Cinco años se han cumplido de la muerte de Augusto Algueró Dasca, uno de los más inspirados compositores españoles de música ligera, con alrededor de mil quinientas canciones inscritas en la SGAE y más de un centenar de bandas sonoras cinematográficas, amén de sus trabajos para diversas cadenas televisivas. Con esas cifras podría decirse que le cuadraba el adjetivo de prolífico, pero él mismo y algunos de sus colaboradores más bien lo tenían considerado como lento en su producción, a veces incluso vago, me reconoció. Lo que sin duda resultó es que era un impenitente seductor que no sabía vivir sin una mujer a su lado.
Su biografía sentimental interesa a partir de su boda con Carmen Sevilla, celebrada en la Basílica del Pilar de Zaragoza en 1961, matrimonio que duró hasta 1974. Se habían conocido durante el rodaje de La fierecilla domada, donde ella era la protagonista y él autor de la música. Fue un "flechazo" para ambos, aunque antes de formalizar su noviazgo tuvieron "sus más y sus menos" cuando hallándose en Italia quedaron para verse y el músico dio un plantón a la estrella… porque se había distraído "ligándose" a una joven que lo había cautivado. La de veces que Augusto Algueró fue infiel a su mujer resultó una constante durante esos trece años de matrimonio. Carmen Sevilla estaba harta de ser "la cornuda del cine español" y como me confesaba ella: "Lo he aguantado todo en mi vida de casada, pero ya no le voy a perdonar más una cosa, y es que me siga poniéndo en ridículo cuando se pasea por la Gran Vía con la querida de turno". Estábamos unos días en Valencia, donde se celebraba un festival en la localidad de Puebla de Farnals y fuimos testigos de la bronca que le echó a su marido, tras cerciorarse que él había coincidido con una de las tres componentes del trío coral La,la,la, que participaban en el certamen, con la que mantenía Augusto un indisimulado romance. "¡Esa p…, le voy a arrancar la cara!", me decía Carmen refiriéndose a la cantante. Y Augusto Algueró le pedía perdón, para volver a las andadas al día siguiente. Con otra conquista.
De su historial, seleccionamos algunas de las más relevantes, empezando por la que mantuvo con una elegante modelo publicitaria y ocasional actriz, Elena Balduque (que luego acortó el apellido, trastocándolo en Duque), que anunciaba en los primeros años 60 en televisión y en vallas la marca de brandy "Soberano". Fueron varios años lo que duró aquella relación y sabedora de ello, Carmen Sevilla, que solía dejarle la cena a su marido para cuando regresara al domicilio conyugal, avanzada la madrugada, optó una vez por ponerle en el suelo, junto a la puerta, un plato de jureles, fríos ya cuando el músico apareció en casa. Carmen no lo dejó meterse en la cama. Mujeres conocidas hubo varias en el listado amoroso de Augusto Algueró, pues no importaba a éste que fueran o no profesionales del espectáculo, como Bárbara Rey, que cayó en sus redes cuando la murciana quiso iniciar su faceta de cantante. Ni que decir que el compositor catalán de las gafas oscuras y la sonrisa presta le dio todas las clases que quiso. De solfeo y de lo otro.
Y entre "ligues" de hoy te quiero mucho y mañana no me acuerdo de ti, apareció de pronto en la vida del también pianista una de sus mujeres más notables, Mariví Dominguín, prima del torero Luis Miguel quien cuando acabó la relación amorosa con su tío encontró en Algueró a un hombre romántico que la hizo feliz algún tiempo, hasta 1980. Por ejemplo: fueron de viaje a Venecia y estando agarrados de la mano como dos tortolitos por la plaza de San Marcos, de pronto Augusto se fue derecho hacia donde tocaba una orquestina, pidió permiso a su director, se sentó ante el piano y en unos minutos improvisó una melodía, que dedicó a su amada: "Al final, María". Obsequioso, le regaló a Mariví otro día una polvera de oro con sus iniciales en esmeraldas. Hubo cachondeo entre los conocidos de la pareja… por lo de la polvera. Al decir de Mariví "Augusto era un hombre tierno, vulnerable… que en cuanto veía unas faldas se iba tras ellas".
No, no podía evitarlo. Como tampoco gastarse todo el dinero que tuviera a mano en una buena marisquería, cuando no se "pulía" hasta el último duro en las carreras de caballos o en otras suertes de juegos. Recuperaba lo perdido atendiendo a alguna de las muchas peticiones que le hacían productores de cine. Y aunque a veces se olvidaba de esos compromisos, en menos de media hora ya tenía lista una de sus muchas canciones que luego se harían populares. Por ejemplo, "Las chicas de la Cruz Roja" y "El día de los enamorados". Conchita Bautista dio a conocer "Estando contigo". Para Marisol creó piezas como "Chiquitina", "Tómbola", "Ola,ola,ola", "Me conformo"… Rocío Dúrcal le estrenó "Más bonita que ninguna", "Acompáñame" y tantas otras. La propia Carmen Sevilla, que nunca se consideró buena intérprete de canciones, popularizó muchos títulos de su marido: "Gracias", "Eres diferente"… Y con Joan Manuel Serrat convino en colaborar en un tema, el único que firmaron juntos, "Penélope".
Se han contado un par de versiones sobre cómo se produjo aquel trabajo compartido. Me inclino por ésta: Algueró compuso una melodía, se la dejó escuchar a Serrat y éste se avino a ponerle letra. En su afán por seguir enamorando a cualquier fémina que despertase su admiración se fijó en una canaria, que había logrado el título de Miss España y luego también el cetro de la belleza europea: Noelia Afonso (así, sin la ele detrás de la primera vocal, como ella me dijo más de una vez). No paró Augusto en llegar hasta la guapa, animándola a que cantara. Pero Noelia no aceptó ni esa ni ninguna otra proposición. Tenía novio, un empresario catalán con quien finalmente se casó; yo estuve en aquella boda celebrada en la Catedral de Barcelona. Pues, bien: hasta el último momento Algueró buscaba algún pretexto para acercarse a ella, sin que la simpática canaria le hiciera caso alguno, aparte de algún saludo cordial en estrenos o cócteles. Recuerdo uno en el que se presentó el disco con aquella canción que Nino Bravo llevó a las listas de éxito: "Noelia". Ella aceptó acudir a aquella cita… acompañada de su novio, desde luego.
Fugaz romance vivió nuestro admirado y seductor músico cuando le encargaron componer la banda sonora de la película Una chica y un señor, año 1973, cuya protagonista era la muy sensual Ornella Muti, que volvió loco por unos días al catalán. Quien no se escapó tampoco de sus escarceos sentimentales fue la asturiana Blanca Estrada, "que le comió el coco a Algueró" y vivieron juntos unos cuantos meses, con algunas escapadas románticas por la Costa Azul. También a Blanca le prometió ayudarla a grabar un disco. Hasta que se cansó y buscó otros brazos en los que caer enamorado, caso de una rubia llamada Gloria Fernández, con la que apareció fotografiado en las publicaciones del corazón. Y ya en 1986 llegó lo que podríamos llamar "el reposo del guerrero", al conocer a otra asturiana, Natividad Benito, la última mujer de su vida, que anteriormente estuvo casada en primeras nupcias con su paisano, el actor teatral Pedro Civera. Este segundo y definitivo enlace del infatigable conquistador le llegó cuando ya había rebasado la cincuentena y decidió sentar la cabeza. Estaba un tanto desengañado del mundillo musical y discográfico en particular, dejó Madrid y se instaló con su mujer en Torremolinos. Allí vivieron muy felices hasta que en 2011, a punto de cumplir setenta y siete años, se murió dulcemente en brazos de Nacha, como llamaban familiarmente a su esposa: "Eres la mujer a quien más he querido", fueron las últimas palabras del músico antes de expirar. A su entierro acudió Carmen Sevilla. Esas dos mujeres, las únicas con las que se casó Augusto Algueró, se llamaban de vez en cuando por teléfono y hasta compartieron los tres juntos alguna celebración. Las dos que mejor comprendieron a aquel sensacional músico; aquel incorregible conquistador.