Vivimos en una sociedad tan progre tan progre tan progre que ser prostituta está mejor visto que dedicarse a la política. Formamos parte de una sociedad tan feminista tan feminista tan feminista que cuando una mujer empieza a ascender, los progres la acusan de tener las rodillas desgastadas para llegar adonde está. Nos hallamos en una sociedad tan hipócrita, tan falsa y tan doblemoralista que pedimos en las redes sociales un respeto a las "señoritas de compañía", pero no le deseamos este "oficio" a nuestras hijas, hermanas, sobrinas o amigas. Y estamos atrapados en una sociedad tan estúpida, tan sumamente estúpida, que, a pesar de defender la prostitución, no aceptamos la legalización de la misma.
Pues bien. Esta semana se supone que "celebrábamos" el aniversario de Pretty Woman protagonizada por dos guapos actores. Y las revistas de moda, como siempre, para rellenar páginas, no pueden dejar pasar este relevante acontecimiento para elogiar la película, recordar sus mejores escenas, analizar sus "out-fits", y demás pamplinas. Y en medio de esa elucubración pintada de color de rosa… ¡ostras! Que la prota es puta, y se nos ha olvidado. O ex-puta. Lo que es lo mismo. Ya saben que dicen en francés <pute un jour, pute toujours>. En verdad yo no tengo nada en contra de aquellos que venden su cuerpo, pero me hace gracia con cuánta ceguera se idolatra tal película, cuyo guión es de lo más bobalicón y difícil de creer, y cuyo personaje principal está lejos de la princesa de Disney; y eso que al final comen perdices y viven felices.
De hecho, en mi muro de Facebook dejé un comentario al respecto como pequeño "homenaje" a la película, y me cayeron unas cuantas críticas. Dicen algunos teóricos que es natural. Y, por desgracia, —y lo dejo aquí constatado para que luego no me descontextualicen—, con frecuencia no se ejerce libremente por la mujer; se las obliga a ejercer tal "labor". También es verdad, y desafortunadamente, la falta de trabajo implica que muchas ejerzan esta pseudo-profesión por supervivencia -cuestiono este punto. Pero hay un tercer grupo que lo hace por placer. Y muy bien. Insisto: respeto a las prostitutas y a los prostitutos así como a sus clientes. No lo comparto. Y lo tolero con dificultad. Tampoco vengo aquí a dar lecciones morales. No nos olvidemos de que la Pretty Woman esa era prostituta; y que muchos ven la película con lágrimas en los ojos pero critican a la vecina, por ejemplo, por llevar a un chico diferente cada fin de semana. Que sí, que la prostitución en la ficción es muy bonita cuando tienes un final feliz en donde la señorita de compañía es guapa, educada, lista y leal, y termina saliendo de ese agujero sin salida. Pero la realidad es muy diferente. Ni todas son tan monas, ni tan delicadas, ni tan higiénicas ni tan graciosas. La mayoría se pelean por una acera que defienden en la calle, visten vulgarmente y su nivel cultural está por los suelos.
Sin embargo, lejos de la compra-venta del cuerpo cual objeto sexual, existe otro tipo de prostitución. La intelectual. Esa que hace que uno venda su moral, su ideología y sus pensamientos. Esa me da aun más pena. Y es que... la libertad tiene un precio, y el que se vende se vuelve esclavo de sus remordimientos hasta que estos van desapareciendo conforme la prostitución se vuelve un hábito, una costumbre, pero también una tragedia ignorada.