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Carlos Pérez Gimeno

Los montajes de Marujita Díaz

A la sevillana le gustaba el dinero más que a nadie, y no tenía problema alguno en hacer montajes amorosos.

A la sevillana le gustaba el dinero más que a nadie, y no tenía problema alguno en hacer montajes amorosos.
Marujita y Dinio | Archivo

Se ha ido una de las veteranas. Marujita Díaz era incombustiblE. Nunca quiso desvelar su edad, siempre fue misterio, pero a pesar de ello poseía una vitalidad fuera de lo común, al igual que la capacidad para inventarse historias.

A la sevillana le gustaba el dinero más que a nadie, motivo por el cual no tenía ningún problema en organizar montajes amorosos. Tan solo hay que recordar el que organizó con Dinio, aquel cubano que conoció en su isla, y que hizo célebre la frase de "La noche me confunde". Era un caradura simpático, y supo aprovechar al máximo su tirón mediático y ganar un buen dinero a costa de su increíble historia con la folclórica. Hasta te atrevieron a decir que tenía comprado el anillo de compromiso, el problema surgió cuando ningún joyero quiso regalárselo a cambio de publicidad, y los felices tortolitos se quedaron con las ganas.

Otra de las increíbles historias fue con Daniel Ducruet, el ex marido de la princesa Estefanía de Mónaco, pero la historia no cuajó y enseguida el tema se disipó, y de ahí no pudo sacar un gran beneficio.

Hace un tiempo a Maruja se le ocurrió la idea de volver a hablar de un novio que tuvo hace casi dos décadas, un tal Álvaro Amores, un torero de Getafe que no tuvo suerte en los ruedos y que a día de hoy regenta un bar. El de la pareja, apareció en la portada de la revista Diez Minutos, retozando en el madrileño Parque del Oeste, fue un reportaje de los que hacen historia. Se conocieron en un hotel en Castellón, según me cuenta mi querida Carmen Jara, cuando trabajaban con la también desaparecida Encarna Sánchez como comentaristas en la famosa mesa camilla. Otra de las integrantes era Paquita Rico, que ha vuelto a su Sevilla natal, ciudad de la que salió también Carmen Sevilla, que desgraciadamente ya ni conoce a nadie debido al avanzado estado de la enfermedad de alzhéimer que padece.

Maruja deja un recuerdo imborrable, no sólo por su arte, sino también por su sentido del humor. Se reía de sí misma, y tenía una caradura impresionante. Nadie podía con ella, ni el propio Espartaco Santoni, uno de sus maridos. Ella fue la única persona a quien éste no le sacó ni un duro, sino todo lo contrario, ya que de aquel matrimonio quien sacó tajada, fue la propia Marujita.

Quién no recuerda la típica frase que ha repetido millones de veces, luciendo las joyas y refiriéndose a las mismas como "charcutería fina", mientras lucía un impresionante aderezo de brillantes y esmeraldas. Todo un carácter. Sus ojos, que nadie como ella sabia mover, se han cerrado para siempre.

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