Purificación Martín Aguilera, nació en Barcelona el 4 de abril de 1956. De jovencita le gustaba el mundo de las candilejas. De gran belleza y llamativa figura trabajó de maniquí y en 1973 la eligieron Miss Madrid, participando en el concurso de Miss España. Lo ganó Amparo Muñoz. Valerio Lazarov la contrató para un espectáculo en el madrileño teatro Calderón, Telerrevista en directo, que encabezaban Carmen Sevilla y Augusto Algueró. Llamó la atención del cómico Fernando Esteso, entonces en un buen momento de su carrera. Se prendó de ella, llevándola a su revista teatral ¡Ay, Bellotero! Era el inicio de la ya rebautizada artísticamente como Norma Duval, sobrenombre que le adjudicó su entonces representante, un curioso personaje que había sido director de cine, llamado Fernando Butragueño. Norma hizo buena pareja con Esteso, dentro… y fuera de los escenarios. Con quien un par de temporadas después presentó otra revista, Ramona, te quiero. Después, reincidieron ambos en otro espectáculo arrevistado, Ya tenemos risocracia, con sketchs alusivos a la actualidad política, chistes subidos de tono y la explosión visual de la vedette mostrando sus encantos, que eran muchos desde la cabeza a los pies.
En 1974 fue azafata en el programa de TVE Señoras y señores. En unos pocos años, aquella Purita reciclada en Norma Duval se había convertido en una mujer de bandera imprescindible casi en aquellas funciones teatrales donde lo de menos era que bailara más o menos airosamente o cantara algo peor: su baza era el cuerpo que exhibía ya sin pudor, en tiempos donde la censura iba cerrando el chiringuito para siempre, se abría la mano y en los escenarios se veían desnudos o semidesnudos, lo que había estado prohibido desde 1939. Y Norma Duval se apuntó a ese movimiento femenino de liberación, como una musa consagrada del destape. Cuando su ya ajetreada compañera Bárbara Rey hubo de dejar su espectáculo de music-hall titulado Noches bárbaras en el "Lido" madrileño (poco tiempo antes de que sufriera un pavoroso incendio, en la calle de Alcalá) fue sustituida acertadamente por Norma Duval. Y la clientela, yo creo que salió ganando. A partir de ese momento, su nombre comenzó a adquirir relevancia y las revistas del corazón comenzaron a tenerla en cuenta. También un productor cinematográfico, seductor de estrellas, llamado José Frade, quien quedó cautivado por los encantos de la vedette, brindándole su debut ante las cámaras en un filme que no pasará desde luego a la historia del cine español: Préstame a tu mujer. El reclamo era Alfredo Landa y el galán Juan Luis Galiardo. Este último era un destacado miembro del Opus Dei (en la ficción argumental se entiende) que había hecho votos de castidad, aunque tenía una amante. Y Landa era el chófer del señor, quien le subió el sueldo con la condición de que tenía que casarse con su barragana, regalándoles un chalé, al que iba disimuladamente para acostarse con ella. Semejante engendro le sirvió a Norma Duval para volver a exhibir su anatomía. Y poco más, si exceptuamos que el productor del bodrio sería veinticuatro años después su segundo marido. El referido Frade.
Y ahora viene un capítulo novelesco basado en su inesperado noviazgo con un millonario gallego, de nombre Jorge García Lago, disminuido físico, que terminó en silla de ruedas. Norma Duval, repentinamente, se estableció en la mansión espectacular de su amor, sita en el madrileño Paseo de la Castellana. Hasta que la mamá de Jorge la echó meses después de la casa con cajas destempladas. ¿Qué ocurrió? Nunca Norma, por la delicadeza de la cuestión, lo explicó con detalles, pero parece ser que la que iba a ser su suegra le hizo ciertas proposiciones que la vedette no estaba dispuesta a aceptar. Y aquel infortunado Jorge moriría unos meses después, víctima de una miastenia grave. Norma Duval, como se advierte mujer ambiciosa, prosiguió su carrera de vedette, apareciendo desnuda en las páginas de varias revistas y en unas pocas películas ya olvidadas. De repente, le llegó la indeclinable oferta de una representante argentina, que medió para que fuera estrella del celebrado Foliés Bergère de París. Desde los tiempos de Carolina Otero ninguna española había desfilado por su escenario. Allí estuvo Norma cuatro temporadas; conoció a su gran amor, el baloncestista yugoslavo Marc Ostarcevic, con quien se casó y tuvo tres hijos. Hasta que se divorciaron en 2003. Norma Duval hacía tiempo que había espaciado sus trabajos, dejando las lentejuelas por algunos programas de televisión, exceptuando el estreno en el año 2000 del musical La mujer del año, que no le fue propicio ni artística ni económicamente.
En 2004 entró en su vida de nuevo en su vida el antes mentado José Frade. Boda civil y separación cinco años más tarde. Pasaron unos años de silencio para quien tantas veces fue pasto de las revistas frívolas. Y sin perder el atractivo de su figura. Me hizo un día esta confesión: "Nunca he pasado por un quirófano desde que a los quince años me operaron de la nariz. Mi cuerpo sigue divino. Y eso que no sigo régimen alimenticio alguno". Desde mediados los 80 había espaciado sus desnudos para finalmente no posar así nunca más: "Siendo madre de tres hijos no debo ya hacerlos. Aparte de que no lo necesito para vivir". En efecto: gozaba de un sólido patrimonio en los años 90, que incrementó en la década siguiente, haciendo por ejemplo anuncios publicitarios. En 2010 sufrió la desgracia de la muerte de su hermana Carla, víctima de un cáncer de cuello de útero. Norma se hizo cargo de sus dos sobrinas gemelas, entonces con once años. Hace poco que su primogénito Marc la ha convertido en abuela de un niño, Izán. Y afirma que Shakira le copia sus movimientos de caderas. Feliz desde que se emparejó en 2010 con un agente inmobiliario alemán, Matías Khün (al que le atribuyen la edad de 46 años, aunque representa muchos más), radicado en la desierta isla mallorquina de Tagomago, que alquila semanalmente por la suma de doscientos mil euros, según me han dicho. Con él piensa casarse en junio del año que viene, tal y como ha anunciado la estrella a bombo y platillo.