Hace unas semanas que una joven empresaria española me escribió pidiendo ayuda para concienciar a la sociedad. Se llama Laura Quiroga y es la dueña de un pequeño salón de belleza ubicado en un centro comercial de Rivas Vaciamadrid. Con 25 años montó ella sola el negocio, pero hace varios años que su empresa empieza a verse minada por la competencia desleal de los chinos. Laura Quiroga está especializada en manicura y pedicura, en especial en la técnica de las uñas de gel. Sí. Probablemente a muchos de mis lectores les interese más bien poco esto de las uñas, pero la realidad es que, si partimos de la definición "académica" de qué es la competencia desleal, lo de los chinos no tiene fronteras. Hay quienes dicen que Amancio Ortega con Zara hace competencia desleal. Pero no. Eso no es un comportamiento anticompetitivo, sino poner en práctica el liberalismo económico y un genial plan de negocio que ofrece una alternativa buena y barata frente al duopolio del mercado del lujo que protagonizan PPR y LVMH –en menor medida Hermès y Chanel-.
El problema de esta joven empresaria empieza a darse cuando, cerca de su establecimiento, los espacios de ‘uñas de gel’ de los chinos se empiezan a multiplicar. Mientras en Laura Quiroga las uñas de gel salen a 41 euros, en un local controlado por chinos se ofrecen a 20. ¿Qué justifica el precio de la española? Tal como me contaba Laura, desde el comienzo de la empresa alquiló un establecimiento legal con su correspondiente licencia en regla, tienen prevención de riegos laborales, un seguro en vigor; el personal está cualificado y con sus estudios pertinentes para trabajar en este oficio, y los materiales son de primera calidad, cuidando siempre la higiene y la desinfección.
Resulta que la gran mayoría de estos locales de uñas de chinos emplean sustancias perniciosas que pueden afectar a las uñas. "Los productos son de baja calidad y la mala esterilización de los materiales usados. Además, hay que tener en cuenta que engañan a la clientela asegurándoles que aplican gel en las uñas cuando en realidad es porcelana", asegura Laura. Gel o porcelana –les debe sonar a chino, y nunca mejor dicho- es lo de menos en este asunto. Lo preocupante es que llevan ya décadas haciéndolo y esto solo va a más. Da igual en qué sector. Ya puede ser moda, alimentación, tecnología… Ya hablaba yo en otra columna de que los chinos empiezan a copiar a Zara.
Por si a alguno le interesa más la cuestión, en el gremio de la estética el gel es infinitamente mejor para las uñas que la porcelana, pues esta última, además de otros efectos secundarios, amarillea la uña. "Se aprovechan de muchas mujeres que acuden por primera vez a hacerse una manicura o pedicura y dicen que les hacen las uñas con gel cuando en verdad están usando porcelana, que es más barato", cuenta la empresaria. Según esta joven esteticién, que lleva ya 13 años en el gremio de la estética, hay cada vez más y más locales chinos por su zona que se dedican a ofrecer el mismo servicio, más barato, pero estafando a los clientes.
Su negocio se ve afectado en tanto en cuanto tiene que abaratar los servicios porque hay mujeres que, al final, debido a la omnipresente crisis y a otros factores, prefieren acudir a este tipo de locales más baratos.
¿Qué hacer? ¿Hay solución? Supongo que crear una marca que se posicione implicaría que la gente solicite el servicio con un "sello de calidad". Laura, por ejemplo, dice que intenta innovar en los diseños de uñas. Pero es inútil porque terminarán copiándolo también. El otro día hablaba con un amigo acerca de que a Zara no hace tanto que se le acusaba de copiar a los diseñadores de alta costura, pero son ahora los chinos los que copian a Zara. Y mi amigo me decía ‘ya, pero Zara es calidad, es fiabilidad’. Es un problema difícil de paliar porque un modelo de negocio siempre será sustituido por otro, no necesariamente mejor, pero que sepa responder a las necesidades de los consumidores. Lo que nunca hay que olvidar es que, aunque ya sea un tópico típico, lo barato sale caro.