Superado el "trámite" de tener que pasar por el juzgado (había cachondeo en Twitter, donde se comentaba que realmente parecía que acudía para inaugurarlo), la infanta Cristina ha regresado este domingo a su casa de Ginebra, donde ha sido fotografiada entrando tras llamar al telefonillo. La noche anterior la pasó en la residencia de sus padres, el Palacio de la Zarzuela, donde, según los periodistas, pudo explicar a Sus Majestades sus seis horas de declaración. Les respondería lo de "no sé", "no me consta", "no me acuerdo".
De la declaración, destacar que el fiscal sólo necesito media hora para preguntar, que una de las pocas preguntas que contestó la infanta Cristina fue la que aludía al préstamo de su padre, el Rey ("mi padre en el fondo es mi padre y tiene confianza en mí", asegura El Mundo que dijo) o que ella nunca había dado clases de salsa, pero sí de flamenco. Y que, según cuenta Ana Romero, durante el receso comió bocadillos de jamón y tomate y algo de sushi.
Los británicos también están criticando estos días a uno de sus miembros. Concretamente al heredero al trono, Guillermo, que acaba de pasar el fin de semana en España, en la finca de su padrino, el duque de Westminster. Acompañado de su hermano Enrique, el príncipe se ha dedicado a una de sus actividades favoritas: la caza de ciervos y jabalíes. Lo que ha sentado mal a los ingleses es que este jueves el duque de Cambridge preside un congreso contra la caza de elefantes, rinocerontes y tigres. La explicación dada por la Casa Real británica es que son especies distintas: las segundas están en peligro de extinción.
La noticia amable del fin de semana la han protagonizado los Thyssen. Después de varios meses sin hablarse, la casualidad provocó que el pasado viernes Tita, su hijo Borja y su nuera Blanca se cruzasen en una cafetería de Madrid. Al parecer todo fueron sonrisas y buenas maneras, y la baronesa incluso estuvo un rato conversando con Blanca.