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Ana Obregón, una "sex-symbol" veterana

Ahora está muy ilusionada con el torero Israel Lancho, 23 años más joven que ella.

Ahora está muy ilusionada con el torero Israel Lancho, 23 años más joven que ella.
Ana Obregón | Archivo

Siempre ha mantenido Ana Obregón una vitalidad contagiosa que, llevada al terreno sentimental, le ha proporcionado un sinfín de historias amorosas, entre verdaderas o inventadas. Por algo fue conocida desde jovencita con el mote de "Antoñita la Fantástica". Estos días, cuando hace apenas un mes apagó cincuenta y nueve velitas en su fiesta de cumpleaños, se encuentra muy ilusionada con un torero extremeño llamado Israel Lancho.

Israel Lancho y Ana Obregón | Archivo

No es la primera vez que, como tantas féminas, se sienten fascinadas por quienes se juegan la vida en los ruedos, atraídas por el traje de luces. En 1988 se deslizaba la especie de que frecuentaba a José María Manzanares (padre). Luego, en 1990 Ana Obregón quedó atrapada por la mirada felina del matador de toros vallisoletano Roberto Domínguez (en la actualidad apoderado de El Juli). El roce entre ambos fue breve. Como también su acercamiento a Rafael Camino. Y a Finito de Córdoba. Hace un par de temporadas, nuestra protagonista de hoy fijó su atención en un espada toledano, de elegantes maneras, conocido como David Mora. Pero la relación no cuajó del todo. Los toreros tienen una vida complicada, viven por y para el toro, se entrenan a diario cuando no torean y apenas tienen tiempo para dedicarlo a otras cosas. Si llegan a casarse, sus mujeres serán unas sufridoras, hogareñas, pendientes del teléfono cada tarde en las que ellos se enfrentan a la muerte.

El tercer lidiador con el que Ana Obregón vive ahora un anunciado romance cuenta veintitrés años menos que ella. Es de elevada estatura. Valiente en la plaza, de corte clásico, que ya sabe lo duro que es su profesión. Tomó la alternativa en 2007, en la tarde en la que brindó un toro a Anne Igartiburu, por entonces seguidora del torero pacense. Dos años después, sin que destacara en el escalafón taurino, sufrió en Madrid, el 26 de mayo de 2009, una gravísima cornada que le infirió un toro de la ganadería portuguesa de Pahla, que lo mantuvo a las puertas del más allá. Desde entonces, su carrera ha sido lenta, sin especial relieve, con escasos contratos, aunque su decisión, sus buenas maneras, alimenten en el aficionado un prometedor futuro… si la suerte le acompaña. Ya tiene treinta y cuatro años y a esa edad, si no se es aún figura, no lo tiene fácil, en una profesión en la que apenas si destaca una decena de nombres, entre los alrededor de doscientos cincuenta matadores de toros en activo.

¿A quién beneficia esta relación sentimental? Al torero, seguro: por su dimensión publicitaria. En cuanto a Ana, ella sabrá a estas alturas de su agitada vida. No había cumplido los veinte años cuando "tonteaba" con Francis Franco (nieto del General), que era de la cuadrilla de amigos de sus hermanos. Le siguió después su deslumbramiento hacia Miguel Bosé. Yo creo que entre ambos sólo medió una buena amistad, aunque la Licenciada en Biología creyó que él la correspondía. Amor platónico, digamos. Cuando Julio Iglesias rodó en París su segunda, última y absurda película, coincidí con Ana en dicha expedición. Ella consiguió hacer de "extra". Decía estar "coladísima" por el cantante, quien ante mis ojos, la trataba como a una colegiala. Y así, comenzó su delirante historial de efímeras relaciones que le servían en las revistas del corazón para su promoción.

Poco rigurosas éstas, sin verificar su veracidad, insertaban en sus páginas, en los años 80 y 90, quiméricos idilios de Anita nada menos que con Robert de Niro, Tony Curtis, Roberto Rosellini, Alberto de Mónaco, Steven Spielberg… Más creíbles podían ser sus escarceos con Pedro Ruiz, Paco Arango... Cierto que enloqueció junto al baloncestista Fernando Martín, con quien convivió tres años hasta que murió trágicamente; que tuvo amores con el escultor Víctor Ochoa, y de paso (todo quedaba en familia) con su hermano Carlos; y por supuesto fue muy feliz al lado del falso conde Lecquio (título aristocrático sin validez, que él usurpó) desde 1990 hasta que tarifaron, con quien tuvo en 1992 a su hijo Alessandro. Y, aparte de otras historias sentimentales posteriores, quedan en nuestro recuerdo de lectores de revistas del "cuore" sus apasionados latidos junto a Davor Suker, delantero del Real Madrid, al que trataban en la familia de ella como un futuro miembro de los García Obregón, pero que, acabado su fichaje con el club merengue se fue olvidando poco a poco de quien le había hecho tan feliz. Era desde luego un caballero y Anita, se sintió deprimida pues se había hecho ilusiones de vestirse también de blanco a su lado.

En adelante, la Obregón no dejó de sorprendernos periódicamente con ocasionales compañeros de refocile, como quedó públicamente probado con aquellas fotografías obtenidas de madrugada en la entrada de la urbanización donde vive Anita, la plaza de La Moraleja. Dentro de un coche, ella y el hijo del cantaor Antonio Molina, el donjuanesco Micky, eran sorprendidos, mano a mano, en inequívoca situación amatoria. Lo que dio posteriormente mucho juego, entre amenazas judiciales. Más nombres con los que se la relacionó: David Beckham, Tony Cantó, Jorge Yuste, Oscar Lozano, Derek …Cuanto en el ámbito de otras relaciones ha sucedido después en la existencia de Ana Victoria García Obregón, fue de menor calado informativo, ya un tanto hartas las revistas de sus veleidades.

Tenga o no mucho recorrido su íntima amistad con el torero, lo que uno espera es que llegado el verano, vuelva a sorprendernos con su sesión fotográfica mallorquina, lo que ahora llaman posado. A mí, me pone. Me levanta la moral. Ello, en el supuesto que regrese al chalé de sus padres en Mallorca. Porque hace tiempo que reside en Los Ángeles, donde estudia su hijo y ella misma dice trabajar para una cadena televisiva de Hollywood, a la espera de ejercer de reportera en una serie sobre grandes mitos de la pantalla, preguntando a parientes y amigos de esas celebridades. Porque convengamos en que Ana Obregón no es de las que se quedan en casa haciendo punto. Mantiene intactas sus ganas de vivir, siempre aupada a ese carrusel que unos llamamos popularidad y otros, fama.

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