+Se nace o no elegante. El estilo, no se compra. Esas virtudes, entre otras, exhibe siempre, deslumbrante, Nati Abascal, que celebra su septuagésimo segundo cumpleaños. Nació en Sevilla el 2 de abril de 1943 en el seno de una distinguida familia: el padre un abogado de sólida posición, propietario de extensos olivares; la madre, una adelantada de la moda, la primera mujer que abrió una "boutique" en la capital de la Giralda. Fueron doce hermanos. Nati, gemela de Ana María. Ambas con una escultural figura. Desfilaron en la Feria Mundial de Nueva York en 1964, contratadas por el modista Elio Berhanyer, donde las descubrió el afamado fotógrafo Richard Avedon: posaron para él, quien les dedicó quince páginas en las páginas de Harper's Bazaar. Nati Abascal fue luego, ella sola, portada de la acreditada revista.
Así inició su espectacular carrera de modelo de Alta Costura, trabajando en exclusiva para la más importante agencia de los Estados Unidos, la de Elieen Ford. Luego protagonizó otros episodios, como un reportaje en las páginas de Playboy, naturalmente desnuda, y una colaboración, siquiera episódica como guerrillera en la película de Woody Allen Bananas.
El escocés Murray Livingstone se convirtió en 1970 en su primer marido. Del que se divorció cinco años más tarde. Nada de aquello se contaba en las revistas españolas del corazón. A su regreso a Sevilla, se reencontró con un amiguito de la infancia, nada menos que el segundo hijo de los Duques de Medinaceli, Rafael Medina y Fernández, Duque de Feria y Marqués de Villalba. Cierto que el padre de Nati ostentaba el quinto marquesado de Romero-Toro, título pontificio. Pero nada que ver con la dinastía aristocrática de su marido, la más importante de España, por delante incluso de la Casa de Alba. La boda se celebró en la ermita del Rocío. Ella abandonó su trabajo en las pasarelas. Era el 14 de julio de 1977. Entre 1978 y 1980 les nacieron sus dos hijos, Rafael y Luis. Todo perfecto.
En la década de los 80 Nati Abascal frecuentaba a menudo las páginas de las revistas pregonándose su elegancia, su exquisita distinción. Por otra parte siempre fue accesible para los reporteros. Yo la recuerdo especialmente, entre otros encuentros, la víspera de la boda en Sevilla del primogénito de la Duquesa de Alba, cuando nos invitó a su casa, un lujoso apartamento paredaño a la Casa de Pilatos donde seguía viviendo su suegra, la Duquesa de Medinaceli. En el transcurso de la gratísima velada vespertina nos presentó a sus hijos, correctísimos; y a su marido, que llegó ya en el ocaso de la tarde. La pareja tarifó muy pocos meses después, separándose en 1988. A partir de entonces ella hubo de reanudar sus contactos laborales, como estilista de moda, incluso reapareciendo ocasionalmente de modelo. Llegó a un acuerdo con la familia de su "ex", por el que renunciaba a sus títulos nobiliarios.
La revista ¡Hola! le brindó la posibilidad de recibir una generosa nómina mensual a cambio de figurar como coordinadora en las páginas de moda, incluso en la realización de reportajes con personalidades de la vida social, no desde luego como entrevistadora, sino participando en la consecución de los mismos, en la elección del lugar, la decoración, la vestimenta de esos protagonistas. Al mismo tiempo la ayudaron a afrontar su situación económica sus buenos amigos, Óscar de la Renta y Valentino, modistas de fama mundial. Sus más que considerables ingresos le permitieron a Nati Abascal hacer frente a los gastos de alojamiento, manutención y estudios en Inglaterra y luego Estados Unidos de sus dos hijos, habida cuenta de que el Duque de Feria no cumplía con esas obligaciones. Tampoco la familia paterna, la de los Medinaceli, quería saber nada del asunto. Nati se entrevistó con un hermano de su exesposo, el Duque de Segorbe. Correrían con tales gastos, siempre y cuando los chicos estudiaran en Sevilla, viviendo en la Casa de Pilatos. Y Nati, se negó. Los tribunales eclesiásticos negaron la nulidad de su matrimonio y ella se despreocupó de pedir el divorcio.
En 1988 coincidió en una fiesta con el entonces presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza, con quien vivió un año de convulso romance, en la creencia de que se casaría, en un piso del paseo de la Castellana, por el que él pagaba de alquiler cuatrocientas mil pesetas. Pretendió demandarlo por incumplimiento de promesa matrimonial. Cuando se dijeron adiós, Mendoza comentó: "Si continúo con ella un mes más, acabo arruinado". Y es que ella arrastraba una fama, no sabemos si real, de mujer derrochona. En 1993, el Duque de Feria fue encarcelado, acusado de tráfico de drogas y corrupción de menores. Menos mal que sus hijos estaban fuera de España. Se enterarían tarde de la situación de su padre, avergonzados tal vez de su incomprensible conducta.
Moriría tempranamente. Entre tanto, Nati Abascal siguió adelante paseándose por los más lujosos salones. En París, coincidimos en un desfile de modas de Yves Saint-Laurent. Almorzando en el hotel Intercontinental, me confió: "Si yo contara mi vida, daría mucho que hablar. Mejor no hacerlo". Publicaría, eso sí, un manual de consejos para vestir adecuadamente, el libro 100 % Naty, donde aconsejaba a las mujeres no dejarse llevar por las audacias y extravagancias. Sigue de cerca el devenir de sus hijos. Rafael, casado con la bilbaína Laura Vecino, que la ha convertido doblemente en abuela. A Laura "la ha colocado" de estilista en la revista ¡Hola!. Luis es uno de esos denominados "solteros de oro" de la "jet" madrileña. Ella presta su imagen a conocidas marcas de joyas, sigue de cerca los negocios de la moda, y organiza, por ejemplo, el cumpleaños de Valentino, con actos sociales en los que sigue brillando como una consumada estrella.
Nadie diría que cumple setenta y dos años. Por supuesto que ha pasado por el quirófano y los retoques faciales son en ella ostensibles. Hace un par de semanas en una comida en "Lucio" reveló que "tengo un amigo especial, fuera de España". Pero no descubrió su identidad. Exclusiva a la vista, diría un malpensado. La verdad es que es una dama deliciosa, de divertida conversación, que mantiene una envidiable figura. ¡Felicidades, Nati!.