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El último mensaje de Lola Flores a su marido y su hija

Se cumplen este 16 mayo 21 años de la muerte de Lola Flores. Actuó hasta casi las vísperas de su fallecimiento.

Se cumplen este 16 mayo 21 años de la muerte de Lola Flores. Actuó hasta casi las vísperas de su fallecimiento.
Lola Flores | Imagen de televisión.

Veintiún años de su muerte se cumplen este lunes, 16 de mayo, y el recuerdo de Lola Flores sigue presente en la memoria de muchos. Lo que resulta difícil es añadir algo nuevo que complemente tanto como se ha escrito y dicho sobre este mito del folclore nacional. Lo intentaremos. Puede asegurarse que estuvo actuando hasta casi las vísperas de su fallecimiento. Su despedida de los escenarios acaeció durante las Fallas de aquel funesto 1995, cuando cumplió su contrato en un escenario instalado en la plaza de la Catedral valenciana, percibiendo tres millones de pesetas. Le quedaban tan sólo dos meses de vida. Como testimonio ha quedado asimismo registrada su postrera aparición televisiva en el programa ¡Ay, Lola, Lolita, Lola!, a comienzos de ese año. Por el brío que seguía imprimiendo a sus cantes y bailes no daba la impresión de estar sentenciada a muerte.

Por dentro, ardía de dolor. Y de pena. No había querido ser tratada en Houston, ni tampoco someterse a una intervención quirúrgica para que le extirparan su pecho izquierdo. El cáncer la iba devorando pero aún mantenía ciertas esperanzas de supervivencia, sosteniendo que si llevaba más de veinte años soportando sus males aún era pronto para irse de este mundo. Mas conforme avanzaba la primavera de 1995 fue poco a poco perdiendo aquella vitalidad. Antonio González, su marido, no se separaba de ella en aquellas últimas semanas. En aquella casa, a las afueras de Madrid, El Lerele, únicamente vivía el matrimonio junto a la fiel sirvienta Carmen Mateo, que era como de la familia, la tata. Porque Lolita tenía su vivienda lo mismo que Rosario, en tanto Antonio, sí, compartía con sus padres muchas jornadas, aunque estaba instalado en su cabaña, en el jardín del chalé, situado en el Soto de la Moraleja. El Lerele le costó a Lola ochenta millones de pesetas, que en su día no pudo pagar al contado y hubo de recurrir a una hipoteca. Se había visto obligada a deshacerse de su piso de tantos años, en la calle de María de Molina, casi en el cruce del paseo de la Castellana, por el que percibió sesenta millones, cantidad que sumada a la de otra venta –un terreno en la Cuesta de las Perdices- le permitió hacer frente a sus deudas con Hacienda, que se elevaban a ciento cuarenta y cinco millones de pesetas.

Lola Flores | Archivo

En el mes de abril de 1995 Lola Flores sentía que se le iba la vida. Y ya en cama, sin poder levantarse, llamó a Antonio, su marido. Lo abrazó, lo besó, muy emocionada. A él se le caían las lágrimas. Y ella le dijo esto, entre sollozos: "Quiero pedirte perdón por si te he hecho daño", a lo que Antonio, contrito, le respondió: "No tengo nada que perdonarte". El testimonio es de Lolita, quien estuvo presente durante esa emotiva escena, conteniendo el llanto todo lo que pudo. Atrás quedaban discusiones, broncas a veces en público y sobre todo la probada infidelidad, puesto que ella no ocultaba su relación desde hacía años con un bailaor apodado El Junco, al que veía en Sevilla, donde lo había ayudado a adquirir una casa y al que brindaba su amor y sus regalos.

Lola Flores se moría. Tuvo que renunciar al último episodio del programa ¡Ay, Lola, Lolita, Lola! Desahuciada por los médicos, todavía alimentaba el sueño imposible de reponerse, de ahí que a través de Guillermo Furiase, marido de Lolita, hiciera saber a los periodistas que no estaba en las últimas. Hacía tiempo que se le iban cayendo sus cabellos y tenía que disimularlo con sus pelucas. Lolita confiesa que su madre ya poco a poco fue consciente de que lo suyo no tenía remedio. Eran los primeros días de mayo y apenas comía: se le había quitado el apetito. Su cuerpo, lleno de llagas; se quejaba de picores. Y no podía ya tragar alimento alguno. Le extraían líquido de la pleura tres veces por semana. Se ahogaba. Quisieron hospitalizarla pero Lolita se opuso. Si su madre estaba a punto de morir, que fuera en su cama.

Lola Flores | Archivo

En la madrugada del 15 al 16 de mayo de 1995 Lolita escuchó a su madre, entre los estertores, esta frase que nunca podrá olvidar: "¡No te queda nada…!". Con lo que venía a decirle los sufrimientos que pasaría en adelante, cuando ella tomara algo así como el relevo de su fama. Alguien de la familia llamó al servicio de urgencias. No era ya preciso. Marcaban los relojes las cinco menos cuarto de la mañana cuando en brazos de su fiel Carmen Mateo Lola Flores entregaba su alma al Creador.

Lo que ocurrió en las siguientes horas ya se ha contado infinidad de veces y las televisiones llevaron a los hogares españoles la impresionante despedida que el pueblo madrileño dio a La Faraona en el Centro Cultural Villa de Madrid. Su cuerpo, por expreso deseo suyo, fue cubierto con una mantilla blanca, y los pies, descalzos. Lo que no se cumplió fue que en su adiós sonaran las notas de "La Zarzamora", tal y como ella había expresado muchas veces para cuando le llegara su última hora. Alguien con responsabilidad en la organización de aquella multitudinaria despedida acaso creyó que ello resultaba inapropiado, irrespetuoso. Y el clan González-Flores quedó sumido en un infinito dolor.

Trece días después moría Antonio, que no pudo asumir la ausencia de su madre. Y El Pescaílla quedó herido de muerte también, aunque aún viviera cuatro años más. Lolita y Rosario fueron superando poco a poco la desgracia. Rosario se quedó con El Lerele, haciendo frente a las letras que aún le quedaban por pagar a Lola. No había dinero que repartir, porque Lola vivía al día y fueron muchos los gastos ocasionados durante su enfermedad. Tan sólo dejó joyas, aunque Lolita insistió en que no eran tantas como pudiera creerse, puesto que su madre había tenido que desprenderse de muchas de ellas para hacer frente a sus necesidades. Sus idas y venidas al Monte de Piedad fueron una constante en vida.

¿Y qué añadir más, al evocar este vigésimo primer aniversario de la desaparición de Lola Flores? Insistir en que no ha aparecido nadie que hoy pudiera hacerle sombra resulta un topicazo. Nos quedan sus discos, sus películas, que enteras o por trozos pueden encontrarse en Youtube. Lástima que el Museo en su honor que tanto anhelaba la propia artista en la casa en que nació en su Jerez del alma aún no haya podido abrirse. Nos acompaña, desde luego, la sensación de que conocimos a un mito del espectáculo, española racial ciento por ciento, inigualable en su arte.

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