Después del vudú, la cleptomanía. Cualquier día acusan a Cristina Cifuentes de leer a Stefan Zweig, el Paulo Coelho de Acantilado (vale, salvamos El mundo de ayer). Hace poco se publicó que la presidenta de la Comunidad de Madrid practicaba vudú, que existían fotos, que compraba muñecos y les ponía en la cara fotos de las víctimas, que los trasladaba de despacho en despacho. Hoy dirían que los muñecos, además, los robaba. También se publicó que ve malas vibraciones en la sede del PP. Madrid Horror Story. "Le he dicho a Rajoy que nos vayamos de Génova, que está maldita" (según contó a alcaldes madrileños del partido). Estas cosas paranormales son más normales de lo que parece. El caso contra Elpidio Silva por haber filtrado correos de Blesa se basaba en una testigo que acusaba al juez de practicar contra ella exorcismos y magia negra. Mario Conde, según escribió Luis Herrero en El ángel caído, ha recurrido al vudú y a la nigromancia. Y ahora llega la cleptomanía. Marnie, la presidenta.
Cuentan en El Español que rivales del PP encargaron espiar a Cifuentes para impedir que fuera candidata a las autonómicas. Plantearon grabaciones en una tienda para demostrar que robaba. Las grabaciones no se han visto, claro. Pero sí hubo una maniobra de intoxicación que consistía en hacer correr el rumor en círculos políticos y periodísticos del problema de cleptomanía. Esa intoxicación ha surtido efecto. Incluso hoy, cuando leemos todas estas historietas como de Mortadelo y Filemón, hay quien te dice que sí, que lo de ser cleptómana es verdad, como la gente que aseguraba haber visto el episodio de la Nocilla (o la mermelada) con Ricky Martin, el perro y alguien más en Sorpresa, sorpresa.
Pero mi parte favorita del tebeo es la de Cifuentes como directora de residencia. Que investigaron en su historial cuando era directora de un colegio mayor. Y ahí la veo hecha una Lili Palmer, la de La residencia. ¿Qué demonios iban a encontrar? Cualquiera babea de pensar si sería como la inquietante y dura Madame Fourneau en el debut cinematográfico de Chicho Ibáñez Serrador. A su hijo adolescente, Fourneau no le dejaba relacionarse con las chicas internas (y descarriadas), así que las espiaba. La atmósfera de la película es claustrofóbica y asfixiante, con mucho más de sugestión que de imágenes claras. Chicho deja al espectador que deduzca e imagine. Aunque La residencia sí tiene el primer asesinato explícito a cámara lenta del cine español.
Al alcalde de Londres le han sacado un pasado travesti. En una vida anterior, desde luego. Han encontrado una foto del siglo XIX de un hombre en ropa interior femenina clavado a Boris Johnson. Aunque se parece mucho menos que Michael Hirst a Rajoy (el guionista de Los Borgia, Los Tudor o Vikingos es un gemelo rubio de Mariano Rajoy).
El 13 de junio se estrenará BrainDead en la CBS. En la nueva serie de Robert y Michelle King unos alienígenas se comen los cerebros de todos los políticos de Washington y los suplantan. Algo entre The Strain y El ala oeste. La protagonista es una joven empleada del Capitolio. Descubre que algo extraño está pasando entre los políticos. En Estados Unidos va a coincidir con la elección de candidatos presidenciales para noviembre. No hace falta que coincida con nada. Las comparaciones con políticos de allí o de aquí van a ser inmediatas. Después del vudú y la cleptomanía, a Cifuentes pueden acusarla de alienígena. O de beberse el café con la cucharilla dentro.