Ocurrió en el otoño de 1993. A Bertín Osborne lo fotografiaron "en bolas", a bordo de una lancha, en compañía de su entonces novia norteamericana. El reportaje se publicó en el número 916 del semanario Interviú, correspondiente al 29 de noviembre de 1993. Percibió la nada despreciable cifra de dieciséis millones de pesetas. Pero ni se agotó la tirada ni tampoco la publicación quedó conforme con las ventas. No fue la primera vez que el cantante y presentador pasó por caja.
Entre sus conquistas amorosas, figura la princesa Sofía de Habsburgo; la campeona argentina de tenis Gabriela Sabatini; la actriz nórdica Brigitte Nielsen, tan alta como él, que luego tuvo un efímero matrimonio con Sylvester Stallone; la entonces modelo Mar Flores; la nicaragüense Bárbara Carrera, chica Bond en Nunca digas nunca jamás… El "ligue" con esta última se lo brindé yo. Resulta que la actriz vino a España a promover su última película y la distribuidora me ofreció una entrevista exclusiva con ella. Sugerí que el reportaje gráfico quedaría mejor con un galán a su lado, aceptaron y le propuse el encuentro a Bertín, quien aceptó –nunca mejor dicho- de mil amores. Fuimos a almorzar y él eligió después el lugar donde podríamos fotografiar a la pareja: un picadero de la zona Norte de Madrid donde iba a montar a caballo regularmente. Así lo hicimos. Después, él la invitó a su picadero particular, ya me entienden… Sin embargo, Bertín no me dio nunca las gracias.
Aunque un día le dio por abandonar sus clases con gran disgusto de su padre, quien lo quería titulado ingeniero agrónomo. Harto de discutir con él y de no hablarse después, se fue de casa. No había cumplido los diecisiete. Aterrizó en Londres y para ganarse el sustento no vaciló en cantar en los pasillos del "Metro". Dio un salto a Nueva York y lo contrataron como vendedor en unos almacenes. La relación de sus trabajos esporádicos no acaba ahí, pues ya en España trabajó en un puerto, fue agente de seguros, corredor inmobiliario, vendedor de pisos en la empresa Sofico, aquella que dirigían unos espabilados franquistas que estafaron a un montón de desventuradas familias; y también vendió vino para Rumasa.
Ha grabado hasta la fecha veinticinco álbumes, incluyendo algunos recopilatorios. Y el más reciente lo promueve estos días, titulado "Crooner" con melodías estándar americanas, como "New York, New York" y otros éxitos de Frank Sinatra. Al que conoció por medio de un yerno de "La Voz". Cenaron en la casa del astro en Palm Beach. Y Frankie le dio un consejo que Bertín no ha olvidado: "Trabaja como si no te importara no trabajar". Y ello lo lleva a cabo con verdadera entrega. Porque se ocupa de su empresa de alimentación, en la que vende desde jamones a conservas y quesos. Los fines de semana continúa representando un disparate escénico con su amigo Paco Arévalo, en una trama en la que aparecen como mellizos (y el cómico le llega a Bertín a la altura del codo).
Sin duda el propio cantante es gracioso y también fuera del escenario cuenta divertidísimas historietas y chistes. Ahora, con su programa En la tuya o en la mía, ha recobrado la popularidad perdida tiempo atrás, donde conversa con personajes populares en un tono jocoso, desenvuelto, que distrae a la numerosa audiencia. Cobraba 10.000 euros por programa y con el éxito, le han subido el "caché". A la televisión lo llevó Valerio Lazarov y desde entonces se mueve como pez en el agua en la pequeña pantalla.Se ha jubilado ya como impenitente seductor y sólo tiene ojos para su segunda esposa, la venezolana Fabiola Martínez Benavides, a la que lleva dieciocho años. La conoció en un "cásting". La reencontró un año después, casándose en 2006. Tienen dos hijos, uno de ellos, el primogénito, nació con una lesión cerebral. El matrimonio, sabido es, mantiene una Fundación para niños con ese tipo de problemas. Por cierto, Bertín Osborne cumple este 7 de diciembre sesenta y un años, nacido en Madrid aunque se sienta profundamente jerezano. Y lleva unas semanas solicitadísimo por los medios de comunicación.