Don Juan de Borbón dejó al morir dos casas y varias cuentas en Suiza. En total, una herencia valorada en casi 1.000 millones de pesetas. Seis millones de euros al cambio actual es todo lo que le quedaba del patrimonio de la Familia Real Española, familia que durante más de 700 años de Historia había estado reinando en la Península y medio mundo. Un patrimonio abultado para cualquier ciudadano pero sin duda pequeño para uno de los jefes de Casa Real más importantes del mundo.
La última decisión que tomó Alfonso XIII, padre de don Juan, al abandonar el Palacio Real el 14 de Abril camino de Cartagena, fue decirle a su camarero mayor que abonase a todos sus empleados el mes de abril entero. Alfonso XIII se fue casi con lo puesto y no se llevó absolutamente nada de unas riquezas que en gran parte le correspondían, ya que las había heredado de sus antepasados. Sirva el contenido de cualquiera de sus palacios o el valor de cualquiera de los mil retratos de su familia más cercana como ejemplo de lo ridículo de la cifra de seis millones de euros.
Al fantasma de don Juan no le sorprendería leer la cantidad de artículos insidiosos que se han publicado sobre el tema, estaría ya acostumbrado ya que desde muy joven tuvo que soportar cómo la prensa de Madrid le acusaba de rojo, masón, liberal, borracho y mujeriego. Cuentan que un día el entonces príncipe don Juan Carlos se acercó al despacho de Franco y le dijo que le parecía intolerable el trato que le daban a su padre en la prensa, a lo que el Generalísimo le contestó que vivíamos en un país libre y que él no controlaba la prensa.
Don Juan no tuvo una vida fácil. Vio con sus propios ojos cómo se desmoronaba el edificio de la Restauración por la que tanto trabajaron su padre y su abuelo. Soportó estoicamente un exilio con el único objetivo de mantener intacta la dignidad de una institución que le había tocado heredar, llena de deberes y obligaciones, algo que supo hacer con gran éxito. Pese a haber nacido y haberse criado en un gran Palacio, Don Juan vivió el exilio con la austeridad aprendida en la Marina Real Inglesa, adonde llegó de rebote para continuar los estudios que empezó en la Escuela Naval de Marin y que interrumpió la guerra civil.
Con un dragón tatuado en cada brazo -como exigía la tradición marinera a todo marino que pasase por los mares de la India y China- supo siempre mantener esa campechanía tan "ancien régime" que le permitía tener un tono simpático a la vez que mantener el peso de la historia. Don Juan nunca fue un cobarde, demostrando a España lo que sentía cuando en Agosto de 1936 cruzó la frontera para entrar en España y luchar como voluntario con los nacionales. En política su gran éxito fue que Inglaterra y Estados Unidos le considerasen la alternativa a la dictadura de Franco, cerrando así el paso a los comunistas.
Don Juan no estuvo siempre de acuerdo con las decisiones de su hijo y su entorno. Se despidió de la vida pública en 1977 con una renuncia de sus derechos dinásticos que tuvo lugar en Zarzuela, a pesar de que él prefería una ceremonia más solemne en el Palacio Real de Madrid. El Palacio de Oriente era para él su casa pero, ante todo, sede de la corona española por la que tanto se había sacrificado. Don Juan vivió tranquilamente los últimos años de su vida, con la satisfacción del deber cumplido. Cien años después de su nacimiento, veinte años después de muerte, sigue siendo el auténtico referente de la monarquía española.