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Katy Mikhailova

Austeridad española

El Hotel Intercontienntal acogió una nueva reunión de los miembros del club privado El Aristócrata.

El Hotel Intercontienntal acogió una nueva reunión de los miembros del club privado El Aristócrata.
Enrique Loewe | Archivo

Si dos mujeres coinciden con el mismo traje en una boda, es una tragedia; si diez hombres van exactamente igual a dicha boda, es natural. Lo "antinatural" sería destacar. ¿No es así? Siempre traje azul marino, negro y, si acaso, gris. Esta es la norma en la vestimenta "formal", o dicho con propiedad "semi-formal", propia del macho ibérico.

¿Por qué?, ¿miedo a destacar?, ¿vergüenza?, ¿timidez? o ¿terror a que la gente crea que uno se ha escapado de un local de "ambiente"? Esto último es entendible, aunque vaya eufemismo, ¿no?

Lo cierto es que en España la osadía en la vestimenta masculina brilla por su ausencia. Y esta fue la cuestión que se trató, el pasado jueves, en el Hotel Intercontinental de Madrid en una nueva reunión con los miembros del Club privado El Aristócrata. Un club que nace de la idea de hacer un blog de moda y de elegancia enfocado a los hombres. En esta ocasión se contó con Enrique Loewe como invitado, bisnieto del fundador de la casa de lujo.

"El hombre español, si se lanza, teme terriblemente hacer el ridículo; y, si no lo hace, larva interiormente un sentimiento de inferioridad y de impotencia", abría Loewe su ponencia.

Continuaba intentado buscarle una razón de ser a ese presunto "complejo" o quizá falta de cultura e interés por la moda. Enrique tomó como base de su argumento la moda de Felipe II, quien combinaba un traje totalmente negro con el cuello alto y un toisón de oro en medio de toda esa sobriedad. Era la metáfora de España de aquellos tiempos: brillo y oscuridad, la España de los contrastes.

"La inquisición no gozaba de ese contraste que tiene la alma española entre lo negro y lo brillante, sino que era la representación de lo negro", afirmaba Enrique. "La Santa Inquisición creó espacios también negros y una cultura de esconderse, de no aparentar, de no significarse públicamente por miedo a que eso pudiese tener consecuencias", explicaba el empresario de la multinacional Loewe, ahora propiedad de LVMH.

Después de haber tenido al mejor sastre napolitano, Luca Ruminacci, y al mejor sastre londinense, Richard Anderson, el Señor Loewe tuvo mejor acogida. Tal como afirmaba el presidente y fundador del club, José María Galiacho: "el hecho de que haya venido Enrique Loewe tiene una cosa buena y otra mala. La buena es que ha superado a todos los ponentes anteriores, la mala es que será difícil de superar en el siguiente encuentro".

La sala, por primera vez en los últimos cuatro encuentros, estaba llena. Cabe destacar que este evento duró más que los otros: el jamón de bellota Fisan acompañado de alguna que otra copita de más de Ron Barceló retuvo a bastantes asistentes. En cualquier caso, creo que más de uno de CC.OO. o de UGT debería leerse El Manual del Perfecto Caballero, de Galiacho, para entender que a los actos oficiales se va vestido de traje y corbata. Desde luego, y hablando del lujo, la estupidez es un lujo que yo no me puedo permitir, y Toxo debería tomar nota de ello. Más anotaciones y menos comidas.

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