Le cuadra bien lo de Musa. Y desde luego no lo es sólo del destape, que a ello se vio obligada en sus primeros tiempos. Aunque ya consagrada como fantástica actriz no vaciló en regalarnos para la vista algunos reportajes gráficos exhibiendo la rotundidad de su belleza íntima. Nacida en Salamanca el 23 de octubre de 1943, María del Rosario López Piñuelas estudió cuatro años de Filosofía y Letras, rama de Románicas y participó en grupos de teatro en esa etapa universitaria. Sus debut acaeció en la Plaza Mayor salmantina con "Final de partida", de Samuel Beckett. Ella y sus compañeros aparecían dentro de un tonel. Desnudos. Cuando aquello se supo, después de la representación, se armó la gorda. Y algo poco conocido de esos años: se fue a París, con una beca y trabajó de chica "au pair", al servicio de una familia burguesa, haciendo la compra y limpiando las habitaciones.
Preparaba Luis Buñuel La Vía Láctea cuando conoció a la bella joven, a la sazón con diecinueve años, y le hizo unas pruebas para el papel de la Virgen. Lamentablemente se lo impidió el Sindicato de Actores Franceses, alegando que no era una actriz suficientemente conocida. Volvió a España y se instaló en Madrid, matriculándose en la Escuela Oficial de Cine, donde conocería a Jesús García de Dueñas, estudiante de dirección, luego crítico muy conocido, con quien contrajo matrimonio en 1965. Pareja que duró hasta 1971. En la década de los 70 tras debutar en 1965 en la pantalla a las órdenes de Gonzalo Suárez en "Ditirambo", Charo López tuvo que aceptar más de un trabajo cinematográfico en comedias de medio pelo y "spaghetti westerns" donde tenía que exhibir generosamente su cuerpo, bien de cintura para arriba o incluso en posturas eróticas de dudoso gusto. Pero, ¡qué remedio, si quería vivir de su profesión! El cuento de siempre. Sus sombras.
Una de aquellas películas, fechada en 1980, Historias de mujeres, le
amargó la vida algún tiempo. Resulta que la revista Interviú adquirió, para publicarlos claro está, unos fotogramas del filme, en los que aparecía desnuda frontalmente. Charo López ganó la demanda frente a los responsables del semanario, que se vieron obligados a indemnizarla. Pero entre la actriz y la revista se estableció un largo contencioso. Con el tiempo, ella meditó lo suficiente para firmar la pipa de la paz… por supuesto cobrando. Y así, posó en años sucesivos para dicha publicación, entre 1981 y 1985, apareciendo en portadas y reportajes de interior con sus pechos al aire en el rincón de un pajar o con un erótico corsé y en distintas poses, con desnudos "muy artísticos".
Charo López quedaba retratada para la posteridad como uno de los más bellos mitos del cine español de la época. No en vano se la comparaba con Ava Gardner con la que, en efecto, tenía ciertas semejanzas físicas. Madres solteras, Manuela, El límite del amor, Los placeres ocultos, Tres mujeres de hoy fueron algunas de esas películas de la salmantina en su versión destape. Y aunque rodó otras donde ya pudo lucir parte de su gran talento interpretativo (La Regenta, Parranda, La colmena) sería la serie de televisión Los gozos y las sombras, emitida a partir de 1982, la que le permitió ser conocida y valorada en toda España. Estaba basada en una novela de quien fue su profesor en la Universidad, Gonzalo Torrente Ballester. En cuanto a sus amores, convivió unos años con el excelente actor, tan frecuente en aquellos Estudio 1 de TVE, Fernando Delgado. Ya en la segunda mitad de los 80 permaneció unas temporadas en Argentina haciendo teatro.
Allí se enamoró de un conocido cronista político, Carlos Gabetta, con quien contrajo matrimonio civil, que se disolvió en 1993. Que conste asimismo en su biografía amorosa el romance con el torero Antonio Chenel "Antoñete", y los escarceos con el que fuera Presidente de la Comunidad madrileña, Joaquín Leguina. Mimada por la progresía madrileña, apreciada por la crítica y el público, querida por cuantos la conocimos y admiramos, nos decía "que después de sufrir tanto para triunfar, cada vez me importa menos la fama". Representó durante varias temporadas un monólogo muy especial, escrito por el premio Nobel Darío Fo , "Tengamos el sexo en paz". Durante dos horas, Charo López, que siempre nos había confesado ser una mujer tímida, deslizaba sobre el escenario toda suerte de reflexiones sobre el orgasmo sexual masculino, femenino, el punto G, la masturbación, el clítoris, el pene… "Creíamos haber hecho la revolución sexual, pero era mentira". Antes de estrenar la obra reunió en su casa, mientras la ensayaba, a un grupo de mujeres, para conocer su reacción y su juicio. Y así salió a escena, más segura, convencida de que en la España de finales del siglo XX ya era hora de que se rompiesen tantos tabúes sexuales. "Es lo más importante que he hecho en mi carrera; lo más difícil. Las mujeres se rieron mucho con el monólogo, igual que ellos".
Alejada de las pantallas bastantes años, piensa ahora en un retorno al cine. Porque últimamente ha estado dedicada más al teatro. Como en España no encontraba ofertas interesantes, en los últimos meses estuvo en Mar del Plata representando La laguna dorada junto al actor argentino Pepe Soriano, aquel que hizo de "doble" de Franco en la película de Antonio Mercero Espérame en el cielo. En Argentina, Charo López goza de gran cartel desde que hace veinte años estrenara con José Sacristán "Una jornada particular". A sus setenta años tiene claro que "el mundo del cine relega a la mujer a partir de los 40, porque deja de estar buena". Siempre fue halagada por su espectacular belleza, como siempre tuvo claro "que la belleza sin fondo no me dice nada. No me parece importante que me compararan con Ava Gardner porque siempre me han interesado más las vidas, por ejemplo, de Liv Ullman, Jane Fonda, Glenda Jackson…". Como contaba un ya desaparecido cronista de espectáculos, amigo mío, Jorge Fiestas: "Cualquier película –o función de teatro- con Charo López dentro, me gusta más".