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Cuando Ana Obregón confundió a Franco con una señora

La vida y obra de Ana Obregón, ahora a punto de debutar en teatro, deja una larga lista de anécdotas.

La vida y obra de Ana Obregón, ahora a punto de debutar en teatro, deja una larga lista de anécdotas.
Ana Obregón en el filme Bolero

Ana García Obregón, descendiente de una familia adinerada dedicada al negocio de la construcción y las inmobiliarias, estuvo a punto de morir cuando contaba trece años y fue operada de un cáncer de estómago. Acaso aquel dramático episodio marcó en cierto modo su vida. Con veinte años impuso su decisión de dedicarse al mundo del espectáculo. Sus progenitores la apoyaron en todo momento. Ya de niña había mostrado sus inclinaciones artísticas tras debutar con doce años en el madrileño de la Ópera en una representación estudiantil de "El lago de los cisnes". Ello la llevó a estudiar asimismo cinco años de danza clásica.

Se observa ya el esfuerzo que hacía por alcanzar sus metas juveniles. Cuando rodó varios anuncios publicitarios se sentía actriz profesional. Sin decir nada a sus padres, ni tampoco a Miguel Bosé, del que por entonces estaba enamorada, se marchó un fin de semana a París con el deseo de ser "extra" en la película Me olvidé de vivir, confiando en que conocía a su protagonista, Julio Iglesias. Coincidimos en aquel viaje cuando íbamos a realizar un reportaje sobre aquel debut ante las cámaras del cantante madrileño. Ana logró su objetivo. Fue el primer peldaño para su inmediata carrera en la pantalla, pues al año siguiente, 1979, trabajó asimismo de figurante en Cuba, mediocre filme de Richard Lester.

La verdad es que repasando desde entonces la filmografía de Ana Obregón (que prescindió ya del apellido paterno, con gran enfado del señor García) no hallamos ningún título, de la veintena que ha rodado, que nos merezca la pena destacar, en los cuáles, no sobresaliendo por sus cualidades interpretativas, estaba claro que tenía que recurrir a sus encantos físicos, destapes por otra parte que tampoco escandalizaron a nadie. Importaban más sus amores en la vida real. De esa lista inconsistente de películas recordamos Tres mujeres de hoy, Misterio en la isla de los monstruos, Corazón de papel y algunas otras que hizo en Italia y que en España nunca se vieron, como Juegos prohibidos de una dama.

Si acaso, salvaríamos de ese naufragio como actriz La vida alegre, de Fernando Colomo. Y, por la publicidad que le rodeó aunque exenta de calidad, Bolero, con Bo Derek, "la mujer 10", dirigida por el marido de ésta, tan discreto galán en su época como fracasado realizador. Acaso comprendiendo que ya había colmado sus sueños, cesó sus actividades cinematográficas cuando en 1990 recibió el diploma de dirección de empresas inmobiliarias en la Facultad de Arquitectura de la Complutense, entrando a prestar sus servicios en los negocios de su familia. Pero reanudó tres años después su faceta artística.

Conocida entre sus amistades como "Antoñita la fantástica" por su capacidad fabuladora, nos contaba sus peripecias de aquellos años felices que compartía con hijos de la llamada "beautiful people", y algunos nietos del entonces Jefe del Estado: "Yo iba con Merry Martínez-Bordiú algunas veces al Palacio de El Pardo, a jugar con ella al moto-cross, a merendar… Tenía trece años cuando me vi por primera vez ante Franco y su esposa y cuando los saludé, a él le dije "Buenas tardes, señora", y a doña Carmen, al revés. Se rieron mucho con mi equivocación". Otra de sus "hazañas" fue al cumplir dieciocho años : se fue a Londres con sólo diez mil pesetas sin saber "ni papa" de inglés. Regresó a Madrid con un coche de segunda mano que se compró ejerciendo eventualmente de modelo.

A sus correrías sumó la temporada en la que se matriculó en Nueva York en la academia del Actor´s Studio, donde su director, Lee Strasberg, comprensivo, le aconsejó: "Olvídese de la belleza si quiere ser actriz. Interpretar es una especie de gimnasia de las emociones". En sucesivos viajes americanos, tan espontánea siempre, se ofreció en Los Ángeles a hacerle paellas a Steven Spielberg. En un breve encuentro que tuve con el reconocido director en Granada me confirmó esa anécdota. Ella no paró hasta obtener algunos papelitos en las series Hospital General y El equipo A. Los años 90 fueron intensos para Ana Obregón como presentadora televisiva y actriz también en la serie de Lina Morgan Hostal Royal Manzanares. Madre en 1992 de un hijo, Alex, fruto de sus tormentosas relaciones con el autollamado conde Alexandro Lecquio. Y contentísima de que Luis García Berlanga la incluyera en el reparto de un telefilme de tres horas de metraje sobre la vida de Vicente Blasco Ibáñez, incorporando el personaje de una de las muchas amantes que tuvo el autor de "Cañas y barro", donde aparecía en algunas secuencias mostrando generosamente su cuerpo serrano. Otra musa del destape por tanto.

En adelante seguiría vinculada a otros trabajos para la pequeña pantalla donde, ya en los primeros años del nuevo siglo XXI conseguía un inesperado pero desde luego innegable éxito popular durante varias temporadas con la serie Ana y los siete, de la que, además de divertida protagonista fue la responsable de los guiones, implicada también en la producción. Ana y los siete se emite en los últimos meses en un canal de la televisión mexicana y en otro de los Estados Unidos, donde asimismo ha presentado la serie Small Town; un programa dedicado a evocar a viejas glorias del cine, comenzando por Ava Gardner.

Involucrada en esas tareas, Ana Obregón ha permanecido algún tiempo últimamente en tierras americanas, pendiente también de los estudios que allí ha realizado su hijo, que ya tiene veintidós años, aunque en este otoño lo que ocupa su atención es la lectura del libreto de "Sofocos + plus", comedia musical con la que va a presentarse en un teatro madrileño en enero próximo. Se trata de una continuación de la obra que ya estrenaran Loles León, Charo Reina, Lolita y otras actrices en diferentes montajes. En el próximo intervendrán también Teté Delgado, Fabiola Toledo y Elisa Matilla. Para Ana Obregón este debut es una oportunidad de oro, donde podría dar, por fin, la campanada como veterana actriz. A sus cincuenta y seis años, con un físico todavía envidiable y su ilusión y energía de siempre, sin ningún amor a su lado tras su conocida biografía sentimental, todo lo fía ahora al teatro. Al fin y al cabo lo que siempre quiso hacer toda su vida.

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