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Los dos desgraciados amores de Lola Herrera

Herrera está a punto de repetir el monólogo de Cinco horas con Mario que la encumbró. Su vida amorosa ha sido menos afortunada.

Herrera está a punto de repetir el monólogo de Cinco horas con Mario que la encumbró. Su vida amorosa ha sido menos afortunada.
Lola Herrera en Función de noche (1981) | Archivo

Se cumple medio siglo de la publicación de Cinco horas con Mario y la Fundación Miguel Delibes, para honrar al gran escritor vallisoletano, propuso a Lola Herrera representar nuevamente la adaptación teatral de la novela. Así, entre el 4 de mayo y el 12 de junio, la extraordinaria actriz volverá a repetir aquel monólogo que la encumbró definitivamente como una de las más grandes de nuestra escena. Será en el teatro madrileño Reina Victoria donde de nuevo resonará su voz desgranando la confesión de Carmen (Menchu) Sotillo ante el féretro con el cuerpo de su marido. Un difícil ejercicio interpretativo que dudó llevar a cabo cuando le entregaron por vez primera el libreto. Alentada por el productor, José Sámano y sobre todo con el apoyo del propio Delibes, Lola Herrera resolvió felizmente su difícil cometido cuando estrenó la obra el 26 de noviembre de 1979. "Las críticas fueron sensacionales", recordaba.

Ello no la libró de atravesar un periodo depresivo, cuando reflexionaba interiormente sobre su propia vida. La de una mujer que si bien, con muchos esfuerzos, lograría triunfar en su profesión no ha tenido la misma suerte en su vida personal. Nacida en Valladolid el 30 de junio de 1935 probó suerte durante su adolescencia como cantante novel en concursos radiofónicos. Pero eligió luego la faceta de actriz radiofónica. Consiguió que la admitieran en Radio Madrid, en su excelente cuadro de actores, y allí se convirtió en personaje de seriales lacrimógenos, gracias a la excelencia de su voz. En esos estudios de la Gran Vía creyó encontrar el gran amor de su vida. Hasta entonces, de jovencita había tenido novio en su tierra natal. Y hasta, fugazmente, en unas representaciones que hizo también en Valladolid con la compañía de Narciso Ibáñez Serrador, se sintió atraída por "Chicho". Pero el galán de las ondas que ya en Madrid comenzó a "tirarle los tejos" acabó por conquistarla. Se trataba de Daniel Dicenta, descendiente de una famosa dinastía teatral. Al principio le pareció un tipo descarado. Terminarían casándose el 31 de diciembre de 1960. Boda con escasos invitados, sin alharacas: por la tarde ella tenía que seguir representando una función teatral junto a Vicente Parra. No tuvo viaje de novios. La decepción matrimonial no tardó en padecerla. Vivían modestamente en un hostal. Las privaciones fueron la tónica que presidieron el tiempo en que estuvo casada con aquel irresponsable. Los dos hijos de la pareja, Natalia y Daniel, no le hicieron cambiar de conducta al marido de Lola Herrera, a la que engañó cuanto quiso, hasta el punto de humillarla con las conquistas que paseaba por los mismos lugares donde el matrimonio era conocido. "Mi marido era un hombre atormentado –contó ella-, sobre todo desde que su madre se suicidó pegándose un tiro en el corazón". Nada, por supuesto, podría justificar el daño que Daniel Dicenta infligió a su esposa.

Lola Herrera estaba muy enamorada de él pero tras infinidad de peleas, de reencuentros en los que él volvía al hogar y le pedía perdón, llegó el día de Reyes de 1967, cuando muy de mañana la actriz hubo de escuchar esta terrible y desoladora frase de su inconstante e infiel esposo: "Me voy de esta casa… Para siempre. Porque… no te quiero". Hizo las maletas, dio un portazo y desapareció. Catorce años después, el productor José Sámano y la directora Josefina Molina convencieron a ambos para que se situaran ante una cámara y sin un guión determinado fueran contando su pasado. Un sincero docudrama, como si la pareja se desnudara totalmente desde un punto de vista psicológico, recordando sus miserias, echándose en cara cuanto daño se hicieron mutuamente. Durísimo testimonio en el que la parte más negativa por supuesto que se la llevaba él. Se estrenó tal experimento cinematográfico, inusual en España, en el Festival de Cine de San Sebastián del año 1981 con el título Función de noche. Lola y Daniel también intervinieron luego en una comedia dramática, recuerdo que dirigidos por Alberto González Vergel, y no creo volvieran luego a verse. Daniel Dicenta murió hace unos años, envejecido y víctima de sus excesos. Era un notable actor dotado de una voz magnífica, con la que se ganó la vida tanto en la radio como sobre todo en estudios de doblaje.

Imagen de Función de noche (1981)

Por su parte, Lola Herrera continuó su carrera artística, centrada en el teatro y la televisión. El día del estreno de English spoken, una comedia de Lauro Olmo, el galán de la compañía llegado el momento de besarla no lo hizo tal y como habían ensayado, sino de un modo apasionado, lo que sorprendió a Lola Herrera. Cuando le pidió explicaciones el interpelado le hizo ver que se había enamorado de ella. Siete años mantuvieron esa relación sentimental, aunque cada uno vivía por separado. No pensaba Lola ni casarse de nuevo ni tener más hijos, pero en cualquier caso se sentía feliz. Ella le llevaba algunos años, lo que no constituía problema alguno para ambos. Trabajaban juntos tanto en telecomedias o Estudio 1 como en funciones teatrales. Sin ser muy partidarios de frecuentar discotecas y fiestas yo los recuerdo muy compenetrados siempre, de buen humor. Pareja enamorada, pensaba uno. Hasta que Lola descubrió que su amigo la engañaba. Hizo averiguaciones, enterándose que salía con una rubia veinte años menor que él. Cuando por teléfono Lola pidió a M.T que le dijera la verdad, no encontró sino palabras dubitativas, inconexas, propias de quien ha sido pillado "in fraganti". Y el amor por aquel hombre se esfumó, dejando en Lola Herrera una sensación extraña, un vacío que nunca pudo ya llenar: "Me mintió hasta en dónde había nacido, y la fecha, pues se quitaba años".

De nuevo la decepción, el dolor de una absoluta deslealtad. Y hasta el presente, que sepamos, nadie más ocupó el corazón solitario de esta brillantísima actriz que no tuvo suerte en el amor. A dos meses de cumplir ochenta años puede sentirse orgullosa de ser querida y admirada en toda la profesión. Y por el público, que es lo importante.

Herrera, en una visita reciente a esRadio | David Alonso

Acaba de recoger días atrás el premio Max de Honor. No representa la edad que tiene, pues se la ve lozana y atractiva. Y es que se cuida mucho, y no vacila en confesar que con mucho gusto ha pasado "por el taller de reparación" para someterse a unos arreglos faciales. Que la han favorecido. No obstante, con buen juicio, manifiesta: "Es un sacrificio inútil empeñarse en ser joven cuando ya no lo eres. Pero con el paso del tiempo se ganan otras cosas muy importantes". La contemplamos muchas tardes en el serial televisivo Amar es para siempre. Representó la pasada temporada En el estanque dorado junto a Héctor Alterio. Y ahora, como les contábamos al principio, se ha embarcado de nuevo en el monólogo Cinco horas con Mario. No le faltan proyectos. Y hasta montó hace pocos años el negocio de una firma de ropa, diseñada por ella misma. Afronta el futuro Lola Herrera con serenidad y optimismo, hasta dejarnos en sus entretenidas memorias este deseo: "Tengo muchas cosas que hacer…"

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