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El cumpleaños más triste de Eugenia Martínez de Irujo

La única hija de la duquesa de Alba cumple años apenas unos días después de la muerte de su madre.

Eugenia Martínez de Irujo | Cordon Press

Amargo día de cumpleaños este miércoles, 26 de noviembre, para María Eugenia Brianda Timotea Cecilia Martínez de Irujo y Fitz-James Suart, que vino al mundo en tal fecha, en Madrid, en 1968. Hemos advertido un gazapo en el espléndido número extraordinario de ¡Hola!, donde puede leerse, equivocadamente (página 33) que nació el 10 de diciembre. No es un fallo importante pero el rigor debiera presidir siempre cualquier información, máxime si como en este caso se trata de la llamada "biblia de la prensa rosa".

Sépase que la única hija de la extinta Duquesa de Alba, la menor de sus seis hijos, hizo estudios de Bachillerato pero no los continuó en la Universidad. Prefirió dedicarse a sus aficiones, el dibujo la principal, que le ha servido para diseñar ropa y más últimamente joyas. "La bien nacida, o bien engendrada", según la etimología de su apelativo, (la bautizaron así en honor de la Reina Victoria Eugenia de Battenberg) fue muy deseada por su madre, quien después de sus cinco varones esperaba una niña, que hizo lo que le dio su real gana (en ello se parecía mucho a la Duquesa).

Por ejemplo, como decíamos, estudiar lo menos posible, dejando claro que el colegio le importaba tres pitos. Y la aristócrata mamá, transigió. Muy mimada siempre. Faldera. Gustaba del ballet, el flamenco y montar a caballo. Tímida desde su adolescencia siempre quiso mantenerse ajena a la curiosidad periodística. Le será improbable ser candidata alguna vez al premio Naranja. La única vez que me acerqué a ella en demanda de unas declaraciones sonrió, dio media vuelta, fuese y no dijo "ni mu". Así se ha comportado casi siempre, menos en contadas ocasiones, cuando su contrato con las importantes firmas Tous y Kelme la obligan en cierto modo siquiera a desfilar por ese "photo call" de las narices, espejo de vanidades y medio por el que se valen quienes "trincan" a cambio de posar para los reporteros, poco intrépidos ya en ese cometido al que los someten quienes comercian con su fama de tres al cuarto. Eugenia no ha cobrado ninguna exclusiva, que se sepa, pero insisto en que alguna vez (recientemente para el suplemento Fuera de serie) se ha dignado responder a un cuestionario relacionado con sus trabajos de diseño.

De mediana estatura, tirando a bajita, viste la talla 36, por lo corriente con modelos de aire deportivo, desenfadado, comprados en mercadillos, cuando el protocolo, la etiqueta no la obligan a lucir vestidos de gala, muy de tarde en tarde. Prefiere los vaqueros, las camisetas floreadas, desechando las marcas deslumbrantes. Las fiestas de sociedad le aburren. Por cierto: hubo de transigir entonces, al cumplir su mayoría de edad, con la tradición del denominado "baile de debutantes". Expresión referida a los tiempos lejanos en los que una muchachita en estado de merecer acudía a su primer baile de sociedad. Sin duda algo ya trasnochado, caduco, que no obstante mantienen algunas familias distinguidas, sobre todo de la nobleza. Aquella "puesta de largo" la vivió del brazo de su entonces padrastro, Jesús Aguirre, muy contento en ese nuevo papel, años después de ser secularizado.

Cuando le llegó la hora de enamorarse, Eugenia flirteó con algunos muchachos de su círculo social aunque, si se nos permite, "por sus venas" corre sangre torera y, muy aficionada a la fiesta brava, tuvo amores con Francisco Rivera Ordóñez, con quien tarifó, olvidándolo después cuando paseaba con Miguel Báez Spínola "Litri"; pero finalmente y tras algún otro escarceo, recobró su íntima amistad con el primero, casándose el 23 de octubre de 1998. Boda de tronío, con mil cuatrocientos invitados. La víspera, Carmen Ordóñez, madre del novio, advirtió a éste: "No veo clara esta boda, Fran. Vete de viaje, lo más lejos que puedas, que yo daré las explicaciones que sean". Hubiera sido un escandalazo. La pareja, con una hija, se divorció en 2002, después de un tiempo de reflexión. Eugenia, que había recibido como regalo de bodas de su madre el título de undécima Duquesa de Montoro, (que no suele utilizar) no perdonó las infidelidades del galán torero. Y se refugió algún tiempo en el cortijo de los Alba, "La Pizana", en el término municipal sevillano de Gerena (el que en vida, hace pocos años, le donó La Duquesa, junto a la casa ibicenca de "Sa Aufabaguera").

Eugenia vivió otras temporadas en el palacio de Las Dueñas. Fue durante la etapa en la que abrió en la capital hispalense una tienda de ropa, que ella misma atendía de vez en cuando. Hasta que se cansó y volvió al madrileño Palacio de Liria, donde su madre, comprensiva, la acogió con cariño, compartiendo entre otras muchas cosas la liviana del juego del backgammon. Tiempo en el que creyó encontrar en Gonzalo, el hijo de Pilar Miró, el sustituto tras su fracaso matrimonial. Volvió a equivocarse. Más responsable desde su maternidad, se ocuparía de la educación de su hija Cayetana, a la que amén de "Tana", la suelen llamar "Tanuc". Luchó mucho hasta que los jueces le otorgaron la custodia, frente a las pretensiones del padre, que deseaba tenerla con él en Sevilla, alegando que es lo que le pedía la jovencita, que ahora tiene quince años.

En los funerales por la Duquesa de Alba se las vio muy conmovidas, llorando abrazadas. Por cierto, en las horas siguientes al óbito nadie vio a Fran Rivera, aunque sí al hermano de éste, Cayetano. La vida de Eugenia transcurre últimamente así: a temprana hora –es madrugadora- lleva a Cayetana al colegio. Después acude a la sede de la Fundación Pequeño Deseo, que se ocupa de organizar actividades para niños enfermos. Por las tarde practica gimnasia. Entre sus labores caseras no figura entrar en la cocina. Como mucho, prepara algún postre. A ella le encanta "picotear" a base de jamón serrano y tortilla de patatas. Luce ahora cabellos cortos, aunque no ha descartado dejárselos crecer de nuevo. Algunas veces viaja a Barcelona, como colaboradora desde hace quince años de la ya mencionada empresa Tous, para la que anualmente diseña una colección de joyas y complementos. Como la última, con el nombre "Casualidad", confeccionada en plata de primera ley y oro, combinada con gemas de cuarzo, amatista, turmalina. Eugenia Martínez de Irujo, Duquesa de Montoro: tan independiente como su madre, estuvo muy unida a ella. La hija preferida de la Duquesa de Alba, que ahora estrena cuarenta y seis años en unas fechas teñidas de dolor.

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