Nunca ha existido una cultura tan ligada a los animales como la de Egipto. Ahora los animales son mascotas, los queremos y compartimos la vida con ellos, pero para los egipcios eran todopoderosos, eran dioses y eran sagrados.
En torno a esta relación gira la exposición Animales y faraones: el mundo animal en el antiguo Egipto, que podemos ver en el CaixaForum de Madrid hasta el 23 de agosto y que cuenta con la colaboración del Museo del Louvre de París.
Está estructurada en nueve secciones que explican la relación de los egipcios y de los faraones con la fauna, los motivos que les llevaron a convertir a los animales en modelo artístico, a criarlos, domesticarlos, ponerles nombre y a terminar considerándolos un punto de unión con sus dioses.
Son más de 60 especies, desde los babuinos del templo de Luxor -que nunca habían salido del Louvre- hasta una pequeña rana, pasando por escarabajos sagrados, cocodrilos e hipopótamos, el perro y el gato, el toro y el carnero.
El gato era la mascota preferida porque cazaba ratones, pero especialmente porque representaba a Bastet, la diosa de la armonía y la felicidad.
Encarnaciones de los dioses, amados, personificados y que a su muerte eran dignos de ser momificados y enterrados con sus dueños.