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Cayetano Martínez de Irujo renunció a ser Conde-duque de Olivares

Todavía hay datos de la biografía de Cayetano, que cumple ahora 53 años, que resultan relativamente desconocidos.

Cayetano Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, quinto hijo de la duquesa de Alba, celebra este 4 de abril sus cincuenta y tres años. Ha superado un duro trance en los últimos meses, tras pasar nada menos que tres veces por el quirófano, lo que le ha supuesto perder alrededor de diez kilos de peso. Se ocupa ahora de un negocio familiar, comercializando productos que llevan el sello de la Casa de Alba: jamones, varios embutidos, carne de vacuno, aceite, miel, y hasta una marca de turrón y otra de cerveza. Renunciando por ello a sus compromisos como jinete en pruebas de salto en competiciones europeas, que es a lo que se ha dedicado toda la vida, desde que colgara los libros sin llegar siquiera a entrar en la Universidad.

Dado que Cayetano es de todos sus hermanos el que se ocupa de estar al frente de la sociedad, como administrador único, es quien mantiene en ella su absoluto control, aunque reparta ganancias con aquellos, cuando las haya. Ya se ha abierto al público parte del Palacio de Dueñas, en Sevilla. Con la recaudación que obtengan de los visitantes y la de los productos de la Casa de Alba, los herederos están más tranquilos respecto a las finanzas de la Casa. Si bien la revista Forbes cuantificó en dos mil ochocientos millones de euros el valor de su patrimonio, los Alba saben que una cosa es poseer un montón de tierras, castillos, cuadros y joyas (que no pueden vender en su mayoría) y otra es la de disponer de suficiente liquidez para hacer frente a los gastos que supone el mantenimiento de esas propiedades. Ya llevan un tiempo "haciendo caja" y aunque se hable de diferencias entre algunos hermanos, en lo fundamental, están unidos.

Cayetano es el más simpático de todos ellos, quien más abierto ha estado siempre con los medios informativos, hacia los que el primogénito, duque de Huéscar y heredero del Ducado de Alba, siempre ha mostrado, aun dentro de la cortesía, un evidente distanciamiento. Tampoco el segundo de los hijos de Cayetana, Alfonso, duque de Aliaga entre otros títulos, es habitual de la prensa rosa; tal vez el más desconocido de los hermanos, dedicado a sus ocupaciones bancarias y empresariales. Jacobo es persona encantadora dentro de su estricto y reducido círculo de amigos ligados a la intelectualidad y al negocio editorial que mantuvo con el nombre de Siruela, su título condal; empresa que traspasó para mantener otra similar radicada en tierras catalanas. Vive ajeno a toda relación con la jet que sale fotografiada en ¡Hola!. Fernando, marqués de San Vicente del Barco, es el más tímido de todos, educadísimo si no tiene más remedio que atender a un periodista, aunque prefiere vivir ajeno a la curiosidad pública. La benjamina, Eugenia, duquesa de Montoro, a la que disgusta ser tratada como tal, también le fastidia ser perseguida por los paparazzi, pero es la más asidua de la prensa del cuore desde que se la relacionara con Fran Rivera, se casara con él, tuviera una niña y acabara separándose. Y si además se debe a su contrato con la firma Tous, colaborando en la promoción de sus joyas, hace de tripas corazón, ensaya muecas de sonrisas y posa de vez en cuando en eso tan sobado en los últimos tiempos que se conoce como photocall.

El Conde-duque de Olivares, de Velázquez | Archivo

Mas volviendo a Cayetano: ¿sabían que renunció hace pocos años a heredar el título de conde-duque de Olivares? Su madre le insistió para que lo aceptara. Siendo su hijo favorito, lo presionó cariñosamente pero él le hizo ver que ya era suficiente con llevar el título de duque de Salvatierra, al que luego unió el de duque de Arjona, cuando la duquesa de Alba hizo el reparto de bienes antes de celebrar su tercera boda con Alfonso Díez.

¿Qué movería a Cayetano renunciando a ser titular de ese doble reconocimiento aristocrático? Puede que eso que llaman "el peso de la Historia", sabedor sin duda que el primer conde-duque de Olivares no fue un noble cualquiera y, aunque discutido en su tiempo, nadie que sepa algo de nuestro pasado ignora que era valido de Felipe IV e influyó decisivamente en la Corte de su tiempo. Y si Cayetano desistió de heredarlo, es el actual primogénito de los Alba quien posee ese y una treintena larga más de títulos, legados por herencia, de los cuarenta y siete que llegó a ostentar la duquesa Cayetana.

Por cierto que Carlos es el único de los hermanos que lleva sus apellidos trastocados, ostentando antes el primero, el de su madre, Fitz-James Stuart, antes que el paterno, Martínez de Irujo, por decisión de sus progenitores, puestos de acuerdo ante el Ministerio de Justicia con el pretexto de que la dinastía británica de tales apellidos no quedara interrumpida en España.

Cayetano podría estar acompañado en su cincuenta y tres cumpleaños por su última conquista sentimental, Alexandra Muñoz, veintiún años más joven que él, con quien comparte paseos a caballo. Desde que su matrimonio con Genoveva Casanova se fuera a pique, con dos hijos de por medio (los mellizos Luis y Amina), ya no fue el mismo respecto a sus relaciones femeninas. En un lejano ayer quedaron sus frívolas relaciones con mujeres de paso, la más sonada con Mar Flores. Pero es que tras su ruptura con Genoveva, entró en un peligroso periodo, que desembocó en visitas a un puticlub, de las que un programa televisivo se hizo eco con el consiguiente descrédito social y personal para el quinto hijo de la duquesa de Alba. Y cuando hace un año vivió un apasionado romance con la nadadora Melani Costa parecía haber encontrado la estabilidad que buscaba. Ella deshizo esa relación declarando breve y misteriosamente que nada quería saber en adelante de este caballero, del que se guardaba para sí más de un secreto inconfesable.

Pero ahí tienen de nuevo a un renovado Cayetano, con más pinta de galán que nunca. ¡Ah! ¿A que no sabían que llegó a intervenir en una película? Sí, en Los fantasmas de Goya, de Milos Forman, estrenada en 2006, donde encarnó el personaje de duque de Wellington. Le deseo que sople felizmente las cincuenta y tres velas de su tarta de cumpleaños.

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