Laura Valenzuela y el porqué tardó tanto en casarse
Su marido se enamoró de ella viéndola por televisión.
Conservando su innata elegancia, la figura de quien en su juventud fue modelo de Alta Costura y una sonrisa cautivadora que le franqueó la admiración y cariño de millones de telespectadores, Laura Valenzuela acaba de cumplir ochenta y cuatro años el pasado miércoles, 18 de febrero. De ella les contaremos detalles y anécdotas tal vez desconocidas para muchos. Nacida en Sevilla, en el barrio de la Macarena, María del Rocío Espinosa López-Cepero (que así figura en el carné de identidad) fue trasladada con su familia a Salamanca al año de nacer; luego vivió en Valladolid, Barcelona, Madrid y, con ocho años, en la ciudad francesa de Brive. De nuevo en España estudió Bachillerato y la carrera de Comercio. A finales de los años 40 cobraba trescientas pesetas al mes como mecanógrafa.
Llamaba la atención, entre otras cosas, por su elevada estatura, su buen tipo, así es que pasó a ser modelo de firmas entonces de primera línea: Rango, Asunción Bastida, Marbel… Luego se presentó a unas pruebas de locutoras-presentadoras de Televisión Española, en 1952, cuando faltaban aún seis años para su inauguración oficial. Entretanto, a la espera de las emisiones de ensayo, comenzó a trabajar en el cine con papelitos de poca monta, a partir de 1953, el primero de ellos en El pescador de coplas, donde debutó de protagonista el cantaor Antonio Molina, junto a Marujita Díaz y Tony Leblanc.
Y así, entre breves incursiones cinematográficas y trabajos experimentales en el madrileño Paseo de la Habana, donde se ubicaron los primeros estudios de TVE, fueron pasando unos años, en los que conoció su primer amor: desde la ventana de su casa veía todos los días enfrente a un joven pianista que ensayaba una y otra vez la melodía "Ojos negros". Aunque aquello no pasó de ser una historia platónica. Parece la síntesis de una novela de Corín Tellado. Luego encontraría al amor de su vida, el productor de cine José Luis Dibildos.
Merece la pena recordar cómo se conocieron. El padre de José Luis le comentó un día: "He visto por televisión a una presentadora monísima. ¿Por qué no la contratas para alguna de tus películas?" Dicho y hecho. La citó en su despacho en la Gran Vía madrileña, del que ella salió con un papel bajo el brazo para la comedia que preparaba Dibildos con Noel Clarasó de coguionista, Ana dice sí, del año 1957, cuyos protagonistas serían Fernando Fernán-Gómez y Analía Gadé (que se emparejaron por cierto, por entonces en la vida real). Anécdota al canto: el día que firmaron ese contrato cinematográfico Dibildos estaba solo en su oficina y como no sabía escribir a máquina pidió a Laura Valenzuela que fuera ella misma la que tecleara en unos folios aquel compromiso laboral.
Pasó cierto tiempo y Laura y José Luis se enamoraron como dos colegiales. Él le llevaba dos años de diferencia. Transcurrían los primeros años 60. Como novios eran algo talluditos, que se decía. Pasaba el tiempo y los reporteros preguntábamos a la pareja: "¿Qué, para cuándo la boda?" Y se hacían los remolones: "No hay prisa…". Laura Valenzuela, tras aparecer en cometidos poco relevantes en La violetera, Muchachas en vacaciones, El inquilino, ya tuvo mejores oportunidades después en la productora de José Luis Dibildos, aunque éste nos decía: "Que conste que ella no trabajaba por ser la novia del productor". Y así pudo rodar con mejores papeles en las coproducciones Madame Sans-Gene, El tulipán negro, cuyas estrellas eran, respectivamente, Sofía Loren y Alain Delon, y en sainetes costumbristas tan taquilleros como Los tramposos, Trío de damas, Los económicamente débiles, Las que tienen que servir…
En 1969 reapareció brillantemente en la pequeña pantalla como presentadora del Festival de Eurovisión. Con Españolas en París, su mejor película, Laura Valenzuela dijo adiós al cine en 1970. Presentó en TVE Canción 71 al lado de Tony Leblanc. Estaba en vísperas de casarse. ¿Por qué tardó tanto en llevar a José Luis Dibildos del brazo a la vicaría? Nunca se publicaron entonces las razones de tan prolongado noviazgo. Sencillamente, él no podía contraer nuevo matrimonio al estar ya casado, separado desde luego de su primera mujer hacía años. Pareja siempre encantadora con los periodistas. Con horario dispar: él trabajaba, escribía los guiones de las películas que luego producía, por la noche, y se acostaba a las ocho de la mañana, justo cuando ella emprendía su jornada hogareña. Tuvieron una hija a finales de 1972, Lara Paula (ella prescindiría del segundo apelativo, utilizando sólo el primero, que sus padres le pusieron en recuerdo de la protagonista de Doctor Zhivago).
Laura Valenzuela nos resultó siempre un personaje cercano. Y las televisiones volvieron a contar con ella como presentadora, a partir de 1988, cuando formó una simpática pareja con Joaquín Prat, y en adelante en diversos programas de la cadena Tele-5. El año 2002 enviudó. José Luis Dibildos era todo un caballero, muy querido en los medios artísticos. Con alguna excepción, como la de Alfredo Landa que, en sus memorias, lo ponía de vuelta y media porque le había firmado un contrato leonino.
La última aparición de Laura ante las cámaras sucedió exactamente el 7 de diciembre de 2006 con ocasión de presentar la Gala del 50 Aniversario de TVE Si ella había sido una de las primeras locutoras del llamado Ente Público justo era que compareciera en esa efeméride. Llevaba un año difícil pues le habían detectado un cáncer de pecho, del que se recuperó tras ser operada en Houston. Nunca perdió la esperanza ni le abandonó la sonrisa cuando los periodistas nos acercábamos a ella en demanda de noticias sobre su estado. Una mujer maravillosa que ha estado siempre muy pendiente de su hija, de la inestabilidad de ésta en su vida sentimental. Dos nietos tiene, fruto de las relaciones de Lara con un jugador de baloncesto, Fran Murcia, y un jinete, Álvaro Escassi. Y cuando Lara ha estrenado alguna obra teatral, como Diez negritos, Laura no se ha perdido el acontecimiento para apoyarla. Debiera publicar sus jugosos recuerdos.
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