirujano del corazón, el sudafricano Christian Barnard. Y al despedirnos, Máximo no hacía nada más que decirme: "¡Pero cómo te habrás enterado…! ¡Si nosotros queremos celebrar una boda normal, a ser posible sin fotógrafos!"
Publiqué la exclusiva y nada más hacerse pública la noticia me encontré a un antiguo compañero de prensa que me dijo haber sido yo objeto de una tremenda tomadura de pelo. "Si la tal Rosa María está casada y es madre de dos hijos… Como no se divorcie, esa boda que has anunciado es imposible". Francamente, me sentí ridículo. Llamé inmediatamente a Máximo Valverde. ¿Y cómo creen que se tomó mi revelación? Absolutamente desconcertado, no podía dar crédito a cuanto le descubrí. Y él, dale que dale, repitiéndome: "¡Pero si es verdad que hemos enviado las invitaciones de boda! ¡Si Rosa María y yo hemos estado con el cura que ha de casarnos!" No, no me estaba representando un inventado vodevil. Se sintió en mi presencia víctima de un burdo engaño. ¡Él, seductor de tantas mujeres! Con razón, cuando publiqué seguidamente otro reportaje contando lo sucedido, un colega tituló así la historieta: "Máximo Valverde seducido y abandonado".
Quedamos en vernos lo antes posible con el protagonista de aquel desaguisado en cuanto él hubiera recibido explicaciones de su "novia ful". Y esto es lo que me confesó Máximo Valverde: "Cuando por la noche de ese mismo día en el que tú me abriste los ojos fui a reunirme con mi prometida, se fue por los montes de Úbeda, negándome lo que al final no tuvo más remedio que confesarme, y es que efectivamente estaba casada, que era madre de dos hijos, y que su marido hacía meses que la había dejado y estaba en el extranjero. ¿Qué por qué montó toda aquella ficción conmigo, aprovechándose de mi absoluta buena fe? No lo sé, lo único que saqué el limpio cuando nos despedimos es que no estaba en sus cabales sin que yo pudiera sospechar en que lío me había metido". Le pregunté por la reacción de su madre y el actor, contestó así: "Guardó aquel vestido de madrina, pensó utilizarlo para la boda de un hermano mío y como éste tampoco se casó, ella cogió aquella prenda, la deshizo, hizo con ella varios pañuelos que regaló olvidándose para siempre del asunto. Aquel vestido sin duda estaba gafado". Desde luego resulta confuso creerse que aquella pareja preparó sus esponsales y ella se saltó a la torera trámites como presentar su fe de soltería. Una pantomima que dejó "tocado" al guapo sevillano.
Máximo Valverde continuó, desde luego, con sus líos de faldas acostumbrados. Han transcurrido desde lo referido hasta nuestros días nada menos que treinta y cuatro años. Continúa soltero. Y a día de hoy no parece que vaya a cambiar de opinión. Su vida profesional transcurrió con trabajos en el cine, el teatro y la televisión. Se dio el gustazo de tomar la alternativa como matador de toros en un festejo que retransmitió Antena 3, cadena que financió el festejo, dejándole a Máximo Valverde un buen dinero. No hace muchos meses aparecía en los periódicos, en páginas publicitarias, anunciando una marca de platos de ducha. Luego, él, que es una hormiguita y sabe ahorrar, ha ido invirtiendo sus ganancias en negocios inmobiliarios que, si bien le dieron un susto con la crisis económica y el desinfle de la llamada "burbuja", le han permitido hacer frente a esas temporadas de vacas flacas que todo aquel de la farándula padece a menudo.
Si le preguntan por su colección de mujeres responde que no hace recuento de cuantas han pasado por su vida, pero que siempre ha tenido como lema pasárselo bien con ellas. Un día, en Benidorm, se encontró frente a frente con Julio Iglesias. Bromearon. El cantante admitió que el actor era el único hombre que conocía de los que estaba seguro se había llevado al catre a más chicas que él. A lo que Máximo retrucó: "De haber tenido la misma promoción que tú, seguro que te habría ganado en lo que dices". El sexo sigue siendo importante para este galán, aunque matiza que "no el sexo puro y duro, sino que ha de ir acompañado de amor y ternura".
Se cuida físicamente, mantiene el peso a base de un régimen de comidas y de practicar deporte. Un galán lo es siempre, aunque le clareen ya las canas en los cabellos y el calendario le recuerde que cumple setenta y dos "tacos" de almanaque. Pero los luce con empaque. Se cortó "la coleta" como torero, pero no como conquistador.
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