La Semana Santa es una celebración eminentemente religiosa, pero el hombre moderno encuentra en ella pretexto para sacar de casa a la mujer moderna y al resto del personal a su cargo, partiendo raudos hacia la casita que la suegra (que de moderna tiene poco) posee en Tordesillas... o bien a alguno de los felicísimos destinos turísticos que adornan la geografía patria.
Fray Josepho, como corresponde a su sagrado ministerio, pone el énfasis en el sentido moral de tan señaladas fechas, mientras que el afrancesado Monsieur barre para el ocio y la molicie.
Mójense y opinen, no nos sean vagos.
PROCESIONES, SÍ
por Fray Josepho
Los tronos, los pasos, los cirios, la cera,
las ropas talares de los sacerdotes,
la Cruz, los romanos, la gente en la acera,
las filas herméticas de los capirotes.
Las dulces torrijas, las flores, las bandas,
los santos efluvios que emana el sahumerio,
los rostros extáticos, la Virgen en andas,
la noche vivísima, la luz del Misterio.
Los rostros de Cristo, las negras mantillas,
los serios tambores, las claras cornetas,
los retintineos de las campanillas,
los ayes atávicos que dan las saetas.
El rito magnético que nos enmudece,
las lágrimas puras que llora María,
el trono que se alza, que avanza y se mece.
El paso solemne de la cofradía.
No huyáis a la costa con las vacaciones,
dejad el Caribe, dejad la montaña:
vivid el misterio de las procesiones,
salid a las calles, ¡que estáis en España!
VACACIONES, TAMBIÉN
por Monsieur de Sans-Foy
Semana Santa civil:
la clase media española
va a tumbarse a la bartola
en mitad del mes de abril.
¡En mitad del mes de abril!
Fíjate, qué estupidez...
que sales con avidez,
viendo el día soleado,
y terminas empapado,
como si fueras un pez.
Qué edificios tan bonitos,
qué lugares pintorescos...
y qué precios principescos,
por comer dos huevos fritos
en vulgares chiringuitos.
Salir en paños menores
a gozar de los calores
en la playa de Gandía...
y pillar la gota fría,
como en años anteriores.
Como el pueblo israelí,
te has perdido en el desierto,
y acabas en algún huerto,
tal vez no Getsemaní...
pero siempre por ahí.
Como el Gólgota de inmóvil
se ha quedado el automóvil,
y, al llamar a la asistencia,
¡contrición y penitencia!
Sin cobertura en el móvil.
Hosteleros que se implican,
que velan y se desvelan:
para empezar, te flagelan,
y después, te crucifican.
Los panes se multiplican,
y las facturas, también...
¡De gastar, ya ha estado bien!
¡Que descanse el talonario!
Voy de supernumerario
al convento del mosén.