Supongamos que Proust hubiera tenido Twitter y hubiera escrito lo siguiente: "La música de Fauré parece el tipo de música que podría tararear un pederasta mientras viola a un niño del coro". La habría caído encima esa muchedumbre que ni siquiera habla el mismo idioma que uno. El nivel de agresividad sin sentido es tal que últimamente tiendo a abusar mucho de Bertrand Russell (yo me pongo a Stockhausen). Cada vez que hay un nuevo damnificado comido por la jauría, y pienso en Raimon o en Hermann Tertsch, recuerdo eso de que la versión de un estúpido acerca de lo que ha dicho una persona inteligente nunca es correcta porque trata de traducir lo que oye a algo que él pueda entender. Al valenciano Raimon la independencia catalana le produce muchas dudas. El domingo, Manuel Vicent, en una columna que se entendía, lo defendía en El País. El lunes era Santiago González en El Mundo, con un comienzo de artículo fabuloso: "Si hace unos años nos hubieran dicho que un movimiento independentista en Cataluña iba a estar encabezado por un señor con aire de jefe de planta de grandes almacenes, como Artur Mas, y que Raimon, el de ‘Al vent’ y ‘Diguem no’ en la dictadura, iba a ser señalado y censurado por expresar algunas dudas sobre el proceso independentista, no habríamos podido creerlo".
El sábado fue Hermann Tertsch el que cogió su número para el apedreamiento. Y todo por un amable tuit desde la Joy Eslava: "¡Qué bien suena Mario Vaquerizo con sus Nancys!". La cosa, seguramente por parte de partidarios del dodecafonismo, ha ido desde recordarle que las Nancys cantan en playback (noticia bomba, vaya) a decirle que no tiene "ni pajolera idea de música" o llamarlo monguer, facha e inculto. Cuando el inculto Tertsch cita a Schnitzler no le dicen nada. Fundamentalmente porque no saben quién es Schnitzler. El mismo Tertsch da la clave: "Elogie a Zubin Mehta o Mario Vaquerizo, lo seguro es el odio movilizado contra mí por una gentuza despreciable que me honra con su enemistad". El problema de Twitter es que pone a disposición del público un buzón de sugerencias que acaba convirtiéndose en buzón de excrecencias cuando al personaje se le tiene ganas.
Necesitamos poco para sacar las garras. La pobre Carolina Casado ha sido la última en ser lapidada. Mark Twain decía que en París se le quedaban mirando cuando hablaba en francés y que nunca consiguió hacer "que esos idiotas entendieran su propio idioma". Nosotros entendimos a Carolina porque somos españoles. Como entendíamos a David de ‘La casa de tu vida’ cantando "Happy Daivi foryú". Hace muchos años, en la escuela de Londres, hablaba con los italianos en inglés. Podíamos llamar gordo repugnante a cualquier indígena que nos escuchara porque, claro, nunca pensaron que estuviéramos hablando en inglés. Aunque nosotros nos entendíamos. Era un idioma propio que ni Tolkien podría haber inventado. Reírse del inglés de los otros es muy español. Reírse de los demás es todavía más español. Cualquier cosa puede ser graciosa si le pasa a otra persona.
Ya sabemos que a veces a uno le toca ser paloma y a veces estatua (y da igual si te acaban de matar: miren lo de Isabel Carrasco). Pero habría que empezar ya a repartir Fortasec.