La semana pasada la revista ¡Hola! arrojó algo de luz a las vacaciones de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, mostrando imágenes de la estancia en Indonesia de la pareja (tras haber hecho un crucero por Noruega) disfrutando de la playa y el sol. No obstante, ha sido la sección que el escritor peruano mantiene semanalmente en el diario El País, en la que se explica un molesto imprevisto que ha acabado marcando sus días de descanso.
Tal y como el propio Vargas Llosa explica, durante su baño en el mar de Flores fue "acribillado en los brazos y el estómago por decenas, acaso centenas, de pequeños dardos o agujas invisibles que, durante unos instantes, me dejaron paralizado, flotando".
Tras el susto, al escritor le explicaron que los culpables había sido un "plancton o un banco de medusas infinitesimales que también abundan este mar, al que mi presencia habría alarmado". La picazón inicial desapareció... pero lo peor vino después, de noche.
Entonces, "unas manchas violáceas erupcionaron de repente en toda la piel afectada, acompañadas de una comezón feroz, inmisericorde, que fue aumentando por segundos hasta volverse irresistible". Tras aplicarse "cremas para el ardor", Vargas Llosa -que no menciona en ningún momento a Isabel Preysler, a quien este imprevisto habrá afectado también- acudió al hospital más cercano, donde la dermatóloga le hizo entender que la picadura no sería grave.
Pero -explica el escritor- "mi problema no era el porvenir sino el presente, que esa picazón me enloquecía y que me la quitara aunque fuera amputándome los brazos. Le di una demostración práctica, rascándome delante de ella como un mono".
Finalmente, la pesadilla "duró tres días y tres noches más. Los remedios de la doctora me tuvieron soñoliento y atontado" durante todo ese tiempo. Más tarde, con la mente en claro de nuevo, Vargas Llosa evocó "el diario del viaje a Egipto de Flaubert, que leí hace siglos: su súbito encuentro, en el callejón de una aldea, con el leproso, y la terrible descripción de sus llagas purulentas".