Octavio Paz (1914-1998), Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa son los más grandes intelectuales hispanoamericanos del siglo XX. Y junto a Ortega y Gasset y Unamuno los más grandes pensadores en español. Que todos ellos hayan sido, a grandes rasgos, representantes en sus países del liberalismo es algo que nos debe de llenar de orgullo y esperanza a los hablantes de nuestra lengua, a los participantes en una cultura común hispana donde precisamente nació el término liberal.
Todos ellos se caracterizaron también por reflexionar sobre las identidades nacionales respectivas para a partir de ellas plantear el desafío global que significaba la guerra intelectual entre el fascismo, el comunismo y el liberalismo. Aunque algunos coquetearan en ocasiones con tendencias dictatoriales, nunca cayeron en la ceguera criminal de la mayor parte de la clase intelectual que les rodeaba, a la que no dudaron en criticar a pesar de que ello significara verse en franca minoría en un ambiente como es el literario y filosófico, que suele parecerse más al de la Mafia que al del Parnaso.
En esta dimensión de intelectual insobornable, Octavio Paz prefirió ser, por ejemplo, más amigo de la libertad que de Pablo Neruda, su primer mentor poético, que le llevó al II Congreso Internacional de Escritores (Antifascistas) por la Defensa de la Cultura, que rápidamente se convirtió en un aquelarre comunista que quemó en efigie, por ejemplo, a André Gide por haber expuesto, tras su viaje a la URSS, la tiranía comunista de los bolcheviques. Con Neruda casi terminó a puñetazo limpio por quítame allá unos versos. Paz lo calificó de "estalinista" y Neruda le respondió con un temible "pues tú, purista". Sin embargo, Paz años más tarde tuvo la gallardía de reconocer, siempre elegante y caballeroso como buen patricio de espíritu liberal:
Musito el nombre de Pablo Neruda y me digo: lo admiraste, lo quisiste y lo combatiste. Fue tu enemigo más querido.
Posteriormente no dudó en seguir enfrentándose a la intelligentsia latinoamericana entregada a la utopía revolucionaria. Así, a Gabriel García Márquez lo denominó "apologista de tiranos". Paradigmáticamente, Octavio Paz definió de la forma más precisa el carácter totalitario del Estado contemporáneo al calificarlo como "el ogro filantrópico", ensayo en el que se sentencia:
El Estado del siglo XX se ha revelado como una fuerza más poderosa que las de los antiguos imperios y como un amo más terrible que los viejos tiranos y déspotas. Un amo sin rostro, desalmado y que obra no como un demonio sino como una máquina.
En un famoso debate con Vargas Llosa sobre la situación de México bajo el poder hegemónico del PRI, ha pasado a la historia intelectual la definición que el novelista hispano-peruano hizo del régimen priista como "la dictadura perfecta". Paz le rectificó diferenciando entre dictadura y "poder hegemónico". Pero sería injusto pensar que Paz estaba justificando el nepotismo y el corporativismo made in PRI. Todo lo contrario, ya que la actividad política de Paz actuaba dentro del sistema mexicano, prefiriendo la reforma a la revolución, siguiendo la moderación liberal antes que la radicalidad bolchevique. Y entendía que los necesarios cambios políticos y económicos se obtendrían más eficientemente de manera gradualista, hasta llegar al estado de derecho y economía de mercado abierto que caracterizan a México hoy en día, cerca de convertirse en la primera potencia de habla española.
Aunque se postuló socialista, cabe aplicarle la definición que de sí mismo hizo Indalecio Prieto al declararse "socialista a fuer de liberal". En cierto modo, Paz compartía con Schumpeter la idea de que el liberalismo más temprano que tarde acabaría transformándose en socialismo por su propia inercia (lo que al austríaco le parecía muy mal mientras que al mexicano muy bien, en cuanto que concebía que el igualitarismo no tenía que enemistarse con las libertades). En el caso de Estados Unidos, su crítica a la dualidad "república imperial y democracia plutocrática" del país norteamericano es muy parecida a la de libertarios como Murray Rothbard, precisamente por su concepción del peligro de que el crecimiento del Estado acabe siendo elefantiásico además de maligno.
Individualista por carácter, tolerante por temperamento, lúcido por vocación, pluralista por talante, Octavio Paz es un referente político del ensayismo en español. A los 100 años de su nacimiento, su pensamiento, tanto en ensayo como en poesía, está más vivo que nunca.