"Chic" incluía, nada más conocerse la noticia del óbito de este gran actor, el artículo que escribimos en noviembre último dándoles noticia del "mal de Alzhéimer" que lo aquejaba. Les añado ahora algunos pasajes de su vida menos conocidos, que me refirió él mismo en algunos de los encuentros periodísticos que sostuvimos en el transcurso del tiempo. Por ejemplo: "Yo trabajaba en una compañía de aficionados, en tanto estudiaba Contabilidad. Ni siquiera terminé el Bachillerato. ¡Pues vinieron a contratarme para una compañía de profesionales, sin yo ofrecerme. Como lo oye". Y luego esto otro: "Le contaré algo que parece de vodevil. Fui a la "mili" y el oficial que me atendió al enterarse de que yo era actor terminó por darme inútil para el servicio militar. Nadie de mi familia lo comprendió. Y luego, lo que son las cosas, aquel oficial se convirtió en mi representante artístico".
A "Saza" siempre se le recordará, físicamente, por su bigote. Pero hubo de rasurárselo en dos ocasiones. Por exigencias del argumento teatral: en La venganza de don Mendo y en otra función donde hizo de sacerdote. "Le confieso –me decía- que no sufrí en absoluto". ¿Y siempre interpretó papeles cómicos? Me dijo que no. "Hubo una ocasión en la que estrené una pieza dramática, Un día de libertad, en el teatro Beatriz, de Madrid. Temí, cuando se alzó el telón, que la gente nada más verme se echara a reir, cosa que frecuentemente me ha pasado yendo yo por la calle. Pues, no señor, ni un solo día hubo un espectador que me tomara a broma". Lo que estaba fuera de toda duda es que su físico lo condicionó para papeles cómicos: "Bastante, por mi cara, mi nariz, mi boca, el poco pelo que me va quedando dado que nunca me pongo tirabuzones… Lo que procuro es no repetir siempre los mismos gestos y, de ese modo, creo lograr que mis personajes no parezcan iguales".
Siempre fue muy querido por el público. "Le podría contar cientos de anécdotas de ese afecto. Llegar a una cafetería, por ejemplo; que al verme, unas señoritas me sonrieran, y yo, claro, correspondiéndolas. Y al irme… ¡me tiraban besos al aire!". El gran actor catalán, con ascendientes aragoneses, vivió la mayor parte de su vida en Madrid. Me confesaba, cuando le pregunté cuáles eran sus características principales: "Soy metódico, muy ordenado, puntual al máximo, respetuoso con todo el mundo…" Hablaba normalmente… casi como en el cine, pero como puede suponerse, sin exagerar su pronunciación y sus gestos. Su dicción castellana era impecable, desde luego con acento catalán a veces, remarcando las frases. Bromeamos un día sobre una circunstancia común: ninguno de los dos conducíamos automóviles, ni se nos pasaba por la cabeza sacarnos el carné de conducir. Entonces, se extendió así en ese punto: "Hay compañeros que sabiendo que yo no toco un volante, cuando hemos ido de gira, me ha propuesto llevarme en su coche. Y yo me he opuesto siempre. He tomado un billete de tren, o de autobús y me he presentado siempre en el día y hora acordada". Tampoco sabía nadar ni se prestaba a que le dieran lecciones: "En mis contratos ya saben que si he de meterme en el agua ha de ser que no me cubra de cintura para arriba. Y luego también dejo estipulado que yo me aprenderé puntos y comas del guión que me entreguen, pero que si hay algún cambio y no me avisan a tiempo para aprendérmelo, doy por roto el acuerdo. Y es que, mi querido no sé improvisar". Una faceta poco conocida de José Sazartornil "Saza" es la de escritor de comedias: "Firmé ocho en colaboración con el periodista Armando Matías Guíu y un par de ellas ya sólo mías, "Una vez a la semana… sin fallar" y "¡Qué campanada!". Pero no apareció mi verdadero nombre como autor, sino el de Mariano Mazurca, que fue uno de mis abuelos".
"Saza" fue uno de los actores admirados por Luis García Berlanga. "Sin embargo, no pude trabajar a sus órdenes tantas veces como me llamó y yo lamenté, al estar yo comprometido con otros trabajos. Sólo hice tres películas con él: El verdugo, La escopeta nacional y Todos a la cárcel. Esta última la rodamos durante siete semanas metidos realmente en una cárcel, con un calor asfixiante. A mis familiares y amigos les comentaba que estaba veraneando tras los barrotes. Y no me creían. Pero yo me lo pasé muy bien y hasta hice amistades con algunos presos de verdad que hicieron de "extras".
Estaba felizmente casado con Carmen, quien la acompañaba a todas partes. Tuvieron una hija. "Adonde no viene conmigo es a los rodajes. ¡Figúrese si llega a estar a mi lado en la cárcel en esa película de Berlanga…" Aunque participó en casi ciento cincuenta películas, en más de un centenar de obras teatrales y en algunas apariciones televisivas, "Saza" no tuvo papeles absolutos de protagonista, por mucho que fuera halagado por la crítica y el público. Menos mal que Antonio Mercero sí le proporcionó un papel destacado el año 1987 en Espérame en el cielo, el de un acérrimo falangista que en la ficción prestaba sus servicios en el Palacio de El Pardo, aleccionando a un "doble" de Franco para que asumiera con toda la verosimilitud posible su parecido con el Jefe del Estado. Aquella soberbia interpretación le supuso ganar un merecidísimo premio Goya en 1988.
En cualquier sitio exhibía siempre su amplia sonrisa, que prodigaba a todo aquel con quien se cruzara, le dirigiera una mirada o unas palabras. Sus compañeros, lo consideraban una persona afectuosa, muy educada. Y sobre todo un actor extraordinario.