Al margen de cuanto Marujita Díaz significó positivamente en el cine, el teatro musical y el disco, vamos a recordar otros pasajes más cercanos a su intimidad, para completar su interesante biografía. Comenzando por su relación con Espartaco Santoni, que es el amor más importante de su vida. Por cierto: cuando hacía tiempo que había dejado de ser mocita iba a todas partes acompañada de su madre, una mujer por cierto encantadora, a la que tuvimos el gusto de conocer. Oficiaba de "carabina". En esa época, se las llamaba todavía así, a las mamás que no dejaban ni a sol ni a sombra a sus hijas artistas, con la creencia de que si se quedaban solas iban a ser presa de hombres sin escrúpulos. Actuaba Marujita Díaz en una sala de Caracas, El Patio Andaluz, cuando entre los espectadores se hallaba un venezolano seductor, el ya mentado Espartaco Santoni, que se encandiló con la sevillana, logró sentarla a su vera concluido su show, al lado de su mamá, y celebró los veinticinco abriles de la artista con un derroche de botellas de champán. Lo que siguió después es que él la cortejó, la invitó a su yate y él, según contó, le dijo: "Ahora o nunca. O me lo das o me lo tomo". Y se fueron apasionadamente abrazados al catre. Él la colmó de regalos, entre ellos un valioso anillo de diamantes, que no sería la única joya que ella guardaría en su abundante cofre. Porque Espartaco no dejó nunca de halagarla, rumboso con su dinero.
Marujita Díaz se quedó embarazada a los pocos meses, siempre siguiendo el relato de Santoni. El bebé nunca llegó a nacer y en ese punto preferimos no dar más detalles. Lo lamentaría ella pues ya nunca pudo ser madre, que le hubiera hecho ilusión. Era el año 1958 y la pareja contrajo matrimonio civil. A todo esto nada supimos en España. Marujita Díaz, que ya era una artista muy popular, prefería eludir la noticia de su boda, habida cuenta que no se celebró por la Iglesia, lo que en aquellos años de la España franquista le hubiera perjudicado en su carrera. Por cierto, preocupada por su físico, por su cara un tanto rechoncha como una torta de pan, aceptó seguir los consejos de su maridito operándose de la nariz. Una novedad por lo que respecta a las estrellas entonces de nuestro cine. Lo que también se hurtó a la curiosidad pública.
Espartaco Santoni creyó conveniente irse a vivir a un piso confortable del hoy Paseo de la Castellana (antigua Avenida del Generalísimo). Había que vivir a lo grande. Fundaron una productora. A medias. Y con ella financiaron varias películas protagonizadas por Marujita, como La corista y Pelusa, que les proporcionaron un dineral. Luego, las siguientes ya no fueron tan provechosas. Pero Marujita tuvo siempre un don especial, una querencia irreprimible para el dinero, así es que en su particular libro de balances se quedaba con su parte de beneficios, pero haciendo caso omiso de lo que le correspondía aforar por las pérdidas. Así se explica que, al final de su vida, tuviera una saneada cuenta corriente y sobre todo un valioso legado de cuantas joyas obtuvo de Espartaco, de algunos amantes y de lo que ella misma invertía con sus ganancias.
La colección de las mismas, que no sabemos a quién irán ahora a parar por herencia, insistimos es importante y ella las tenía celosamente guardadas en la caja fuerte de un banco. Otra de sus propiedades es el chalet en el que Marujita vivió desde 1961, de nombre Piedras Negras, situado en el barrio residencial madrileño de Mirasierra. Regalo también de Espartaco Santoni. Allí, recuerdo haber entrevistado a la estrella en más de una ocasión y una muy especial: cuando alojó a su amiga y colega Sara Montiel, quien estuvo residiendo a su lado más de un mes hasta curarse de la gran depresión causada por la muerte de su madre. Volviendo a su relación con Espartaco: "Si yo tenía dificultades económicas a Maruja no le interesaba. O me pagan o no grabo las canciones de 'La Bella Lulú', me amenazaba. Nuestra relación se volvió intolerable. Llegó a arrojarme un pesado cenicero de cristal y tuvieron que hospitalizarme…"
Rota su relación con el venezolano Marujita Díaz nos sorprendió casándose en 1964 con el bailarín Antonio Gades en la ermita madrileña de San Antonio de la Florida. La pareja ocupó las portadas de los semanarios, aunque la popular era ella y él aún un desconocido de la danza. A la sevillana le encantaba aparecer en portada, tanto es así que cuando un día le propuse un reportaje me contestó: "Si me dais la primera página, sí". Y como yo no podía concederle lo que me pedía, no hubo entrevista. Aquel matrimonio naufragó al poco tiempo. Por culpa de la invariable codicia de Marujita, quien se negó a financiar a su marido el espectáculo "Don Juan", en el teatro de a Zarzuela. Que fue un fiasco. Y al año y medio, más o menos, se dijeron adiós. Lo curioso es que no se preocuparon en solventar legalmente aquella separación, hasta que ¡en 1982! consiguieron la nulidad matrimonial.
¿Qué hubo después en la alocada vida sentimental de Marujita Díaz? Más amoríos que otra cosa. Con el coréografo Ricardo Ferrante, antiguo amante de la actriz María Asquerino, vivió una etapa relativamente feliz. Luego ya fue cuesta abajo, y de sus achuchones con Gino, su chófer, que le paseaba los perritos, pasó al montaje periodístico con un novillero llamado Álvaro Amores. A cambio de retozar entre los árboles del Parque del Retiro la sevillana se vio ¿favorecida? con un par de páginas en la revista Diez Minutos. Grotesco. Eso ocurría en los primeros años 80 cuando Marujita estaba semiolvidada. Y para continuar en el candelabro, que diría aquella miss que ha pasado a la historia por el descubrimiento de ese voquible llevado a la popularidad, Marujita Diaz emprendió periódicamente su desfile por fiestas y programas del corazón y otras vísceras. ¿Recuerdan aquel vídeo en un barco con José Manuel Parada, que le costó a éste su salida de Cine de Barrio? Pues con otras apariciones similares transcurrió la vida alegre de Marujita, quien a la vuelta de un viaje a La Habana en 1999 nos presentó a su nuevo novio, el avispado Dinio García Leiva, cuarenta años menor que su supuesta novia, con quien protagonizó hilarantes escenas, previo paso por la caja de revistas del "cuore" y televisiones encantadas de semejantes historias.
Ya sometida al botox y a otros afeites cosméticos, Marujita Díaz, en 2002 acabó su disparatada aventura con el susodicho Dinio, reciclado en actor porno. No se conformó Marujita a su retirada ya por el foto cuando, en vísperas de alcanzar los ochenta años aun quería colarnos su último timo amatorio, nada menos que con el ex de Estefanía de Mónaco, Daniel Ducruet, lo que naturalmente ya no se lo creyó creo que ni ella misma. Con sus ataques a Sara Montiel en las tertulias televisivas, probablemente pactadas por ella para aumentar su caché, fue consumiendo sus postreras apariciones en la caja tonta, la última de ella para decirnos que era propietaria de unos impresionantes collares (eso en tiempos de crisis, para que el personal le tuviera envidia). Lo último que se divulgó de ella fue en el pasado mes de abril, referente a la citación que recibió de un Juzgado, asunto del que nunca más se supo, quizás por que quien había sido una gran estrella y ahora era tratada como la reina de los frikis, ya estaba al final de su vida.