Se prevé una gran audiencia televisiva en esta noche de los premios Goya. Y sobre todo, muchas miradas estarán pendientes de Dani Rovira, el presentador, quien asimismo opta al premio al actor revelación, por su espléndido trabajo en Ocho apellidos vascos, la película que ha cambiado su vida. La han visto nueve millones de espectadores. Los productores han recaudado cincuenta y seis millones de euros.
Desde su estreno y el espectacular despegue, su protagonista ha padecido un vértigo indescriptible, traducido en que amén de conceder entrevistas, firmar autógrafos cuando lo asaltan en la calle o en los bares, someterse a infinidad de selfies, sufre fobias. Lo ha confesado él mismo. Al click de los móviles, por muy suaves que sean, cuando admiradores espontáneos lo captan con ellos. Ha llegado a decir esto: "He perdido la libertad de salir a la calle. Tengo treinta y cuatro palos (años) y no me gusta estar en el ojo del huracán. Pese a todo acepté presentar los Goya nada más proponérmelo. Me dije que sólo se vive una vez. Lo de esta noche es un reto. Me van a criticar mucho…"
Hay que recordar que anteriores presentadores de la gala decían más o menos lo mismo: Andreu Buenafuente, Eva Hache, Manel Fuentes… Dani Rovira ha aportado, según creemos y según también sus palabras, una dosis personal en el guión que corresponde a su labor de presentador. No en vano sus comienzos humorísticos parten de cuando estudiaba en la Universidad de Granada y para ayudarse en su manutención actuaba en una tetería de la capital de la Alhambra con unos monólogos propios. Malagueño de nacimiento, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, encontró su trampolín al comparecer en El club de la comedia. De allí fue captado hace un par de temporadas para el rodaje de la serie B & B (que no ha tenido continuación por ahora). Pero el verdadero boom de Dani Rovira se produjo con la película Ocho apellidos vascos, verdadera sorpresa del cine español. Al punto que de aquí a un par de meses, si no hay cambios, va a protagonizar una especie de segunda parte de la historia, Ocho apellidos vascos en Sevilla, tratando de mantener esa dualidad entre la idiosincrasia entre dos pueblos distintos, el andaluz y el vascuence. Volverá a acompañarle la actriz Clara Lago, con quien hizo tan buenas migas en la anterior y feliz experiencia cinematográfica que, enamorados, decidieron compartir nido en común. Viven muy felices en Madrid en un piso de la zona sur de la capital y comparten sueños, ilusiones y trabajos.
Por ejemplo, Clara ha tenido una especial colaboración en otra película que acaba de finalizar Dani, Ahora o nunca. No importa que con este título ya se haya estrenado otra que rodaron Jack Nicholson y Morgan Freeman. Esta española nada tiene que ver con la americana, es una historia de una pareja de novios que elige para casarse el pueblo donde se conocieron, en la campiña inglesa. Una huelga de controladores impide que el novio, papel encomendado a Dani Rovira, y también sus invitados, lleguen a tiempo a la boda, en tanto la novia, personaje defendido por María Valverde, espera impaciente la llegada de su prometido. La acción de la película es una road movie, pues transcurre por carreteras inglesas con el novio y sus familiares y amigos a bordo de un autobús alquilado con la pretensión de llegar a tiempo a la iglesia. Nos cuentan que Clara Lago no perdía de vista a Dani Rovira durante el rodaje por si se excedía en sus arrumacos con la guapísima María Valverde. Los exteriores de Ahora o nunca tuvieron lugar hace apenas dos meses en Barcelona, Camprodón, Amsterdam y Castle Combe (en el Reino Unido). Hace su debut por cierto en esta película la cantante Melody. Está previsto se estrene en el próximo mes de junio. Por su parte, Clara Lago tiene pendiente el estreno de su película Welcome to Harmony que rodó con Mathew Fox, el de Perdidos. Ella tiene veinticuatro años, diez menos que Dani y desde hace meses, al margen de esas dos películas citadas, mantienen un espectáculo teatral de humor, Improviciados, que representan junto a Rafa Villena.
Dani Rovira es el actor de moda. Ya el año pasado compartió con su novia la campaña publicitaria de El Corte Inglés. Participar en spots no le es ajeno, pues cuando no era tan conocido prestó su rostro para anunciar una marca de helados, junto al jugador del Barça Andrés Iniesta, una de cervezas y también otra de móviles de la multinacional Sony. Pese a ese acoso de los medios de información, en el fondo, no ha cambiado de carácter. Es un buen tiempo, bienhumorado, que colabora en Málaga con varias asociaciones benéficas. Hace pocos días, viajando en tren desde su tierra a Madrid, al llegar a la estación de Atocha tomó un táxi y olvidó en él su billetero. Se lo devolvieron… pero sin dinero. Al menos, se decía, recuperó su documentación. Le encanta estar en casa y disfruta de la compañía de sus tres perros, Gonzalo, Lolita y Ona. Los nervios, ya decimos, aparecerán esta noche en el Hotel Auditorium Príncipe Felipe. Donde se vivirán, seguro, momentos de emoción, como cuando Pedro Almodóvar entregue el Goya de Honor a Antonio Banderas. Pero sobre todo, Dani Rovira se morderá las uñas en el instante en que tenga que abandonar el escenario, olvidarse unos minutos de su papel de presentador, para sentarse en una butaca previamente elegida y esperar a que se dilucide si él es o no el elegido como mejor actor revelación del año. Si lo consigue (y tiene muchas papeletas, a priori, a su favor) hará un doblete en esta vigésima novena edición de los Goya.