Este martes, en la Crónica Rosa de Es la mañana de Federico de esRadio, ha sido recordada la figura de Juan Belmonte, uno de los toreros más importantes de la primera mitad del siglo XX.
Federico Jiménez Losantos ha recordado la pobreza en la que se crió el matador -"Nadie puede haber nacido más pobre que él. Toreaba desnudo a los novillos que apartaba con riesgo"- y se ha referido a un artículo que el colaborador de esRadio, Andrés Amorós, publicó en ABC sobre Enriqueta Pérez Lora, la mujer a la que visitó el matador el mismo día en el que se quitó la vida, y con quien convivió quince años.
Enriqueta falleció el 24 de septiembre, mientras se presentaba una exposición dedicada a Joselito y Belmonte: "Una revolución complementaria". Amorós cuenta que vivía en Sevilla, en el barrio de Los Remedios y que, con más de noventa años, era una señora pulcra, simpática, con inteligencia natural.
Enriqueta, recuerda Amorós, nació en Camas en 1920, aunque no tardó en mudarse con su familia a Sevilla. En 1942 tuvo lugar un encuentro entre la joven y Juan Belmonte, de 50 años, ya retirado de los ruedos. Ella no le conocía ni sabía nada del mundo taurino. El torero la vio y preguntó: "¿De dónde ha salido este bicho tan feo?". Ella respondió: "¡Anda que usté! ¡Como que no es feo! ¿Cuánto hace que no se mira al espejo?".
Cuando la muchacha enfermó, explica el presentador de Música y Letra, un doctor le diagnosticó dos manchas en el pulmón y Juan Belmonte le buscó alojamiento y se hizo cargo de los gastos. Ya recuperada, Enriqueta le pidió trabajo, y el torero le confesó su amor, suplicándole: "¡No me dejes por favor! Soy un hombre que está solo y te quiero". Así comenzó una convivencia que duró quince años. Llevaron una vida discreta y se veían a diario, habiendo etapas muy felices, pero también conflictos.
La mañana del 8 de abril de 1962, Juan, que estaba a punto de cumplir 70 años, la visitó por última vez. Esa noche, tras pasar la tarde en su finca, se encerró en su despacho y se pegó un tiro. Enriqueta no había cumplido aún los 42 años. Asistió en Madrid a un homenaje al matador que le dedicaron unos amigos del torero y también suyos.
Posteriormente, cuenta Amorós, encontró trabajo cuidando, durante diez años, a los hijos del actor Anthony Quinn. Luego volvió a Sevilla, a su piso de la Avenida República Argentina, donde rechazó ofertas sensacionalistas.