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Verstrynge y el club de los malditos

Para ser maldito hay que saber que se puede arriesgar todo a un color en la ruleta de la vida, dándote igual ganar o perder.

Jorge Verstrynge tituló a sus recuerdos políticos con el atractivo título de Memorias de un maldito. Durante los 70´s y 80´s hubo mucho cambio de chaquetas, De camisa vieja a chaqueta nueva, como la novela de Vizcaíno Casas. Franco estaba muerto, la democracia era joven y había mucho gente que tenía que encontrar su hueco para auparse al poder. Pero quitarte a mitad de los 80 del centroderecha para pasarte al comunismo es lo más cercano al malditismo, en el sentido de autodestructivo. "Que va contra las normas establecidas, especialmente en el mundo literario y artístico" define la RAE al malditismo.

El malditismo es un concepto más literario, asociado a Verlaine y Baudelaire. Pero no hace falta ser escritor para ser maldito, Pocholo Martinez-Bordiú es uno de los malditos clásicos, guapo, listo, divertido, Grande de España, sobrino del yerno de Franco y casado con una hija de Adolfo Suarez. Tenía absolutamente todo en la vida para triunfar pero decidió mandarlo al carajo para hacer exactamente lo que le apetecía, nada. Aunque el premio gordo lo tiene desde siempre Michi Panero, el autentico maldito, un escritor con mucho talento y sin obra dedicado al arte de vivir y conversar. Porque aunque Nacho Vegas, el cantautor que le escribió su biografía apócrifa se quiera apuntar al malditismo, al final ha tenido tanto éxito que hay que sacarle del grupo. No se puede tener tanto éxito, escribir tan bien y querer seguir siendo maldito. Es un caso parecido al de Andrés Calamaro en su época de Honestidad Brutal, tirar un piano de cola desde un sexto piso no es suficiente. Son dos casos en que la tendencia autodestructiva les hizo ser capaces de componer obras antológicas.

Volvamos a Verstrynge, personaje bizarro, lo más parecido a un pied noir español, capaz de ser delfín de Manuel Fraga y a la vez estar casado con María Vidaurreta, musa de las revistas del corazón en el Marbella de los 80´s (cuando los Hohenlohe todavía pintaban algo). Fue de los pocos que hablaba en serio cuando decidió dejar la política y basta asistir a una clase suya en la Universidad Complutense de Madrid para ver el torrente de ideas, teorías y datos. Lo que no significa que estemos de acuerdo con las ideas ni que los datos sean todos ciertos. Mi anécdota favorita de Verstrynge, que por cierto le encanta contar, fue en un cierre de campaña de Alianza Popular: faltaban 40 millones de pesetas y tuvieron que pedírselos a una empresa eléctrica, quienes para justificarlo le pidieron a cambio un informe del partido. Así que mandaron un artículo de Interviú titulado "La maté porque era mía", un reportaje de violencia domestica en Albacete. De aquellos barros...

Pero el malditismo es como todas las modas, va y viene y ahora parece que vuelve. El último en apuntarse parece que ha sido Jorge Trías, con una participación en todo el asunto de los famosos papeles de Bárcenas que va a dar seguro mucho que hablar. Pasar de ser un abogado reconocido y buen amigo de Alicia Koplowitz a confiar en el periódico de Juan Luis Cebrían para quedar a los pies de los caballos... Veremos dónde acaba toda esa historia.

Siento debilidad por los malditos, lo reconozco. Al final la atracción del malditismo es saber que eres incapaz de vivir de esa manera. Porque para ser maldito hay que saber que se puede arriesgar todo a un color en la ruleta de la vida, dándote igual ganar o perder. Y sabiendo que cuanto más pierdas más maldito eres. Lo contrario de los que sabemos que necesitamos perro, coche y casa de veraneo... y un trabajo estable para poder vivir tranquilo. Me encanta que exista gente auténtica, que haya fauna y flora. La vida sin ellos sería mucho más aburrida. No hace ninguna falta que tengamos que ser todos iguales. Así que en la próxima pelea entre el marido de Soraya Sáenz de Santamaria y Jorge Verstrynge me decanto claramente por el último. Mucha suerte, aunque seguramente prefiera perder.

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