Ambas proceden de dos de las familias más influyentes y adineradas de Estados Unidos, tienen aproximadamente la misma edad, son empresarias de éxito, han recibido la mejor educación y estaban destinadas a ser amigas.
Ivanka Trump tiene 34 años y su apellido lo dice todo. Es hija del multimillonario empresario y candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump. Licenciada cum laude en Economía por la Universidad de Pennsylvania, estudió dos años en Georgetown y ocupa uno de los más altos cargos del conglomerado familiar The Trump Organization, además de contar con su propia marca de joyas: Ivanka Trump Collection. Chelsea Clinton tiene 36 años y forma parte de una de las familias políticas por excelencia. Graduada en la Universidad de Stanford (la segunda mejor del país), continuó sus estudios para seguir los pasos de su padre el expresidente Clinton, y se matriculó en la británica Universidad de Oxford para formarse en Relaciones Internacionales. Ahora, está al frente de la Fundación Clinton y su madre es candidata demócrata a la Casa Blanca.
Las dos están casadas con empresarios judíos millonarios, quienes las presentaron. Clinton, con Marc Mezvinsky, con el que tiene una hija y ya están esperando el segundo. Trump, embarazada del tercero, con el magnate inmobiliario Jared Kushner. Sus matrimonios son la perfecta imagen de estabilidad y felicidad, y eso que los padres de ambas protagonizaron sonados escándalos relacionados con aventuras extramatrimoniales. Lo raro hubiera sido que no fueran amigas. Se mueven en los mismos círculos sociales y pasaron su adolescencia con un perfil público bajo alejadas de los medios de comunicación, más centrados en la vida de sus progenitores.
Entre ellas siempre ha habido elogios, sonrisas y muestras de cariño. "Ivanka y yo hablamos de todo. Estoy muy agradecida de que sea mi amiga. Creo que es una gran mujer y la apoyo igual que hago con todos mis amigos", declaró en una ocasión Chelsea en televisión. Lo mismo hace Ivanka en redes sociales citando inspiradoras frases de su amiga y elogiando sus "sabias palabras". Ahora, aunque ni Hillary Clinton ni Donald Trump son aspirantes oficiales de sus respectivos partidos, se han convertido en rivales y, por consiguiente, sus hijas. Desde que arrancó la campaña, se acabaron las apariciones públicas conjuntas y su contacto se ha reducido hasta después de las elecciones. Eso sí, las dos se han implicado a fondo en las campañas de sus padres.
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— Ivanka Trump (@IvankaTrump) 4 de junio de 2015
Las primarias no están resultando especialmente amables entre ambos candidatos. Trump, el más polémico, ha llegado a acusar a Clinton de crear el Estado Islámico junto al presidente Barack Obama, además de calificarla como "la peor secretaria de Estado de la Historia del país". En otro cruce de acusaciones, la demócrata llegó a decir que el empresario es "el mejor reclutador" del EI por sus comentarios contra los musulmanes. Si ambos resultan candidatos, la carrera para llegar al despacho oval de la Casa Blanca promete ser dura.
Mientras sus padres son enemigos, la amistad de estas dos mujeres parece estar en un estado de espera, por lo menos hasta que exista un ganador claro y se celebren en julio las oportunas convenciones en las que cada partido impulse a su candidato de cara a la campaña electoral. Por tanto, el periodo de standby podría alargarse, pero lo que sí está claro es que ninguna de las dos desaparecerá de la esfera pública, por lo que su amistad es difícil de romper, al menos sus encuentros casuales. Su último contacto fue una llamada telefónica para desearse lo mejor, informarse sobre sus embarazos y despedirse hasta el año que viene. Y que gane la mejor.