Esto de encontrar nuestra "media naranja" que, de manera estable nos haga feliz, es algo que a cualquiera en esa situación preocupa y, a veces, desespera. Pero no hay remedios infalibles a los que acudir ni medicina que nos prescriban. Paciencia y barajar, que decía el sentencioso Camilo José Cela. Y en esas cuitas se encuentra una de nuestras cantantes más queridas y admiradas, Rosa López, que si bien lleva una carrera musical con más éxitos que fracasos, en lo que respecta a sus asuntos sentimentales son más las espinas que, jugando con su nombre, han herido su corazón. Y perdonen que resulte un tanto cursi y metafórico, pero es que al escucharla decir que "no encuentro al hombre que me quiera", me he puesto un tanto melancólico. Y eso, a sus treinta y cinco años cumplidos. Pero, ítem más: "Me enamoré una vez y no me ha vuelto a pasar".
Indagando en su biografía sentimental me entero que ha tenido cinco novios, con alguno de los cuáles llegó a convivir varias temporadas. Y ¿quién del quinteto es el que dejó más rescoldos amorosos? Puede que me equivoque, pero tal vez fuera el primero, Pablo Muñoz Cariñanos, médico de profesión e hijo del también doctor al que asesinó en su consulta sevillana un comando itinerante de ETA. El padre, prestigioso otorrino, había tratado a varias cantantes populares, entre ellas Rocío Jurado e Isabel Pantoja, como especialista en problemas que afectaban a sus cuerdas vocales. La misma especialidad que ostenta su descendiente, a quien acudió un día Rosa López.
Quienes recuerden los primeros pasos artísticos de la joven granadina cuando en 2002 ganó el primer concurso de Operación Triunfo, quedando séptima ese mismo año en el Festival de Eurovisión, advertirían que, cantando, emitía unas notas elevadas, de gran tesitura, con una voz preciosa y contundente. Pero, hablando, el sonido de su garganta ya no era igual. Esa afección y cuanto por hábito producía en la novel artista causaba una penosa sensación al conversar con los periodistas, o manifestándose públicamente en cualquier evento. Aquel doctor Muñoz logró ir mitigando tales sonidos hasta conseguir que su paciente Rosa López adquiriera seguridad en sí misma, pronunciando más correctamente y con un tono, digamos, normal. Todo ello a base de ejercicios vocales con una disciplina que la cantante cumplió a rajatabla. Del mismo modo que perdió ¡cincuenta kilos! Ganando en atractivo –guapa de cara siempre lo ha sido- Rosa López convirtiose en la admiración de cuantos contemplaron su sorprendente cambio. Estrenando eso que llaman "nueva imagen".
Y del trato médico la cantante y Pablo Muñoz se enamoraron, proclamándolo a los cuatro vientos en las revistas del ramo. Pero la romántica historia acabó dos años después, en 2008. Para consolarla, apareció en escena Cristóbal Sánchez, de profesión agente artístico, quien amén de ser paño de lágrimas de la bella granadina ofició de representante, buscándole contratos y acompañándola día y noche. También de ese asiduo trato surgió en la pareja un encendido romance que, curiosamente, también duró como el anterior: dos años. Y, como ya decía Cole Porter en su melodía "Beguin the beguine", Rosa López tuvo que volver a empezar… a enamorarse. Porque es mujer impulsiva, sensible, que necesita tener al lado a un hombre que la ame.
Y ese tercer hombre, parafraseando a Orson Welles, apareció de repente en aquel 2010 cuando ella se lamentaba de su mala suerte en asuntos sentimentales. Era un tipo avezado en el mundo del espectáculo, natural de Ceuta, donde atendía una discoteca, llamado Luis Ramón Llorente Pecino. Con él vivió otra pasión, que poco a poco fue desvaneciéndose. No sabemos si ella cortó la relación avisada del curriculum de su pareja, quien estaba fichado por la Policía y había tenido algunos desencuentros judiciales. Un turbio pasado, vaya. Ya es mala suerte, pudo decir Rosa López. Pero no perdió la esperanza de hallar en el horizonte a su príncipe azul, que no era tal, sino un futbolista que había jugado en buenos equipos (Atlético de Madrid, Granada) llamado José Luis Díaz Luna, al que conoció en el transcurso de una cena organizada por el modesto club Pegaso, en 2013. Tenía buena presencia y la granadina se hizo muchas ilusiones a su lado, aunque en su entorno, los que llevaban la carrera de la cantante, pensaban que esos amores la distraían demasiado del trabajo y que no le convenía aparecer en público con él.
Es decir, que el amor entre Rosa y José Luis podía considerarse clandestino, como en una película de espías. No llegaron a estar juntos medio año, tiempo en el que incluso, según confesó el futbolista, estuvieron a punto de engendrar un bebé, aunque en la visita a su ginecólogo Rosa supo que había sido un falso aviso. Pero eso significaba que estaban muy unidos, muy enamorados. Hasta que el futbolista dijo ¡basta! Y ni corto ni perezoso se despachó a gusto declarando que Rosa le obligaba a llevar en el mayor de los secretos aquel noviazgo; que no podían aparecer juntos en ninguna fiesta; que se pasaban horas encerrados por miedo a que algún paparazzi sorprendiera a los tortolitos. "En casa -dijo José Luis- Rosa era un cielo, pero en la calle, cuando aparecía algún reportero, cambiaba de repente y era otra".
Negó el citado haber llamado a fotógrafo alguno, como pensaba ella, y acabó harto de escuchar sus lamentaciones cuando aparecieron las primeras imágenes de ambos en las revistas del cuore. La culpa de todo ello, según versión del futbolista, era de los que rodeaban a la cantante, su manager, sus colaboradores, que no compartían aquella relación y lo único que perseguían, según él, era controlar los pasos de Rosa López y enriquecerse gracias a la artista. Tales confesiones de su cuarto amor hicieron mucha mella en el dolorido ánimo de la ganadora de Operación Triunfo. Que vio, en cierto modo, atacada su intimidad. Ella quería mantener aquel noviazgo lejos de la curiosidad pública. Y, desde entonces, año 2013 como decíamos, se ha comportado simpática siempre con los medios de comunicación salvo cuando algún colega trata de bucear en sus sentimientos para ver si le arranca alguna confesión interesante.
Los paparazzi, que van a su bola, captaron a Rosa López en actitud inequívoca, besando a un caballero, que resultó ser antiguo candidato del PP, el abogado Francisco de Paula Prieto. Es, hasta la fecha, el último acompañante de la granadina, aunque si es o ha sido su quinto novio, todo lo ha llevado ella con auténtico sigilo. Y nada dice estos días sobre su actual situación sentimental. La única pista que ha dado ha sido con esta frase: "El amor no tiene ahora mismo ninguna importancia en mi vida". Nos da la impresión de que está sola, concentrada en sus próximas actuaciones, y en el disco que prepara con la multinacional que acaba de ficharla. Lleva cuatro años sin entrar en un estudio de grabación. Su próximo álbum será el octavo de su discografía y aparecerá a finales de este año.
Buenas noches 💕 #YaTocaCenitaYAdescansar
A photo posted by Rosa Lopez (@185rosalopez) on Jul 8, 2016 at 1:00pm PDT
Rosa López ha ganado algunos kilos últimamente, a pesar de su vistosa presencia, que quiere eliminar "machacándose" un poco en sesiones de gimnasia. No ha dejado de recibir lecciones de canto para estar a punto en su gira veraniega. Sigue escribiendo notas para un posible libro lleno de reflexiones y pensamientos. Desea aprender inglés. Por algún tiempo se ha mudado a Sevilla, aunque mantiene su piso en Madrid. Activa en las redes sociales se lamentaba no hace mucho por haber soportado en su vida toda suerte de chanzas y críticas sobre su físico, su manera de hablar, sus expresiones, su cultura, la familia…
Decía estar harta de que fuera la diana de gentes sin escrúpulos, sensibilidad y respeto que se meten con ella sin motivo. Es lo que tiene ser un personaje popular, que ha de estar a las duras y a las maduras. La comprendemos, por supuesto. Y la animamos a que supere sus baches sentimentales. Porque, conociendo hasta donde ha llegado, es todo un ejemplo de superación para cuantos quieren triunfar en esta vida. Y ella confiesa que ha tenido que sacrificarse mucho para lograr cuanto hoy tiene. Ánimo, Rosa, que el amor llamará a tu puerta el día que menos te lo esperes.