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Lo que Alfredo Landa reveló sobre el millonario amante de María José Cantudo

¿Fue el mexicano Ramiro Garza el cuarto hombre de la actriz?

María José Cantudo | Cordon Press

María José Cantudo es mujer ocurrente, que cuando está en su salsa siempre ha contado con mucha gracia algunos episodios de su vida, aunque siempre se ha guardado para sí secretos que nunca desvelará. En Chic he leído unos comentarios suyos, ante un grupo de reporteros del corazón, en los que habla de quien fue su marido, el infortunado Manolo Otero y dos de sus compañeros sentimentales, Enrique Cornejo y Pedro Ruiz. A ambos, cuenta, "les dio puerta", al comprobar que le habían sido infieles. De estos últimos, el primero, un gran empresario teatral, ha sido siempre un conquistador nato, por lo corriente de actrices, a quienes siempre mimó y ayudó profesionalmente, como por ejemplo Sara Mora y Rosa Valenty.

El periodo artístico más brillante de María José Cantudo fue el que compartió junto a Enrique Cornejo. Con Pedro Ruiz quedó muy decepcionada cuando al llegar al chalé en el que convivían –el del cómico- lo sorprendió en brazos de otra persona. Me lo contó alguien muy allegado a ella, quien quedó muy decepcionada. Porque al catalán lo quiso a la par que admiraba su ingenio. Pero, mujer de carácter, superó pronto aquel desliz. En estas últimas confidencias que la estrella de Andújar ha desgranado en el transcurso de un almuerzo periodístico, pronunció esto: "Hubo un cuarto hombre en mi vida pero no voy a desvelar su identidad". ¿Un político, tal vez? Desde luego, a esos tres nombres masculinos con los que compartió sus amores, hay que agregar, al menos que sepamos, un par de ellos.

Comencemos por Felipe Campuzano. Impenitente bohemio, el pianista gaditano vivió una aventura con ella muy publicitada en su día en las páginas de los semanarios rosa. Les convenía a los dos, que se promocionaban gratuitamente en las fiestas a las que acudían muy acaramelados. Pero él ha sido siempre un tipo inestable, como se comprobó en sus tres matrimonios, sin contar un montón de "ligues". Y María José Cantudo no pasó de ser un capítulo más en su biografía donjuanesca. Lo que no me gustó del autor de la espléndida serie de discos "Andalucía espiritual" fue el texto que insertó en su blog acerca de nuestra protagonista femenina de hoy, sobre la que contaba: "Nos acostamos como cualquier noche hacíamos en su casa…". Y mi crítica hacia él se centra en el relato que siguió de una de esas noches de amor cuando tras cenar unas chuletas en un restaurante de la carretera de Barajas, a las afueras de Madrid, estando en la cama él sufrió una inoportuna indisposición intestinal. Y escribía que "… ella soltó una carcajada al ver el estado en que me encontraba mientras que yo cogí un cabreo monumental y le dije de todo. Entonces le hice llamar a su secretario, un mariquita, para que me trajera algo de la farmacia. Y así esperamos hasta que llegó con el medicamento". Sospecho que después de aquella inolvidable velada, la relación entre ellos fue enfriándose hasta acabar en el adiós.

Y no creyendo que este escatológico Felipe Campuzano haya sido ese "cuarto hombre" que marcara la biografía sentimental de María José Cantudo, haciendo memoria, les recuerdo el prolongado idilio que la actriz vivió en tierras aztecas, utilizando para ello el libro de memorias de Alfredo Landa –páginas 242 y 243-, de las que transcribo lo que el inolvidable actor, tenido siempre por hombre poco dado a mentir, dictó a su biógrafo Marcos Ordóñez: "En 1982 volví a México para rodar Piernas cruzadas. Era como una de Pili y Mili, pero al revés, dos chicas idénticas interpretadas por una sola actriz, María José Cantudo… Había saltado a la fama por el desnudo aquel de La trastienda y desde entonces había ido dando tumbos por películas espantosas. Hasta que conoció a Ramiro Garza Cantú. Este hombre era un multimillonario mexicano, de Tamaulipas. Conectadísimo, con un hermano en la cúpula del PRI. Se hizo de oro con una empresa llamada Servicios Marítimos Grupo San Juan, que trabajaba para Pemex, la principal petrolera mexicana, propiedad del Gobierno. Al cabo de un tiempo, las plataformas petrolíferas del país estaban en manos de Garza Cantú, que a su vez las alquilaba a terceros. Te puedes imaginar lo que ingresaba cada mes. Garza Cantú viajaba mucho a España y lo primero que hacía era escoger a la moza que más le gustaba. Decía "ésta", se la traían y él le ponía un piso por todo lo alto. Aquel año, por lo que parece, vio unas fotos de la Cantudo y fue a por ella. Y, también por lo que parece, se enamoró a lo grande. Estuvieron a punto de casarse. Además del pisazo de rigor creó una productora sólo para lanzarla en Suramérica. PIASA, se llamaba. Producciones Internacionales de América. Le firmó trece películas aunque sólo llegó a hacer Piernas cruzadas, porque rompieron al poco tiempo o él se encaprichó de otra, eso no lo sé. Tampoco sé cómo funcionó aquella memez en México, pero en España no pasó de cien mil espectadores. Cobré espléndidamente, eso sí".

Hasta aquí, lo transcrito de las confesiones de Alfredo Landa. Si el tal Ramiro fue "el cuarto hombre" de María José Cantudo o simplemente una aventura, es algo sobre lo que no me pronuncio.

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