Con los trajines y vaivenes de este vacacional mes de agosto que da sus últimas boqueadas me ha llegado con retraso la noticia de la muerte de Donna Hightower, que falleció el pasado día 19 en su casa de Austin, Texas. Contaba ochenta y seis años. Muchos de ustedes la recordarán si les refresco la memoria con un título que hizo fortuna en 1971, permaneciendo durante diecisiete semanas en el número 1 de las listas de éxitos: El vals de las mariposas, a dúo con su autor, Danny Daniel, que era por entonces su amante. Pero Donna tuvo muchos más triunfos en nuestro país, donde se afincó hacia 1969, y permaneció treinta años luciendo su prodigiosa voz, especializada en góspel, espirituales, free-jazz y pop melódico.
La conocí y frecuenté su trato. Tenía un humor excelente, una vitalidad contagiosa. Chapurreaba el español, que fue perfeccionando hasta poder cantar en nuestro idioma, pero sin perder su acento jamás. Me contó que había nacido en Kansas City pero que a los seis años se trasladó con su familia a Los Ángeles, donde empezó a actuar, animada por su padre, que era músico de profesión. "No nos iban bien las cosas –me contó- así que me puse a trabajar como sirvienta, en Hollywood. Luego, en Chicago, me gané la vida lavando platos, hasta que ¡ascendí! y me contrataron como cocinera. Cantaba mientras preparaba los platos. Un periodista me escuchó y en poco tiempo ya era una intérprete profesional".
En 1959, en Detroit, Donna escuchó nada menos que de labios de Ella Fitzgerald, lo siguiente: "Pocas hermanas mías de color puedes cantar el blues como tú". Y los míticos Platters, le pidieron una de sus canciones (porque ella componía), Out of my mine, para grabarla. Donna intervino en un álbum del fabuloso John Coltrane. Son retazos de su vida artística, que me relató ella misma, con absoluta modestia. Añadiéndome que vino a Europa en los primeros años 60. Actuó en el Olympia de París con la orquesta del sensacional Quincy Jones. Su voz se escuchó en Alemania, Bélgica, Suecia, Francia… y España, debutando en Barcelona, en el Palau, junto al más grande de nuestros pianistas de jazz: Tete Montoliú. Que era invidente y se enfadaba mucho cuando perdía el Barça, a cuyo estadio asistía regularmente.
Donna Hightower se instaló en Madrid. Tomó parte en varios de los festivales de la canción entonces en boga, en los que dio a conocer, entre otros, los siguientes temas: Soy feliz, de Alfonso Sáinz; Tus manos; If you hold my hand; Dreams like mine y Si tú coges mi mano; estos dos últimos a dúo con Danny Daniel, con quien compartió su vida varias temporadas en su apartamento madrileño de la llamada Costa Fleming. Ella componía letras y él música, y así firmaron algunas de las melodías de esa época, finales de los 60 y comienzos de los 70. "El vals de las mariposas" –ya quedó dicho- fue su pieza más comercial. Aún se escucha de vez en cuando, sobre todo en muchas bodas en varios países sudamericanos.
La discografía española de Donna Hightower se inició en 1970, concluyendo en 1989. Seis álbumes, una veintena de "singles". Se despidió de España con un curioso elepé, Corals de Mallorca, a base de números estándar, como Blue Moon, y algún villancico. Tenía un repertorio amplio y variado. Recuerdo una de sus actuaciones en directo, en la mítica discoteca madrileña "J.J", haciendo versiones de Ray Charles ("No puedo dejar de amarte") y de Burt Bacharach ("La canción del trabajo"). Lo suyo era el mejor jazz y sus variantes, el más profundo soul, el doliente blues. Pero sabía complacer a una parroquia menos exigente con temas más superficiales. Siempre sonreía, transmitía cariño en su trato amistoso y tal vez escondiera para sí las penas de una infortunada vida sentimental, con dos hijas y un pasado del que no solía hablar. En España fue feliz e hizo felices a muchos con sus canciones.