Quebradiza en los últimos tiempos viene siendo la salud de la Infanta de España doña Margarita de Borbón, hermana menor de don Juan Carlos, y quizás la más desconocida de la familia, consecuencia de su vida sencilla desde siempre y el rasgo que ha marcado toda su vida: la ceguera que padece desde que vino al mundo en Roma hace setenta y siete años, cumplidos en el pasado 6 de marzo. Una inoportuna caída en el baño de su casa, hace dos meses, le produjo rotura de cadera que le obligó a pasar por el quirófano en un hospital de las afueras de Madrid. Su convalecencia está siendo dura, al punto que ella optó por someterse en el mismo centro médico, antes de recibir el alta, a una severa rehabilitación, que la ha retenido seis semanas fuera de su casa, un palacete situado en el madrileño barrio de Salamanca, en la calle de Jorge Juan. Se da la circunstancia de que antes del accidente ya venía utilizando silla de ruedas, pues también tuvo fisura de cadera en otra ocasión. En 2001 le implantaron una prótesis en la cadera. En años sucesivos otros achaques han ido minando su salud, que no su habitual buen humor, su ánimo de lucha constante, habituada desde su niñez a valerse a veces por sí misma a causa de su ausencia de visión.
Margarita de Borbón es mujer de carácter alegre, de trato afable con todo el mundo como particularmente he apreciado. En varias ocasiones la encontré paseando por distintos lugares madrileños compartiendo cariñosos saludos con cuantos se acercaban a ella. Habla de manera directa, sin circunloquios, sin frases rimbombantes; con una aplastante naturalidad, giros castizos y expresiones populares. Muy distinta a su hermana mayor, doña Pilar, que si bien es igualmente expansiva, directa en la conversación y nada afectada en ese sentido, ha tenido algunos encontronazos con la prensa rosa en los últimos años. Y así como doña Pilar asiste, por ejemplo, todos los años al Rastrillo, del que es alma y motor, y aparece fotografiada a menudo, en cambio a doña Margarita se la conoce menos, acaso porque su existencia es más tranquila y no suele asistir a acontecimientos sociales de ningún tiempo, salvo sus comparecencias cuando le fue posible en actos humanitarios. Su labor en distintas áreas sociales y benefactoras fue siempre una constante en ella. Ese último percance de su caída le impidió desplazarse hace unas semanas a Palma de Mallorca para festejar el ochenta cumpleaños de su hermana, acontecimiento íntimo al que asistieron todos los miembros de la Familia Real, excepción de nuestra Reina Letizia, de quien se ha dicho no se ha llevado nunca bien ni con doña Pilar, Duquesa de Badajoz, ni mucho menos con sus hijos. Se echó de menos, por lo tanto, la presencia de doña Margarita a quien don Juan Carlos y doña Sofía quieren entrañablemente, lo mismo que sus sobrinos, que la llaman familiarmente Margot, el apelativo inglés en diminutivo de su nombre. Por supuesto que todos están pendientes de su salud y se asegura que el Rey Felipe VI, su sobrino, la ha visitado días más de una vez en la clínica donde ha estado convaleciente.
Doña Margarita de Borbón, amén de tener tratamiento de Alteza Real, es Duquesa de Soria y de Hernani, e insistimos en que por su manera de ser nunca le ha dado importancia a sus orígenes y títulos, pues quienes por la calle se han acercado a ella lo han hecho llamándola, simplemente, por su nombre; con el don por delante, claro está. Lo que ella agradece al sentirse querida. Renunció a sus derechos a la sucesión al Trono de España, para ella y para su descendencia, al casarse con el doctor don Carlos Zurita y Delgado, con quien ha sido madre de dos hijos: Alfonso, que ha cumplido este 9 de agosto cuarenta y tres años, y María, que el 16 de septiembre hará los 41. El noviazgo de la Infanta con el prestigioso doctor especializado en Cardiología fue todo un secreto que la pareja mantuvo con llave durante dos años, sin que los “sabuesos” del periodismo lo supieran. Y si alguno se enteró, como Jaime Peñafiel, fue disuadido por el entorno de la pareja, en concreto don Juan de Borbón, padre de la novia, quien no quería se diera pábulo a aquellas relaciones. No obstante varios reporteros intentamos desvelar algún detalle de aquel noviazgo misterioso. Acompañado de un fotógrafo, me desplacé un día de enero de 1972 en tren hasta Lisboa, desde donde en taxi fui directo a Estoril. En el viaje coincidimos con un par de colegas de la agencia Efe. Hicimos causa común y logramos ser recibidos en Villa Giralda, la residencia de los Condes de Barcelona en el exilio. Sospechábamos que se iba a proceder a la petición de mano por parte de los padres del doctor a los de la novia, don Juan y doña María de las Mercedes. La reunión se produjo en nuestra presencia, aunque no hubo tal petición: simplemente fue la noche en la que el doctor Zurita y sus padres se encontraron por primera vez con la familia de la novia, incluyendo a los entonces príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, que hacía pocas horas habían regresado a España procedentes del Japón y no querían, naturalmente, perderse tan emotiva reunión.
Permanecimos en Villa Giralda alrededor de hora y media, que se nos hizo corta. Don Juan de Borbón ofició de anfitrión con su desbordante simpatía. Don Juan Carlos animaba a los novios a que juntaran sus manos amorosamente y posaran en grupo familiar. Luego me acerqué a doña Margarita, sentada frente a doña Sofía, su futura cuñada, y le pregunté cuándo había conocido al doctor Zurita. Intervino doña Sofía, sonriente: “La clásica pregunta….” Pero la novia no quiso darme explicaciones, salvo pedirme lo siguiente, que considero importante: “Le pido que cuando escriba su reportaje, diga que soy la hija de don Juan de Borbón, aparte de que mencione a mi hermano don Juan Carlos”. La súplica era razonable porque la prensa española de entonces (tres años antes de que Franco muriera) aún ignoraba a propósito el nombre del titular de los derechos de la Monarquía española. Conseguí que en los titulares aparecieran nombrados los Condes de Barcelona. Años más tarde coincidí con doña Margarita en un viaje a Aquisgrán donde se hallaba la Familia Real para asistir a la entrega del premio Carlomagno a don Juan Carlos de Borbón. En una tienda de discos, doña Margarita solicitaba una serie de grabaciones de diferentes artistas pop. Y es que aparte de su afición a la música clásica pude así enterarme de que es una admiradora desde su más temprana edad de los más conocidos intérpretes y conjuntos de rock y otras tendencias juveniles. Habla diez idiomas y está al tanto de acontecimientos culturales y de novedades literarias. Tan enamorado estaba quien es su marido desde hace cuarenta y cuatro años (se casaron en Estoril el 12 de octubre de 1972) que durante el noviazgo aprendió el sistema Braille para compartir con ella sus sentimientos. Un matrimonio, sin duda, modélico.