¿Me río de la hija de ZP?
¿Es malo reírse de la estética gótica?, ¿es malo reírse en general? Parece que algunos han perdido el sentido del humor.
Hace una semana reapareció una de las hijas góticas de Zapatero –ya no tan gótica, sino más bien rozando lo ‘choni’-. Y decidí abrir un debate en mi muro de Facebook en el que me atreví a proponerle un par de consejos a la joven: que se depilara las cejas y que adelgazara.
De pronto, una avalancha de mensajes, muchos de mofa, aplaudieron mis palabras y continuaron bromeando. Pero hubo unos pocos que me invitaron a la reflexión atestiguando que no consideraban ético burlarse de los defectos de una persona. Ante esta última premisa, sin que me diera tiempo a tan siquiera contestar, algunos de mis seguidores en esta red social argumentaron que, por ser la hija de un mal presidente que llevó a la ruina su país, eso les daba derecho a burlarse de ella.
Estuve pensando un largo rato sobre esas interacciones sociales. Desde luego que no es ético burlarse de un defecto físico de otro. Como tampoco es ético criticar a una pobre chica solamente por los errores que ha cometido su padre, aun a sabiendas de qué estaba tramando Zapatustra.
Pero, como analista de moda que soy, tengo cierta potestad a opinar sobre las cejas hiper anchas y picudas de una mujer y dar un consejo –aun cuando este sea ignorado por la protagonista- cual estilista recomienda cualquier cambio en la imagen de una persona.
Esas cejas no le quedan bien ni a la hija de Zapatero ni a ninguna otra mujer. Pero hay que ir más allá de las simples cejas. Esas cejas fueron un símbolo de "progresismo" igualitarista de un sector importante de este país, por no hablar de los ‘lobbys’ de los actores y otros tantos que recibieron favores de la Sinde. Esas famosas cejas se convirtieron casi en un lenguaje no verbal que venía a decirnos que votáramos a Zapatero. Pero nadie piensa en que, detrás de esas cejas, estaba el 11M y un maquiavélico plan de homicidio solo para ganar unas elecciones; elecciones que José María Aznar hubo de posponer, pero no lo hizo. Aquellas tristes e históricas elecciones marcaron el rumbo de la Historia de España, marcaron el rumbo de unas cuantas generaciones que pagan y seguirán pagando los platos rotos –ausentes tales "estropicios" cuando José María Aznar se despedía de la presidencia con 0% de déficit- por la estupidez de un presidente cuyo rasgo más característico eran sus cejas, al igual que lo fue el mostacho para Hitler, por ejemplo. Detrás esas cejas picudas estaban los privilegios que iban a ser concedidos a los secesionistas catalanes y las negociaciones con ciertos terroristas; detrás de esas cejas también se hallaban los sindicatos y patronales que a día de hoy siguen "alimentándose" de nuestros impuestos.
Pero no; eso no nos da derecho a criticar las cejas de la hija del más desastroso presidente que hubo en la democracia de España.
Lo que nos da derecho a hablar sobre sus cejas es el hecho de que es un personaje público, por muy involuntario que sea esto. De la misma forma que nosotros tenemos derecho a opinar, ella –con previo "asesoramiento" de sus padres- tenía la obligación de cumplir el protocolo y no acudir disfrazada, como si de Halloween se tratara, a una reunión con Obama en EE. UU. ¿Es malo reírse de la estética gótica?, ¿es malo reírse en general? Parece que algunos han perdido el sentido del humor.
Desde luego que somos libres para vestir como queramos, pero esa libertad tiene su límite en función del cargo que se ostenta. Y hay que concienciarse de ello. Lo de las cejas lo expliqué ya. No lo dije como mofa sino como una mera opinión de alguien que forma parte del gremio de la moda –del mismo modo que se debate si ‘fulana’ o ‘mengana’ fue lo suficientemente guapa a los Goya-. En cuanto al sobrepeso, no hay que ser analista de moda y de tendencias para recomendar que le vendría bien adelgazar a cualquier persona que tenga sobrepeso. Es una cuestión de ser saludable.
Nadie es perfecto. No me reiré de un defecto físico importante que, para eliminarlo o al menos disminuirlo, se precise de cirugía estética. Nadie es perfecto, reitero; yo soy la primera que me río de mí misma cuando exploto una falda tubo por haber engordado unos centímetros o cuando salgo de casa con un zapato negro y el otro marrón. Simplemente es una opinión, porque, francamente, con esas cejas la pobre chica va a ser reconocida hasta en la Conchinchina por la desgraciada herencia que le dejó su padre: el símbolo de aquello que llevó a la ruina a su patria.
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