Fue Pastora Imperio una legendaria bailaora, también cantaora, aunque brillara más en el arte de Terpsícore. Conoció al autor teatral Gregorio Martínez Sierra, a quien solicitó la letra para una canción. Habló éste con el gran compositor Manuel de Falla, quien citó a la artista sevillana en su estudio de la madrileña calle de Lagasca. Juntos, fraguaron durante un corto tiempo el que iba a ser uno de los espectáculos más brillantes de la dramaturgia folclórica española: El amor brujo. Sólo que, cuando se estrenó el 15 de abril de 1915 en el madrileño teatro Lara, no gustó ni al público ni a la crítica. Hubo el maestro de convertir, diez años más tarde, aquel romance escénico en ballet, y así logró el éxito buscado, esta vez protagonizado por Antonia Mercé (La Argentina). Aquella primera versión original ha sido repuesta a finales del pasado mes de febrero, en única función en un teatro de Valencia, por Estrella Morente, en el papel central de Candelas, la gitana de la historia. Y las canciones, como "la del fuego fatuo", las ha registrado en disco para una importante multinacional alemana, en su catálogo de música clásica española.
Estrella Morente está actualmente de gira con su nuevo espectáculo, dando a conocer el contenido de su reciente disco, Autorretrato, que ha presentado hace pocos días entre aclamaciones en el madrileño teatro Real. Hacía tiempo que no entraba en un estudio de grabación: seis años. Tiene muchos compromisos en adelante, sin ir más lejos, este 18 de marzo en Londres, en el teatro Sadler Wells. Junto a tangos y tanguillos, hay seguiriyas, un número caribeño, y hasta un Réquiem, y un poema de San Juan de la Cruz, ahora musicado.
Pero lo que deseamos resaltar es un tema escrito por ella misma a ritmo de sevillanas antiguas, luego de bulerías, titulado A Lola. Naturalmente dedicado a Lola Flores. En cuya letra rememora parte de aquella cuarteta que escribiera a su paisana el hoy olvidado escritor jerezano José María Pemán: "Torbellino de colores / no hay en el mundo una flor / que el viento mueva mejor / que se mueve Lola Flores". Y en los apretados estribillos de la copla, Estrella evoca inolvidables creaciones de la homenajeada, como Pena, penita, pena, Tengo miedo, A tu vera, El Lerele; también agrega retazos de otras piezas de sus hijas, Lolita y Rosario (No dudaría, El coraje de vivir) y recuerda a gentes muy cercanas a "La Faraona", desde un duende de la gracia y el cante que fue Beni de Cádiz, a "El Golosinas" que pasó media vida con "los Flores".
Estrella rinde así su homenaje a quien tanto admiró. Recordemos que Montoyita, abuelo materno de Estrella, acompañó muchas veces con su guitarra el cante y el baile de Lola y Manolo Caracol. En este magnífico disco han intervenido Paco de Lucía, Tomatito, los hermanos Carmona, Vicente Amigó, su primo Montoyita, Michael Nyman... Hay sonidos nuevos, pero sobre todo el cante de Estrella con su magia, la fuerza innovadora sin olvidar la ortodoxia del jondo. El broche lo pone Adagio, donde se funden las voces de padre e hija. Porque Autorretrato nació en la casa del Albaicín granadino donde Enrique Morente montó su propio estudio y tanto ensayaba con Estrella. Allí planeaban sus proyectos, como uno que ella desea llevar a cabo lo antes que pueda: un disco de coplas, con parte del mejor repertorio de Concha Piquer. No sería la primera vez que las cantara: ya lo hizo en alguno de sus tres anteriores discos: Los cuatro muleros, Los pelegrinitos, ¡Ay, Maricruz! ... Coplas que mucho ganan con su voz flamenca. Mucho ha aprendido desde la niñez, cuando por ejemplo, con ocho años cantaba unas tarantas a "Sabicas", quien asombrado, la acompañaba con su fabulosa guitarra. Orgullosa de ella está su madrina artística, Carmen Linares. Y todo sin que Estrella, consciente de que no hay que dormirse en los laureles, como le instaba su progenitor, haya perdido su sencillez. En las dos veces que he hablado con esta bellísima cantaora constaté su naturalidad; un carácter amable, simpático, de trato acogedor, muy familiar: como si nos conociera de toda la vida. Lo que contrasta, por cierto, con la idiosincrasia de su marido, el torero Javier Conde, más huidizo con los periodistas. Introvertido y desconfiado, al menos así se comportó conmigo una mañana veraniega en la piscina del hotel Torreluz, de Almería.
Y ahora, cuando sale al escenario, Estrella Morente llora por dentro, le duele el alma, "hace de tripas corazón" y no deja de olvidar a su padre, tempranamente muerto el 13 de diciembre de 2010 tras una operación de cáncer de esófago. La familia sigue insistiendo en que falleció por negligencia médica, pero el juez de instrucción que ha investigado el óbito ya rechazó la recusación hacia el forense, indicando que los médicos actuaron adecuadamente. Por esa tragedia, la cantaora sufre cuando está ante el público. Como excelente profesional prevalece en ella su compromiso para no defraudarlo. Y entonces, de su garganta parecen brotar quejidos flamencos más intensos que en épocas pasadas. Y así, ella misma dice con emoción una frase definitoria: "Mi padre convertía el dolor en arte". Y el cante de Estrella Morente se eleva a lo más alto: al cielo, donde estará Enrique.