¡Tebaldi, Tebaldi!
El abucheo es una institución. Y en Río se está abucheando a todos... menos a Michael Phelps, pese a esa memez del "cupping".
María Callas era recibida en el Liceo de Barcelona con gritos de “¡Tebaldi, Tebaldi!”. Pero no todos eran tebaldistas. En un pasillo del quinto piso llegó a haber una pintada que decía: “Renata canta como una rata”. Callas se fue en 1965 de la Scala de Milán directamente al hotel después de una ‘Casta diva’ pitada. El abucheo es una institución. Artística o no. En Río se han detectado aguas verdes en la piscina, una estelada y seis tipos de abucheos. Hay abucheos por diversión. Hay abucheos a los favoritos (a España cuando se enfrentó a Croacia en baloncesto, aunque luego perdiera; a Justin Gatlin en la final de 100 metros porque el favorito era Bolt). Hay abucheos a los políticos (lo normal). Hay abucheos a los jueces (más normal). Hay abucheos patrióticos de los brasileños a los contrarios (se jaleaban los errores de los gimnastas en la final masculina de suelo sólo porque había dos gimnastas brasileños y Rafa Nadal tuvo que pedir la intervención del juez de silla ante la actitud de los seguidores brasileños en su partido contra Thomaz Bellucci).
Y hay abucheos a los rusos. Es la guerra fría del dopaje. Ya empezaron en Maracaná durante el desfile y han tenido su punto culminante con la nadadora Yulia Efimova. Según el TAS, consumió meldonium en 2015, antes de la prohibición, pero la sustancia siguió en su organismo y por eso dio positivo. Ya se sabe que el dopaje consiste en tomar o hacer lo que hasta que se prohíbe estaba permitido. Aquí todo el mundo es muy virtuoso, haga pipí violeta o no. Pero no parece que el ‘cupping’ vaya a ser dopaje. Tampoco Jesús. Dijo Ayana, la campeona del 10.000, que su dopaje es Jesús. Y “Jesús is ok”, como nos decía Melanie Griffith cuando le preguntábamos si iba a ir en Semana Santa a Málaga.
Pero, oye, nadie ha pitado a Michael Phelps, a quien ha faltado llevar un bezoar como Cristina de Suecia. Me refiero a pitarlo por la memez del ‘cupping’. Por esas manchas redondas producidas por ventosas que son las nuevas sanguijuelas y que parecen hechas con Kanfort. Por su magufería olímpica (magufo viene de magos y ufos). Cristiano puede pintarse las uñas de los pies y no hace daño a nadie. Phelps, desde su atalaya, es un charlatán promocionando seudociencia que se cobra. Unas succiones que presuntamente sirven para la ansiedad, las varices y el cáncer. Pero Phelps no nada como una rata. Es el que más medallas tiene (28, 23 de oro). Es el mejor nadador de todos los tiempos. Un deportista único. “Dije que el mundo vería quién soy, y esto es lo que soy”. También lo de los circulitos.
Lo bueno del salvaje público brasileño (cuando las gradas no están vacías) es que no desentona con los otros desastres. Con la piscina verde, con los atracos a los deportistas o con los conductores que llevan a los nadadores a la pista de atletismo. Ríete del zika. Andrew Zimbalist es un economista que refuta la creencia generalizada de que unos Juegos son positivos para sus países. Según este experto, Río de Janeiro ha necesitado una inversión de 20.000 millones de dólares, recibirá 4.500 de ingresos y acabará con un déficit de 15.000 millones. A ver si todavía hay que dar las gracias a Alberto de Mónaco. ¡Alberto, Alberto!
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